– ¿Te has enterado de que Daniel Douglas ha dejado la Corporación? -preguntó Jaime.
Cenaban hamburguesa y ensalada en Roco's, y era su primera cita desde el beso de despedida, la mañana del lunes, en el apartamento de Karen; Jaime había esperado con ansiedad este encuentro los casi dos largos días pasados sin verla.
– Algo he oído. Pero tú sabrás más.
– El lunes, White me llamó para darme la noticia. Circularon una ambigua comunicación oficial terminada con aquello de «le deseamos lo mejor en sus nuevos proyectos profesionales», pero en realidad lo han echado.
– ¿Sabes por qué? -Karen parecía cuidadosa.
– No oficialmente. Pero todo se sabe y Laura, mi secretaria, me dijo que era un lío de faldas. Le pedí aclaración a White y me contó, de forma muy confidencial, que Douglas había tenido un asunto con una de las mujeres que trabajaban para él. Se llama Linda Americo, es joven, atractiva y una ejecutiva ambiciosa, que ascendió muy rápido gracias a él.
– ¿Y lo han echado sólo por eso?
– Yo no tenía buenas relaciones con Douglas, pero sí un trato frecuente. Era de esos tipos que siempre tienen las fotos de su mujer e hijos en lugar visible y destacado del despacho. Incluso unas Navidades envió como tarjeta de felicitación una foto de toda su familia engalanada frente al hogar y el árbol decorado. Era muy conservador, política y socialmente; me asombra lo ocurrido.
– Esos que quieren aparentar ser tan morales son los que esconden los esqueletos más feos en los armarios. -Comentó Karen sonriendo con ironía.
– No sabía que existiera tal affaire, pero comprendí que tenía problemas con Linda cuando la semana pasada intentó convencerme de incorporarla a mi equipo, ascendiéndola.
– Parece que llegó tarde.
– Me temo que sí. He estado esperando y, como Douglas no daba señales de vida, hoy le he llamado a su casa. Está destrozado, no sólo por su trabajo, sino porque quizá su mujer le pida el divorcio. Linda lo ha utilizado para progresar y, al negarle él una nueva promoción cuando ella la quería, le amenazó primero y luego cumplió su amenaza.
»La chica tenía prisa, lo ha exprimido miserablemente y cuando no ha podido sacar más de él, lo ha dejado tirado, pisándolo como pisas una lata de refresco usada, por el simple placer de oír el ruido que hace al aplastarse contra el suelo. Le ha destrozado la vida, tanto en lo personal como en lo profesional.
»Es una ambiciosa que no ha dudado en buscarlo, seducirlo y abrirse de piernas cuando Douglas le podía dar lo que ella quería. Y cuando no pudo sacarle más, se ha ensañado con él. ¿No podía simplemente dejarlo? Ella sabe lo puntilloso que es Davis en lo referente a las relaciones sexuales entre los empleados y, cuando lo denunció, sabía que acabaría con él. Linda es una mujer hermosa, pero me da un asco infinito.
– Oye, ¡espera un momento! -Karen había perdido su sonrisa y le cortó con brusquedad-. Estás sacando conclusiones demasiado deprisa. ¿Cómo sabes que la versión de Douglas es la correcta? Yo lo veo distinto. Han tenido un asunto que ha terminado mal. Tú dices que ella lo ha usado para ascender. Yo conozco a Linda y es una mujer profesionalmente muy capaz, que hubiera ascendido igualmente. Además, si ella ha obtenido ventajas profesionales gracias a su relación con Douglas, es culpa de él. ¿Qué le daba ella a cambio? -Karen fruncía ligeramente las cejas y hablaba con una dureza desconocida hasta entonces por Jaime; no esperó a que él respondiera-. Le daba una relación cómoda y halagadora en la que él se acostaba con dos mujeres a la vez. Aparte de tener en su casita a su familia ejemplar e ir a su iglesia todos los domingos, Douglas disfrutaba de una mujer joven que, como tú dices, es además hermosa. Y ella perdía su tiempo y su juventud en una relación sin futuro. No estaba nada mal lo que él sacaba del asunto, ¿no crees? Y no dudó en traicionar y mentir a su esposa, ¿verdad? ¿Y me dices que Douglas además ascendió a su amante? ¡Qué asco de tío inmoral, que paga favores personales con los activos de la Corporación!
– No es así, Karen, él se había enamorado de ella.
– ¿Ah, sí? Él sí estaba enamorado de ella, ¿y ella de él no? Estás prejuzgando el asunto bajo una visión machista.
– ¿Cómo que machista? -Jaime empezaba a enojarse-. Esa mujer ha ido con mala intención. Si no, dime, ¿por qué lo ha denunciado por acoso sexual cuando era un asunto personal entre ambos? ¿Qué necesidad tenía de hundirle?
– Linda es mi amiga y tú estás asumiendo lo que no sabes. Él estaba en una situación de poder frente a ella, simplemente porque era su jefe. Y ha usado ese poder para que ella cediera primero y para que alargase la relación después. Él quería mantener la situación tal cual. Se acostaba con ella cuando le parecía y luego volvía a su casa con su perfecta familia para follar con la otra. Linda le pidió que escogiera, y él quiso mantener la situación tal cual a toda costa. La denuncia ha sido la única salida que Linda tenía para recuperar su libertad.
– Aun así, estoy seguro de que había otra solución. -El tono de Jaime subía-. Y también estoy seguro de que ella ha buscado mantener sus privilegios profesionales y aumentarlos subiendo el precio de su vagina. Se le quedó pequeño su puesto, y el tonto de Douglas le habría prometido otro ascenso con tal de retenerla. Y cuando vio que no se lo podía dar, ella se ha librado de él para siempre. No necesitaba ser tan cruel y, por muy amiga tuya que sea, para mí es una simple puta.
– Bien, ¿y qué crees que le va a pasar a ella? No la han despedido y en teoría la Corporación la apoya como víctima de acoso sexual. Pero sólo lo hacen porque tienen miedo a un escándalo y un posible juicio. Por eso lo hacen.
»Pero ella va a quedar marcada para toda su vida profesional, porque sus jefes son unos sucios machistas como tú, que siempre se referirán a ella como "esa puta que se acostaba con Daniel para que la ascendiera y luego le muerde la polla". Su futuro profesional en la Corporación es nulo. Linda ha demostrado un gran valor al librarse de él de la forma en que lo ha hecho.
– ¡Qué valor ni qué pobre chica! Nadie la perseguía. Se acosaban juntos y lo hacían fuera de la oficina. Ahora imagina que ella es la jefe y la situación es a la inversa. Todo el mundo se reiría de él y Linda jamás sería despedida.
– Puedes desviar la conversación si quieres, pero yo apruebo los métodos que ha usado para recuperar su libertad. Y la apoyo.
– Karen, ésa no es la forma. -Repuso Jaime luego de unos instantes de silencio. Karen se deja llevar por las emociones y no razona lógicamente, pensaba-. Imagina que lo nuestro se termina por tu parte, que yo continúo queriendo verte y tú no, aunque yo insista. ¿Qué necesidad tendrías tú de denunciarme como alguien de un grado superior que te acosa? Estoy seguro de que tú no lo harías.
Karen le miró y calló. Hubo un brillo en sus ojos azules y un esbozo de sonrisa bailaba en sus labios.
– ¿Ah, no? ¿Cómo lo sabes? -preguntó con suavidad.
Jaime empezó a sonreír conforme la sonrisa de ella se iba ampliando. La fuerte tensión entre los dos estaba desapareciendo. Y él se sentía aliviado.
– Porque tú eres una chica con principios morales y jamás me harías eso.
– Pero soy también una chica ambiciosa. Imagínate que no me das lo que yo quiero cuando yo te he dado todo lo que tú querías. Me podría enfadar mucho.
– Pero lo que tú quieres y lo que yo quiero es lo mismo. ¿No es así, cariño?
– No seas tan vanidoso ni estés tan seguro.
– Pero tú jamás lo harías.
– Linda es mi amiga, y yo le aconsejé como amiga y abogado. No dudaría un instante en hacer lo mismo.
Karen no sonreía y pronunció las palabras con un énfasis especial. Jaime notó cómo su propia sonrisa se borraba de su cara. Después de un incómodo silencio en que ambos mantuvieron la mirada, Karen soltó una alegre carcajada.
– ¡Te tengo en mi poder, señor vicepresidente! -exclamó con dulzura.
– Bromeas, ¿no es cierto?
– Claro, cariño. Desde luego. Pero ella es mi amiga.
Jaime la miró con suspicacia. Sentía en su interior que ella era muy capaz de hacer lo que Linda había hecho. No creía que bromeara. Y había una amenaza cierta flotando entre ambos. ¿En que lío se habría metido acostándose con Karen? Sintió de pronto una intensa, pero placentera sensación de peligro que le era extrañamente familiar.
– Además, debes ver el aspecto positivo de este asunto -continuó Karen-. Con Douglas fuera, de irse tu jefe, es casi seguro que tú serías ascendido a presidente de Auditoría. ¡No está mal para un hispano!
Jaime intuía que el juego iba más allá y que la amenaza seguía allí. Una sensación, mezcla de atracción irresistible y temor a un peligro oculto pero cierto, lo invadió.
Oyó una voz interna advirtiéndole: «Como mariposa a la llama.»