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– Buenos días -contesto haciendo un esfuerzo por parecer alegre, saludable y normal.

– ¿Por qué tan feliz? -pregunta Roberto sentándose de nuevo.

Me siento frente a él en la esquina opuesta y encojo los hombros. Espero que no pueda oír mis pensamientos.

– Por nada, hoy me siento feliz.

– Más vale que no haya otro hombre -bromea agitando un dedo, o casi bromea-. Sé cómo se portan algunas mujeres cuando viene alguien a arreglar cosas a casa. Vilma, más vale que la vigiles, ¿oíste?

Vilma permanece callada y trae la bandeja de plata con tacitas de café cubano. Cojo una de las tazas, pero me detiene.

– Ésa es para el señor -explica.

A mí me gusta el café más dulce. A Roberto le gusta solo. Vilma nos los prepara como nos gusta.

Roberto enrolla el periódico que estaba leyendo, lo golpea contra la mesa y se muerde el labio inferior. Mira a Vilma, y ella lo mira a él, están ocultándome algo. Uno no vive con estos dos sin saber interpretarlos.

– ¿Lo de siempre? -me pregunta Vilma en español.

– Si gracias -contesto.

Se zarandea hacia la cocina y me prepara un huevo frito con queso y una tostada cubana. Tiene las piernas hinchadas. He intentado llevarla a un médico. Tiene diabetes y artritis, pero dice que no quiere molestar. No podemos incluir a Vilma en nuestro seguro médico familiar, pero le pagamos todo lo que necesita. Voy a arrastrarla al médico, antes de que tengan que amputarle un pie o algo así. Mientras el huevo se hace, me sirve un vaso de zumo de naranja fresco y me lo trae. Sólo pensar en su acidez me enferma. Se queda junto a mí con los brazos cruzados y espera a que me lo beba.

– Me alegro de que estés de buen humor -dice Roberto.

Mira a Vilma, y ella silba bajito y agita la cabeza, un gesto que he visto muchas veces y que normalmente significa que está a punto de pasar algo malo.

– ¿Por qué? -pregunto-. ¿Pasa algo?

Roberto despliega el periódico, lo extiende sobre la mesa y da un puñetazo. Tiene el ceño fruncido. Es el Boston Herald, el tabloide. He intentado que lea el Gazette, pero dice que le gusta más el Herald porque es más fácil de leer. Me coloca el periódico delante y golpea con un dedo bajo un titular.

– Lee esto -dice. Deja el dedo extendido frente a mi cara-. Pero no me culpes a mí. Te dije que esa mujer era rara, pero nunca me escuchas.

Vilma coloca el huevo en un plato, añade una tostada, trocitos de mango y un adorno de perejil. Vilma aprecia una buena presentación. Le he robado muchas ideas a lo largo de estos años. El desayuno tiene una pinta deliciosa, pero no me lo pone delante por culpa del periódico. Miro el titular, y tengo que leerlo tres veces antes de entenderlo.

¿Les Cruz? A la popular presentadora matutina le gustan las chicas.

– Oh, apártalo -digo, empujándolo hacia él-. Te he dicho millones de veces que es el peor periódico, no puedes creer ni una línea. ¿Recuerdas cuando dijeron que tu amigo Jack estaba recibiendo sobornos de los constructores locales? Era mentira, ¿verdad? Esto también. Pobre Elizabeth.

Roberto coge el periódico y vuelve la página. Señala una fotografía borrosa y oscura de la que parece ser mi mejor amiga, Elizabeth, besando a una mujer. De repente ya no me siento tan feliz. ¿Cómo va Elizabeth a ser lesbiana? Ha sido mi mejor amiga durante diez años y jamás se me ha ocurrido algo así.

– Ella sale con hombres -le recuerdo a Roberto-. La hemos emparejado con algunos de tus amigos, por decirlo claro.

– Eso fue hace años -dice Roberto-. Piensa en ello, Sara. ¿Cuándo fue la última vez que la viste con un hombre?

Es verdad. Hace años. Siempre le pregunto, y siempre dice que sale con un tipo pero que no es nada serio. Siempre dice que está demasiado ocupada, o que su horario es demasiado raro, o que intimida demasiado a los hombres como para que la cosa pueda funcionar. ¿Por qué iba a mentirme así? Cuando tengo un problema es a ella a quien llamo. Hasta le he contado que Roberto me ha pegado un par de veces, y ella, fiel a su palabra, jamás ha abierto la boca. Ella es mi coconspiradora en la vida. Si es lesbiana, si es verdad, me sentiré tan traicionada como si descubriera a Roberto engañándome. O peor. Sí, peor.

– Es repugnante -dice Roberto, golpeando el periódico con la mano-. ¡Esta foto! No puedo creer que la publiquen en un periódico familiar.

– No puede ser verdad -digo-. Me lo habría contado.

– Sabe que nosotros no aprobamos la homosexualidad. Nunca te lo contaría.

– ¿Nosotros? Tú. A mí me trae sin cuidado. Es mi mejor amiga.

– Era. Se acabó.

– ¿No crees que estás siendo un poco radical?

– Estoy protegiendo a mi familia.

Ay, Dios. Pienso en la cantidad de veces que le he dicho cosas homofóbicas a Elizabeth y las veces que he señalado riéndome a parejas de gays o lesbianas en el cine o en los centros comerciales. Ha tenido que ser muy duro para ella. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Piensa que soy de mente tan estrecha que la rechazaría? ¿Tan mala opinión tiene de mí?

– Un desperdicio total y absoluto de una mujer guapa -dice Roberto, examinando de cerca la fotografía de nuevo. Levanta una sola ceja insinuante y añade-: Lo que pasa es que no ha dado con el hombre adecuado.

Vilma recoge el periódico, chista a Roberto y me sirve el desayuno.

– ¿Para qué quiere molestarla? -pregunta en español-. Déjela tomarse el desayuno -y me dice-: Coma. Necesita estar fuerte.

– ¿De qué lado estás, Vilma? -pregunta. Me mira, mira el huevo y dice-: No te hace falta comer tanto. Estás engordando demasiado. Ya te lo he dicho.

Vilma sigue limpiando y yo pincho el huevo.

– No puede ser verdad -digo-. De ser cierto lo habría sabido hace mucho. Conozco a Liz desde hace diez años. Ese periódico es tan sensacionalista. Retocan las fotos. Deben de tener algo contra ella.

Roberto se encoge de hombros y sostiene el periódico delante de él. Empieza a leerlo con su poderosa voz con ligero acento español:

Spy [8] descubrió anoche a la encantadora e inteligente presentadora del programa matinal de WRUT, Elizabeth Cruz, en un recital de poesía en el bar Davios, en Central Square. Para aquellos que no lo sepan, el miércoles por la noche Davios es «sólo para mujeres». Liz, actualmente en espera de un puesto de presentadora para una cadena nacional, también estuvo allí la semana anterior y en ambas ocasiones se marchó con la conocida poetisa lesbiana Selwyn Wbmyngold.

No hay que ser una lumbrera para saber que esta ancla pertenece a un barco atracado en la isla de Lesbos.

– Oh, Dios. Es lo más estúpido que he oído -digo-. ¿Ves cómo escriben? Es horrible. ¿Cómo puedes fiarte de alguien que escribe tan mal?

La reina de la belleza colombiana y ex modelo ha sido escogida por la revista Beantown de Boston como una de las solteras más codiciadas desde hace tres años, desde que su aparición en el programa matinal de WRUT disparó los índices de audiencia y catapultó el programa al primer puesto. Era la primera vez que un canal en Boston había contratado a una presentadora con acento, una opción arriesgada que resulto rentable porque Liz era tan vivaz y encantadora que todos encontraban excitante su pronunciación y aspecto exóticos. La pregunta es, ahora que sabemos que la esbelta latina juega para el equipo contrario, ¿seguirán los bostonianos adorando a la adorable Liz? ¿O deberíamos llamarla «la adorable Les»?

Escucho el resto del artículo, tan mal escrito como la primera parte, y me siento fatal.

– Deben de tener algo contra ella -digo.

– No sé, esta foto parece auténtica.

– Deben de estar intentando hundirla por alguna razón.

– No creo.

– Voy a llamarla. Vilma, por favor, acérqueme el teléfono.

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[8] Nombre ficticio de un reportero anónimo. Juego de palabras que literalmente significa «Yo Espía». (N. de la T.)

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