Miré mis vaqueros y las zapatillas de correr.
– No voy muy bien vestida para un club privado.
Me aseguró que no les importaba cómo iban vestidas las mujeres; sólo los hombres tenían que observar reglas de vestuario en el moderno restaurante. Me dejó contemplando la debacle del muelle durante unos minutos mientras iba a cambiarse. Me preguntaba vagamente qué le habría ocurrido a Phillips, cuando le vi intentando abrirse camino entre la multitud hasta llegar al Leif Ericsson. Algo en sus modales dubitativos me irritaba profundamente.
5
Un vaso en la mano
– Soy Mike Sheridan, maquinista jefe del Lucelia Wieser.
– Y yo soy V. I. Warshawski, investigadora privada.
El camarero nos trajo las bebidas, vino blanco para mí y vodka con tónica para Sheridan.
– Tiene algo que ver con Boom Boom Warshawski, ¿verdad?
– Soy su prima… ¿Estaba usted en el Lucelia Wieser cuando cruzó el Bertha Krupnik y él cayó bajo su hélice la semana pasada?
Asintió y yo comenté con entusiasmo lo pequeño que era el mundo.
– He estado intentando encontrar a alguien que pudiera haber visto morir a mi primo. Para decirle la verdad, creo que no tengo muchas posibilidades, a juzgar por la multitud que el choque de antes ha reunido. -Le expliqué mis pesquisas y por qué el Lucelia Wieser estaba incluido en ellas.
Sheridan bebió un poco de vodka.
– Tengo que admitir que sabía quién era usted cuando estaba en el muelle. Alguien lo dijo y yo quise hablar con usted -sonrió disculpándose-. La gente cotillea mucho en un lugar como este… Su primo iba a venir a hablar con John Bemis, el capitán del Lucelia, aquella tarde. Decía saber algo acerca de un acto de vandalismo que nos impidió cargar durante una semana. De hecho, esa es la razón por la que estábamos amarrados allí en medio: se suponía que teníamos que recoger grano del silo de Eudora, pero acabamos con agua en las bodegas. Tuvimos que secarlas y volver a sacar un permiso antes de poder cargar.
– ¿Quiere decir que alguien metió agua deliberadamente en sus bodegas?
Asintió.
– Supusimos que lo hizo un miembro descontento de la tripulación. Le pedimos que dejase el barco. No organizó un escándalo por ello, así que creo que teníamos razón. Pero su primo parecía hablar en serio y, naturalmente, Bemis quería hablar con él. No sabrá usted lo que tenía en la cabeza, ¿verdad?
Sacudí la cabeza.
– Eso es parte de mi problema. No había visto a Boom Boom desde dos o tres meses antes de que muriera. Para decirle la verdad, estaba muy preocupada de que hubiera podido… bueno, dejarse caer deliberadamente porque estuviese muy deprimido por no poder patinar ni jugar más al hockey. Pero por lo que está usted diciendo y lo que dijo Pete Margolis en el silo, debía estar muy implicado en lo que estaba sucediendo aquí, no deprimido ni nada. Sin embargo, me encantaría saber si alguien del Bertha o del Lucelia vio en persona el accidente.
Sheridan sacudió la cabeza.
– Es cierto que estábamos amarrados allí, pero el Bertha Krupnik se encontraba entre nosotros y el muelle. No creo que nadie del Lucelia pudiese ver nada.
El camarero volvió a tomar nota; le dijimos que necesitábamos unos minutos para estudiar el menú. Volvió a los treinta segundos, tosiendo para disculparse.
– El señor Grafalk pregunta si la señora y usted no querrían reunirse con él y el señor Phillips en su mesa.
Sheridan y yo nos miramos sorprendidos. Yo no me había dado cuenta de que hubiese entrado ninguno de los dos. Seguimos al camarero por la alfombra rosa y violeta hasta una mesa en una esquina al otro extremo. Grafalk se levantó para estrecharle la mano a Sheridan.
– Gracias por interrumpir la comida para unirte a nosotros, Mike. -Para mí añadió-: Soy Niels Grafalk.
– Encantada, señor Grafalk. Soy V. I. Warshawski.
Grafalk llevaba una chaqueta de suave tweed hecha a medida y una camisa blanca con el cuello abierto. No hacía falta que me dijeran que había nacido con dinero para saber que era un hombre acostumbrado a controlar las cosas que pasaban a su alrededor. Exhalaba un aire marinero con su pelo blanqueado y la cara roja de viento y sol.
– Phillips me ha dicho que estuvo usted haciendo unas preguntas a Percy MacKelvy. Ya que estoy yo aquí, puede que quiera usted decirme por qué está interesada en la Grafalk Steamship.
Me embarqué en una historia que ya parecía un poco trillada.
– El señor MacKelvy pensó que tendría que preguntarle a usted antes de decirme dónde está el Bertha Krupnik -terminé.
– Ya veo -Grafalk me observó con mirada penetrante-. Phillips me ha dicho que era usted investigadora privada. Pensé que tal vez hubiera decidido andar fisgoneando un poco por mi compañía.
– Cuando la gente se encuentra con un policía inesperadamente, a menudo se sienten culpables: crímenes innombrables aparecen para enfrentarse a ellos. Cuando se encuentran con un investigador privado, suelen ponerse a la defensiva: no venga a meter las narices en mis asuntos. Estoy acostumbrada -dije.
Grafalk echó la cabeza hacia atrás y dejó oír un estallido de risa. Sheridan me echó una sonrisa sardónica, pero Phillips parecía tan tenso como siempre.
– Si tiene usted un minuto libre después de comer, acompáñeme de vuelta a la oficina. Pediré a Percy que investigue las andanzas del Bertha para usted.
El camarero vino a tomar nota. Pedí una alcachofa rellena de gambas. Grafalk pidió trucha del lago a la plancha, igual que Phillips. Sheridan pidió un filete.
– Cuando te pasas nueve meses del año en el agua, la carne tiene un atractivo sólido y terrenal.
– Así que dígame: ¿Qué hace una joven como usted metida a detective? ¿Trabaja para una compañía o para usted misma?
– Llevo unos seis años trabajando por mi cuenta. Antes era abogado en la oficina del fiscal del Estado en Cook County. Me cansé de ver a pobres tipos inocentes yendo a parar a Stateville porque la policía no iba a continuar sus investigaciones y encontrar a los verdaderos responsables. Y me cansé aún más de ver a listos culpables sinvergüenzas salir libres porque podían permitirse pagar a abogados que sabían cómo saltarse las leyes a la torera. Así que pensé, quizá a la Doña Quijote, que iba a ver lo que podía hacer yo por mejorar la situación.
Grafalk sonreía divertido por encima de un vaso de Niersteiner gutes Domthal.
– ¿Quién suele contratarla?
– Hago bastante trabajo de investigación sobre delitos financieros. Es mi especialidad. La Compañía Transicon; ese asunto del año pasado con Seguros Ajax y los afiladores… Acabo de terminar un trabajo que tenía que ver con un fraude por ordenador en transferencias telegráficas en un pequeño banco en Peoría. Relleno los huecos buscando a testigos desaparecidos y entregando citaciones a gente que no quiere perder un día en el juzgado.
Grafalk seguía mirándome con la misma sonrisa divertida: un hombre rico disfrutando de las debilidades de la gente de clase media. ¿Qué hace la gente normal cuando no posee una compañía naviera? La sonrisa se volvió rígida. Estaba mirando a alguien que estaba detrás de mí al que aparentemente no quería ver. Me volví cuando un hombre sólido con un serio traje gris se acercó a la mesa.
– Hola, Martin.
– Hola, Niels… Qué hay, Sheridan. ¿Niels está intentando conseguir que le ayudes con el Ericsson?
– Qué hay, Martin. Esta es V. I. Warshawski. Es la prima de Boom Boom Warshawski. Anda por aquí haciéndonos algunas preguntas acerca de la muerte de su primo -dijo Sheridan.
– Encantado, señorita Warshawski. Sentí mucho el accidente de su primo. Ninguno de nosotros le conocía bien, pero todos le admirábamos como jugador de hockey.