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Ningún guardia patrullaba ante el depósito. Evidentemente, si uno tenía entrada libre a la base, no iba a llevarse las municiones. Grafalk pasaba ante el lugar cada vez que salía a navegar. Su chófer tendría seguramente herramientas para poder romper el candado de las puertas correderas. Como amigo del almirante, Grafalk podría incluso haber entrado con alguna excusa verosímil. Me preguntaba si tendrían un inventario de sus explosivos. ¿Sabrían si les habían desaparecido cargas de profundidad suficientes como para volar un barco de mil pies?

Bajé por las escalerillas y llegué a una puerta cerrada que conducía a las habitaciones. Eran más de las seis y el sol empezaba a ponerse. No entraba mucha luz por la caja de la escalera y tuve que actuar un rato con las ganzúas en las cerraduras antes de que la puerta se abriera. Un gancho en la pared se enlazaba con otro gancho en la puerta para que se mantuviera abierta.

Lo que se me había olvidado era una linterna. Busqué una luz y finalmente encontré una cadena conectada a una lámpara en el techo. Al tirar de ella vi que estaba en un pequeño pasillo enmoquetado de verde, a juego con la raya del barco. Una puerta cerrada a mi derecha se abría al dormitorio principal con una cama grande, paredes cubiertas de espejos y remates de teca. Una puerta de armario corredera se abría para mostrar una buena colección de ropa de hombre y de mujer. Miré dudando la ropa de mujer: Paige y la señora Grafalk eran las dos bajas y delgadas. La ropa podía haber sido de cualquiera de las dos.

El dormitorio principal tenía un baño anexo con una bañera y un lavabo de grifos dorados. No me parecía probable que Grafalk y Phillips se hubiesen peleado allí.

Volví al pasillo y encontré otros dos dormitorios, menos lujosos, cada uno con cuatro camas, a babor. Un comedor con una vieja mesa de caoba atornillada al suelo y un juego completo de porcelana Wedgwood en un bonito aparador estaba junto a ellos, cerca ya de la popa. Al lado, en el extremo de la popa, había una cocina muy bien equipada con hornillo de gas. Entre el dormitorio principal y la cocina, a estribor, había una sala en la que los marineros podían leer o jugar al bridge o beber cuando hacía mal tiempo. Un armario abierto poco profundo mostraba unos cuantos decantadores y una buena colección de botellas. El whisky era JB. Me sentí decepcionada: la primera muestra de mal gusto por parte de Grafalk. Puede que Paige escogiera el whisky.

A menos que hubieran golpeado a Phillips en la cubierta, me parecía que lo más probable era que lo hubiesen hecho en el comedor o en la sala. Empecé por la sala. Contenía una mesa de juego cubierta de cuero y un escritorio, varias sillas, un sofá y una pequeña chimenea con fuego eléctrico.

El suelo de la sala estaba cubierto con una alfombra verde gruesa. Mientras inspeccionaba la habitación, intentando decidirme por el mejor sitio para empezar, me di cuenta de que la parte de alfombra de delante de la chimenea estaba recién cepillada y en otro sentido que el resto de la alfombra. Aquello parecía prometedor. Fui hacia la parte cepillada y empecé a revisarla con mi lupa. Encontré otro cabello rubio. Nada de sangre, pero sí un olor a un limpiador fuerte, tipo Top Job. La alfombra estaba ligeramente húmeda al tacto, aunque ya habían pasado tres días tras la muerte de Phillips. Olisqueé otras partes de la alfombra, pero el olor a limpiador y la humedad estaban sólo en la parte de delante de la chimenea.

Me puse de pie. Ahora el problema iba a ser conseguir que viniese la policía a hacer un registro más serio. Con su equipo podían detectar sangre en la alfombra en cantidades microscópicas. Puede que lo que debiera hacer fuese cortar un pedazo de la alfombra y llevarlo para que lo examinasen. Si había sangre en él, sería más probable que quisieran ver de dónde provenía el pedazo. Utilizando mi navaja, corté una pequeña sección de fibras del lugar donde había encontrado el cabello rubio.

Al poner el trozo de tela en una de mis bolsitas de muestras, oí un golpe en la cubierta. Me senté muy quieta y me puse a escuchar. La cabina estaba tan bien aislada que no se oía gran cosa. Luego, otro golpe más suave. ¿Niños de la base jugando por los muelles?

Me metí la bolsa de muestras en el bolsillo. Agarrando firmemente la navaja, fui hacia la puerta y apagué la luz. Esperé dentro de la habitación, escuchando. Al otro lado del pasillo oía un débil murmullo de voces masculinas. Eran personas mayores, no niños.

Los pasos avanzaban sobre mí hacia la proa. A popa, un motor se puso en marcha. El barco, que había estado flotando sobre el agua, se puso a vibrar y empezó a moverse lentamente hacia atrás.

Miré a mi alrededor para encontrar un lugar en el que esconderme. No había ninguno. La mesa de juego y el sofá no ofrecían protección alguna. A través del ojo de buey de la sala vi un destructor deslizándose, luego el cemento gris de un rompeolas y finalmente una pequeña boya blanca, con una luz que lanzaba destellos verdes cuando pasamos junto a ella. Salíamos del canal hacia aguas abiertas. Escuchando tras la puerta, oí el agudo sonido del viento al golpear contra la tela; estaban izando las velas. Luego, más voces, y finalmente unos pasos en la escalera enmoquetada.

– Espero que no se ponga a jugar al escondite conmigo, señorita Warshawski. Conozco este barco mucho mejor que usted. -Era Grafalk.

El corazón me latía locamente. Se me estaba revolviendo el estómago. Me quedé sin aliento y demasiado débil como para hablar.

– Sé que está aquí. Vimos su coche en el embarcadero.

Hice varias respiraciones con el diafragma, exhalando el aire lentamente en una escala descendente, y salí al pasillo.

– Buenas tardes, señor Grafalk. -No era la frase más brillante del mundo, pero las palabras me salieron sin temblar. Me sentí muy contenta conmigo misma.

– Es usted una joven muy lista. Informada también. Así que no hará falta que le diga que se ha metido usted en una propiedad privada. Es una hermosa noche para navegar, pero creo que hablaremos más tranquilos aquí abajo. Sandy podrá manejar el barco solo durante un rato ahora que las velas están desplegadas.

Me cogió el brazo con una garra de acero y me llevó con él hacia el interior de la sala, encendiendo la luz de nuevo con la otra mano.

– Siéntese, señorita Warshawski. ¿Sabe usted? Goza de mi más profunda admiración. Es usted una dama llena de recursos y con buen instinto de supervivencia. Ya debería haber muerto varias veces. Y me ha impresionado la reconstrucción que hizo para Paige. Me ha impresionado mucho.

Llevaba ropa de noche, un traje negro ceñido a sus anchos hombros y estrechas caderas. Estaba muy elegante con él y tenía una expresión de excitación contenida que le hacía parecer más joven.

Me soltó el brazo y me senté en una de las sillas rectas de cuero junto a la mesa de juego.

– Gracias, señor Grafalk. Tendré que pedirle referencias la próxima vez que me las pida un cliente.

Se sentó frente a mí.

– Oh, me temo que sus clientes van a verse pronto privados de sus servicios, señorita Warshawski. Una lástima, ya que tiene usted capacidad para serle de ayuda a la gente. Por cierto, ¿para quién está trabajando ahora? No será para Martin, espero.

– Trabajo para mi primo -dije.

– Qué quijotesco por su parte. Vengando la memoria del fallecido Boom Boom. Paige dice que no cree usted que cayera bajo el Bertha Krupnik accidentalmente.

– Mis padres me contaron lo de Santa Claus a una edad muy temprana. Paige no me ha parecido nunca muy ingenua, de todos modos. Sólo quiere ver las cosas del modo menos molesto.

Grafalk sonrió un poco. Abrió el armario de los licores y sacó un decantador.

– ¿Un poco de Armagnac, Vic? No le importará que la llame así, ¿verdad? Warshawski es un nombre muy difícil y tenemos ante nosotros una larga conversación… No culpe a Paige, querida Vic. Es una persona muy especial, pero tiene unas fuertes necesidades materiales que proceden de su infancia. ¿Conoce la historia de su padre?

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