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Lisbeth asintió para sí misma. Todo eso ya lo había deducido ella. El problema era que no sabía muy bien qué hacer.

Lisbeth, en serio, este combate se decidirá en los medios de comunicación y no en la sala del tribunal. Desgraciadamente, el juicio, «por razones de integridad», se celebrará a puerta cerrada.

El mismo día en que asesinaron a Zalachenko entraron a robar en mi casa. No hay ninguna marca en la puerta que indique que la forzaran, y no tocaron ni movieron nada, a excepción de una sola cosa: se llevaron la carpeta que estaba en la casa de campo de Bjurman y que contenía el informe de Gunnar Björck de 1991. Mientras eso ocurría, alguien atracó a mi hermana y le robó su copia. Esa carpeta constituye tu prueba más importante.

Yo he actuado como si hubiese perdido los papeles de Zalachenko. En realidad, me quedaba una tercera copia que le iba a dar a Armanskij. He hecho más y las he ido colocando aquí y allá.

Nuestros adversarios, esto es, algunos representantes de las autoridades y ciertos psiquiatras, también se dedican, claro está, a preparar el juicio con la ayuda del fiscal Richard Ekström. Tengo una fuente que me proporciona información sobre lo que están tramando, pero sospecho que tú tendrás mejores formas de encontrar información relevante… En el caso de que así sea, urge.

El fiscal va a intentar hacer que te condenen a reclusión psiquiátrica forzosa. Para ayudarle está tu viejo amigo, Peter Teleborian.

Annika no va a poder llevar una campaña mediática de la misma manera que el fiscal, que filtrará la información que le convenga. Así que las manos de Annika están atadas.

En cambio, a mí no se me han impuesto ese tipo de restricciones. Puedo escribir exactamente lo que quiera; además, tengo una revista entera a mi disposición.

Me faltan dos detalles importantes:

1. En primer lugar, quiero algo que demuestre que, en la actualidad, el fiscal Ekström está colaborando ilícitamente con Teleborian con el objetivo de meterte de nuevo en el manicomio. Quiero aparecer en el mejor programa de la tele y presentar documentos que echen por tierra los argumentos del fiscal.

2. Para poder llevar una guerra mediática contra la Säpo necesito hablar en público de cosas que es probable que tú consideres asuntos privados tuyos. A estas alturas ya es tarde para el anonimato, teniendo en cuenta todo lo que se ha escrito de ti desde Pascua. Tengo que construirte una imagen mediática completamente nueva -por mucho que pienses que eso vulnera tu integridad- y me gustaría contar con tu visto bueno. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Lisbeth abrió el archivo de [La_Mesa_Chalada]. Contenía veintiséis documentos de diverso tamaño.

Capítulo 14 Miércoles, 18 de mayo

Monica Figuerola se levantó a las cinco de la mañana del miércoles y salió a correr dando una vuelta inusualmente corta. Luego se duchó y se vistió con unos vaqueros negros, camiseta blanca de tirantes y una fina americana gris de lino. Preparó café, lo metió en un termo e hizo unos bocadillos. También se puso la funda para la pistola y fue a buscar su Sig Sauer al armario de las armas. Poco después de las seis arrancó su Saab 9-5 blanco y se fue a Vittangigatan, en Vällingby.

Göran Mårtensson vivía en un apartamento de la última planta de un edificio de tres niveles situado en un barrio de la periferia de Estocolmo. Monica se había pasado la jornada del martes sacando de los archivos públicos todo lo que pudo encontrar sobre él. Era soltero, lo que, sin embargo, no impedía que pudiera vivir con alguien. No tenía ninguna deuda pendiente con Hacienda; no poseía ninguna fortuna importante y tampoco parecía llevar una vida especialmente disoluta. Raramente estaba de baja.

Lo único llamativo era que tenía licencia para no menos de dieciséis armas de fuego: tres escopetas de caza y trece armas de fuego ligeras de diverso tipo. Lo cierto era que, mientras tuviera licencia, no estaba cometiendo ningún delito, pero Monica Figuerola albergaba un escepticismo bien fundado hacia la gente que coleccionaba grandes cantidades de armas.

El Volvo con la matrícula que empezaba por KAB se hallaba en el aparcamiento que estaba a unos cuarenta metros del lugar donde Monica Figuerola había aparcado. Cogió un vaso de papel, lo llenó hasta la mitad de café solo y se comió una baguette con queso y lechuga.

Cuando pasaron los médicos por la mañana, Lisbeth Salander se encontraba mal y sufría un intenso dolor de cabeza. Pidió un Alvedon y se lo dieron sin discusión.

Una hora después, el dolor de cabeza se había agravado. Llamó a la enfermera y pidió otro Alvedon. Tampoco esa pastilla remedió el dolor. A la hora de comer, a Lisbeth le dolía tanto la cabeza que la enfermera llamó a la doctora Endrin, quien, tras un breve examen, le recetó unos analgésicos más fuertes.

Lisbeth se los puso bajo la lengua y los escupió en cuanto la dejaron sola.

Alrededor de las dos de la tarde empezó a vomitar. Eso se repitió hacia las tres.

En torno a las cuatro, el doctor Anders Jonasson subió a la planta, poco antes de que la doctora Helena Endrin se dispusiera a marcharse a casa. Intercambiaron opiniones durante un momento.

– Está mareada y sufre un fuerte dolor de cabeza. Le he dado Dexofen. No entiendo muy bien qué le está pasando… últimamente estaba teniendo una evolución muy positiva. Puede ser algún tipo de gripe…

– ¿Tiene fiebre? -preguntó el doctor Jonasson.

– No, hace una hora tenía sólo 37.2. Y el análisis de sangre está bien.

– De acuerdo. Le echaré un vistazo esta noche.

– El caso es que me voy de vacaciones tres semanas -dijo la doctora Endrin-. Tendréis que ser tú o el doctor Svantesson los que os ocupéis de ella. Pero, claro, Svantesson no la ha tratado antes…

– Vale, no te preocupes. Yo me encargaré de ella mientras tú estás fuera.

– Muy bien. Si se produce alguna crisis y necesitas ayuda, no dudes en llamarme.

Le hicieron una breve visita a Lisbeth. Ella se hallaba en la cama tapada con el edredón hasta la punta de la nariz y tenía una pinta que daba pena. Anders Jonasson le puso una mano en la frente y constató que estaba algo sudorosa.

– Creo que vamos a tener que hacer un pequeño examen.

Le dio las gracias a la doctora Endrin y se despidió de ella.

Hacia las cinco, el doctor Jonasson descubrió que la temperatura de Lisbeth había subido rápidamente hasta 37,8 grados, dato que fue introducido en su historial. A lo largo de la tarde le hizo tres visitas más y anotó que la temperatura seguía rondando los 38 grados: demasiado alta para ser normal, pero tampoco tanto para que constituyera un verdadero problema. Hacia las ocho mandó que le hicieran un escáner de la cabeza.

Cuando le dieron el resultado lo estudió con detenimiento. No podía observar nada llamativo, pero constató que había una zona más oscura apenas perceptible en las inmediaciones del orificio de la bala. Escribió en su historial una observación meticulosamente pensada, pero nada comprometedora:

«Los datos que proporciona el escáner no son suficientes para extraer conclusiones definitivas, pero el estado general de la paciente ha empeorado de forma rápida y manifiesta a lo largo del día de hoy. No se puede excluir la posibilidad de que exista una pequeña hemorragia que no se aprecia en la imagen. La paciente debe mantenerse en reposo y bajo la más estricta observación durante los próximos días.»

Erika Berger tenía veintitrés correos cuando llegó al SMP a las seis y media de la mañana del miércoles.

Uno de ellos procedía de [email protected]. El texto era corto. Contenía una sola palabra:

PUTA

Suspiró y levantó el dedo índice para borrarlo. En el último momento cambió de opinión. Miró la lista de correos recibidos y abrió uno que había llegado hacía dos días. El remitente era [email protected]. Mmm. Dos correos con la palabra puta y remitentes falsos del mundo mediático. Creó una carpeta nueva que bautizó como [ChaladoMediático] y los guardó ambos allí. Luego se puso con la agenda de la mañana.

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