El domingo por la mañana intenté localizar a Paige pero seguía sin estar en casa. De todos modos, alrededor de las doce, apareció en persona, muy guapa, con una blusa verde fruncida y una falda guatemalteca negra y verde. Entró muy boyante en la habitación, oliendo ligeramente a primavera, y me besó en la frente.
– ¡Paige! Me alegro de verte. Muchas gracias por las flores; animan muchísimo el lugar, como ves.
– Vic, sentí mucho lo del accidente. Pero me alegro de que no estés gravemente herida. Oí en el contestador que querías ponerte en contacto conmigo. Pensé que era mejor venir en persona para ver qué tal ibas.
Le pregunté qué tal la Pavana para un camello y ella rió y me habló de la representación. Charlamos unos minutos y luego le expliqué que estaba tratando de averiguar los movimientos de mi primo los últimos días antes de morir.
Sus cejas arqueadas se unieron en un gesto de irritación momentánea.
– ¿Sigues con eso? ¿No crees que ya es tiempo de dejar descansar a los muertos?
Sonreí con toda la calma que pude, sintiéndome en desventaja, con el pelo sucio y vestida con la bata del hospital.
– Le estoy haciendo un favor a un viejo amigo de Boom Boom: Pierre Bouchard.
Sí, conocía a Pierre. Un encanto. ¿Que quería saber?
– Si has visto últimamente a Howard Mattingly.
Una expresión indefinible cruzó por su rostro.
– No sé quién es.
– Es uno de los jugadores suplentes. A Boom Boom no le gustaba, así que puede que nunca te lo presentase… ¿A dónde fuisteis el sábado pasado? ¿A algún lugar donde él hubiera podido ver a este tipo?
Se encogió de hombros y me echó una mirada desdeñosa, destinada a hacerme sentir como una profanadora de tumbas. Yo esperé.
– Te estás poniendo de lo más vulgar, Vic. Ese fue mi último día a solas con Boom Boom. Me gustaría guardarlo para mí.
– ¿No le viste el lunes por la noche?
Se puso roja.
– ¡Vic! Ya sé que eres detective, pero esto es demasiado. Tienes un interés morboso en tu primo que es muy poco sano. ¡Creo que no puedes soportar el hecho de que estuviese próximo a otra mujer que no fueras tú!
– Paige, no quiero que me cuentes qué clase de amante era Boom Boom ni que me describas ningún episodio íntimo de vuestras vidas. Sólo quiero saber lo que hicisteis el sábado y si le viste el lunes… Mira, no quiero convertir esto en un torneo. Me caes bien. No querrás que empiece a llamar a Ann Bidermyer y a tu madre y a todo el mundo que conozcas para que no te pierdan de vista. Te lo pregunto a ti.
Los ojos color miel se llenaron de lágrimas.
– Tu también me gustabas, Vic. Me recordabas a Boom Boom. Pero él nunca era agresivo, aunque fuese jugador de hockey. Fuimos a navegar el sábado. Volvimos a las cuatro para que yo pudiera ensayar. Puede que se quedase en Lake Bluff con el barco. No lo sé. El lunes por la noche fuimos a cenar a Gypsy. No volví a verle. ¿Estás satisfecha? ¿Te aclara eso algo? ¿O sigues queriendo llamar a mi madre y a todo el mundo que yo conozca?
Se dio la vuelta y se marchó. Me dolía otra vez la cabeza.
13
Jerez en el Valhala
El lunes por la mañana Lotty me quitó la escayola, dijo que había bajado la inflamación y que la curación iba bien, y me liberó del vendaje. Salimos en dirección norte hacia su pulcro apartamento.
Lotty conduce su Datsun verde de manera muy imprudente, segura de que los demás coches se apartarán de su camino. Una abolladura en la aleta derecha y un largo arañazo en la puerta testimonian el éxito de sus planteamientos. Abrí los ojos en Addison: un error, pues tuve tiempo de verla dar un viraje frente a un autobús CTA para girar a la derecha hacia Sheffield.
– Lotty, si vas a conducir así, consíguete un camión. El tipo responsable de que yo lleve el brazo en cabestrillo anda por ahí sin un arañazo.
Lotty paró el motor y saltó del coche.
– La firmeza es necesaria, Vic. Firmeza, o los demás te echarán de la calle.
Era inútil; me encogí de hombros de forma asimétrica.
Habíamos parado en mi apartamento para recoger algo de ropa y una botella de Black Label. Lotty no tiene whisky en casa. También cogí mi Smith & Wesson de una caja fuerte que está dentro del armario del dormitorio. Alguien había intentado hacerme trocitos en la Dan Ryan. No me apetecía andar por la calle desprotegida.
Lotty se fue a la clínica cercana en la que trabaja. Yo me instalé en la sala con el teléfono. Iba a hablar con todo el mundo que pudiera haber tenido la oportunidad de hacerme una faena. La rabia había ido desapareciendo a medida que la herida de la cabeza se me curaba, pero mi determinación había crecido.
La amable joven administradora de la oficina de la Pole Star se puso al tercer timbrazo. Las noticias que me dio no eran alentadoras. El Lucelia Wieser había, descargado en Buffalo y se dirigía a Erie a recoger carbón para Detroit. Después estaba contratado en los lagos del norte durante cierto tiempo. No esperaban que volviese a Chicago hasta mediados de junio. Podían ayudarme a conseguir una conversación por radio si era urgente. No me veía haciendo las preguntas que tenía que hacer por radio. Tenía que hablar con el personal de la Pole Star frente a frente.
Atascada así, llamé a la oficina de la Eudora y pregunté por Janet. Se puso al teléfono y me dijo que sentía mucho lo de mi accidente y se alegraba de que estuviese mejor. Le pregunté si sabía dónde vivía Phillips; puede que hiciese una visita sorpresa a su esposa para averiguar a qué hora había vuelto a casa su marido la noche de mi accidente.
Janet no lo sabía. Era por algún sitio del norte. Si era importante, podía preguntar y averiguarlo. Era importante, le dije, y le di el número de Lotty.
Mientras esperaba, conseguí el número de Howard Mattingly a través de Myron Fackley. Boom Boom le dijo a Pierre que había visto a Mattingly en un lugar extraño. Me apostaba a que Mattingly andaba merodeando por Lake Bluff cuando Boom Boom salió a navegar con Paige el sábado antes de morir. Quería saberlo.
Mattingly no estaba en casa, pero sí su esposa Elsie la ansiosa. Le recordé que nos habíamos visto en varios partidos de hockey. Ah, sí, suspiró, me recordaba.
– Boom Boom me dijo que había visto a tu marido navegando el veinticuatro. ¿Fuiste con él?
No había ido con Howard aquel día. Estaba embarazada y se cansaba en seguida. No sabía si habría ido a navegar o no; desde luego, él no había dicho nada. Sí, le diría a Howard que me llamase. Colgó sin preguntarme para qué quería saberlo.
Lotty vino a casa a la hora de la comida. Yo puse unas sardinas sobre tostadas con pepino y tomate y Lotty hizo una jarra del fuerte café vienes que le permite sobrevivir. Si yo bebiera tanto café como ella, andaría dando saltos hasta el techo. Me tomé un zumo de naranja y medio sandwich. La cabeza seguía molestándome y no tenía mucho apetito.
Janet llamó desde la Eudora después de comer. Había birlado los archivos de personal cuando todo el mundo estaba comiendo y había conseguido la dirección de Phillips: Harbor Road, en Lake Bluff. Le di las gracias distraída. Parecían pasar muchas cosas en Lake Bluff. Grafalk. Paige había crecido allí. Phillips vivía allí. Y Paige y Boom Boom habían estado navegando allí el veinticuatro de abril. Me di cuenta de que Janet había colgado y yo seguía agarrada al auricular.
Colgué y me fui a la habitación de invitados para vestirme para una excursión a los alrededores de la zona norte. Era la segunda semana de mayo y el aire seguía fresco. Mi padre solía decir que en Chicago hay dos estaciones: el invierno y agosto. Seguía siendo invierno.
Me puse la chaqueta Chanel azul con una camisa blanca y pantalones blancos de lana. El efecto era elegante y profesional. Lotty me había hecho un cabestrillo de tela para no tener que hacer esfuerzos con el hombro. Me lo pondría en el coche y me lo quitaría al llegar a la casa de Phillips.