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– Merci.

– Por favor, mon general, quédese con el encendedor. Seguirá encendiéndose para siempre.

El cigarillo aún pendía de los labios del general. Lo sacó rápidamente y lo posó sobre el cenicero. Sus ojos miraban la cara de Mathieu y su rostro se había petrificado, lo que en De Gaulle significaba una gran emoción.

– Sabrá usted, Monsieur le professeur, que si no conociese a conciencia todos sus antecedentes científicos, lo hubiese considerado como una especie de bromista…, o más bien un provocateur. Sin embargo, sus colegas más serenos y responsables me han asegurado que su… que lo que usted ha logrado no es el vuelo de una fantasía poética, una… métaphore, sino que, por encima de toda duda, es una realidad.

– Mon general, -dijo Mathieu tranquilamente-, desde la mitología griega, Prometeo, Sísifo, después Fausto, y todo el resto -sin olvidar, por supuesto, al Aprendiz de Brujo y a otras fábulas- todos, incluyendo a Edipo y al átomo, han empezado como una licencia poética, como una… metáfora, para luego convertirse invariablemente en una realidad terrena. Ciertamente, el propósito de la ciencia parece dar validez a las metáforas. Sodoma y Gomorra, el Occidente materialista y el Oriente materialista, las parábolas y las fábulas… todas las metáforas apuntan hacia alguna verdad histórica y científica. La humanidad, desde el principio se ha relatado a sí misma todo sobre sí misma, pero nunca lo ha creído. Si algún día llegase a perecer, será por puro descreimiento… Sin embargo, ni realizando esfuerzo alguno de la imaginación, un hombre moderno y cuerdo consideraría que la palabra "alma" entra dentro de la exhalación. Lo mismo que no cree en un edificio de armas nucleares, o en lo que llamo el síndrome de Calcuta, aquel de los millones de hombres a quienes se deja morir de hambre, de ignorancia, de mugre… Esto, mon general, en cuanto a la metáfora. Lo que mis colegas y yo estamos tratando desesperadamente de averiguar es qué clase de decisión tomará Francia al respecto. No existe absolutamente ninguna duda de que todas las fuerzas más importantes ya están preparadas para volcarse hacia el nuevo campo de la energía. Les hemos presentado todos los hechos. Los chinos ya están construyendo las nuevas plantas de fuerza. Y Francia, ¿qué es lo que hará?

Por un momento, De Gaulle permaneció en silencio, y perfectamente; luego sonrió, y en esa sonrisa había más que un rastro de astucia.

– A usted le interesará saber que desde la muerte del Papa Juan, en el Vaticano ha tenido lugar un debate teológico. La iglesia está atravesando por una gran crisis, motivada por los… nuevos tiempos. No han llegado a una conclusión final, no obstante el punto de vista de la mayoría parece ser ya muy claro. Si en esto estuviese involucrado nuestro espíritu eterno, dudo mucho -sí, en realidad, la idea es- que nuestro Creador permita que nosotros capturemos, esclavicemos y usemos como base de necesidades materiales algo que le pertenece a Él, y nada más que a Él. Como le dije, el debate aún continúa, mas hasta ahora parece que éste es el punto de vista que prevalece en el más alto nivel teológico, exceptuando a los cardenales Bea y Suytens. Su Santidad Pablo VI, el nuevo Papa, aún no se ha definido. Pienso que usted, como muchos jóvenes de hoy en día no será una persona religiosa, pero para un creyente, no es claro que nuestra alma no esté involucrada, y no veo la razón por la que su notable contribución científica no pueda ser empleada con un buen fin para el beneficio de la humanidad.

– Por supuesto que no -afirmó Mathieu.

Estaba profunda y respetuosamente impresionado. La facilidad dialéctica que el viejo zorro estaba utilizando para desenredarse y evitar la trampa bajo sus pies cristianos, era realmente admirable.

"Un espíritu indomable -pensó-, no desprovisto de cierta cantidad de anhelo profesional"… Tenía una clase de energía que le hubiera gustado utilizar con sus propias manos.

– Y ahora, señor Mathieu, antes de separarnos, ¿puedo preguntarle por qué usted y sus colegas han comunicado con una velocidad tan notable su invento a todas las otras… grandes potencias?

– Pensamos que lo merecían -manifestó Mathieu con una sonrisa simpática-. Además, ya estaban haciendo gigantescos esfuerzos en la misma dirección. Hombres como Perrin, Teller, o Kapitza en Rusia -y no olvidemos a los chinos- tienen la necesaria capacidad intelectual y moral para llegar sin la ayuda del Círculo de Erasmo. Les hemos dado un pequeño empujón, solamente para acelerar el proceso. Es todo.

Dos días después, en un aparente non sequitur, y sin dar ninguna importancia al asunto que estaban discutiendo, De Gaulle le dijo de pronto a Malraux:

– ¿Sabes cómo llama este joven interesante a este… combustible, o energía? Lo llama el "rendimiento". Lo que significa que ambos, Stalin y Hitler, han ganado una guerra diferente de aquella por la que lucharon. Ganaron, y su victoria está allí para siempre. En 1914 y luego en los años treinta, tuvimos que elegir entre la cultura y la civilización, y elegimos mal.

Luego le mostró a Malraux el encendedor. El escritor lo encendió y miró la llama color naranja brillante.

Era el día de la prueba nuclear francesa en Polinesia. La llamita continuaba ardiendo firmemente. Malraux, a quien la señora de De Gaulle a veces llamaba el "demonio", rió. Y aseveró: -En momentos en que todos piensan en las vacaciones y en estar ociosos, la idea de trabajar horas extra, por así decirlo, será recibida con puños apretados y rechinar de dientes. Pero no hay sublevamiento.

De Gaulle se había apartado del escritorio. Acompañó a Mathieu hasta la puerta.

– Espero que usted tendrá la protección policial adecuada, -le dijo con un poco de jocosidad-. Si alguna vez lo secuestran y piden un rescate, para pagar lo que usted vale no habrá oro suficiente dans nos coffres, "en nuestras arcas".

– Estoy sobreprotegido, mon general. Y nuestros policías no están solos. Casi nunca salgo del laboratorio sin advertir por lo menos tres personas bien intencionadas. Los rusos y los norteamericanos me han contado que me protegen contra algún secuestro. No he visto a ningún chino. Mes respects, mon general.

De Gaulle se acercó a la ventana paseando la mirada por los canteros verdes de los Champs Ely sees. Trataba de controlar la furia. En todos sus años de actividad, esto era lo más ofensivo, la cosa más insultante e inaceptable que jamás había oído. Inmediatamente pondría un punto final a la infamia. Llamó al edecán, el coronel Berthier, que de una sola mirada supo que el presidente estaba de un humor detestable.

– Haga el favor de llamar a Frey y a Papon, y pregúnteles cómo es posible que se les permita a los norteamericanos y a los rusos otorgar "protección policial" a un ciudadano francés, dentro de los límites de Francia. Quiero que esto cese inmediatamente. Inmediatamente, ¿entiende?

– Oui, mon general.

El embajador norteamericano y el ruso tendrían que oír hablar de esto.

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