Литмир - Электронная Библиотека

Era un tiempo en que existían motivos para luchar. Continuó cantando y tomando brandy. A través de su ventana fue capaz de distinguir una estrella que ganó su propia guerra a la oscuridad de la noche y a las luces de la ciudad.

– ¡Bienvenida, bonita!

Le dedicó una canción. Poco a poco se dio cuenta de que tenía un público de estrellas. Bellas, frías e inmutables. ¿Cuánta gente y en cuántos lugares verían las mismas estrellas?

Quizá las estaría viendo esa mujer. La mujer con la que él soñaba. Esa que posiblemente no existía. O quizá sí. Viajó más allá en el tiempo y cambió de lugar y de lengua.

Cuando salí de Cuba, dejé mi vida dejé mi amor.

Cantaba suavemente, sintiendo la letra.

Cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón…

Y así, en español, continuó cantando a una tierra donde había estado poco tiempo físicamente pero mucho en pensamiento. Y a unas raíces que eran suyas pero estaban muy lejanas en el tiempo y el espacio.

Una luna cuarto creciente vino a sumarse al público de las estrellas.

Luna que te quiebras sobre las tinieblas…, le cantó como bienvenida.

De pronto se fue más lejos en el tiempo. Cuando cantaba con su padre canciones de una tierra más lejana y de un tiempo mucho más lejano. Y cambió a una lengua antigua que aprendió de su padre y que sólo con él hablaba. Cantó viejas canciones heredadas de los trovadores medievales, de las olas del Mediterráneo, del olivo y del naranjo.

A la vora de la mar hi ha una donzella… Veu venir un mariner que una nau mena.

Y así, convertido en viejo juglar, cantó canciones de caballeros y damas. De amores, guerras y nobles malvados condenados al infierno. Tierras y tiempos de leyenda donde el hombre luchaba contra el demonio y contra los dragones. Y donde los ideales y su dama eran el estandarte de los caballeros.

Mientras, poco a poco, empujada por la música, la luna iba subiendo en el oscuro cielo.

Cuando el despertador sonó el día siguiente, Jaime se sentía espeso. Junto a su guitarra se amontonaba la ropa de la noche anterior. Más allá, vio la botella de brandy vacía, una camisa que lucía un gran lamparón de café y su flamante corbata yuppie de cien dólares. Manchada de brandy.

8
{"b":"87693","o":1}