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Hice una pausa.

– ¿Han identificado a Jean?

– Petricelli y él siguen entre los desaparecidos.

– Le encontrarán.

– Ya.

– ¿Estás bien?

– Firme como un clavo. ¿Qué me dices de ti? ¿No te sientes sola?

– Estoy bien -dije, mirando la cama que acababa de dejar.

Carolina del Norte posee un sistema de forenses centralizado, con su cuartel general en Chapel Hill y oficinas regionales en Winston, Salem, Greenville y Charlotte. Debido a cuestiones geográficas, y a su disposición física, la sección de Charlotte, MCME, llamada forense del condado de Mecklenburg, fue elegida para procesar los especimenes recogidos en el depósito provisional de Bryson City. Un técnico había viajado desde Chapel Hill y se había instalado una unidad de histología temporal.

El forense del condado de Mecklenburg forma parte del Centro de Servicios del Condado Harold R. Hal Marshall, que se alza a ambos lados de College Street entre la Novena y la Décima, justo en el límite del sector residencial de la ciudad. La sede de las instalaciones fue en otra época un Garden Center de Sears. Aunque se trata de un huérfano arquitectónico, es moderno y eficiente.

Pero la propiedad del Hal puede estar amenazada. Olvidada durante años, la tierra sobre la que se alza el centro, con vistas a las urbanizaciones, tiendas y locales nocturnos, ha despertado el interés de los constructores como una zona más apta para la expansión comercial que para su uso como oficinas del condado, aparcamientos y depósito. Pronto florecerían tarjetas oro de American Express, expendedores de cappuccino y clubes de los Hornets y los Panthers en un paisaje donde antes dominaban escalpelos, camillas y mesas de autopsia.

Veinte minutos después de haber podido ponerme finalmente las bragas, aparqué en el MCME. Al otro lado del College, los vagabundos recibían perritos calientes y limonada en mesas plegables. Las mantas cubrían la franja de musgo entre la acera y el bordillo, exhibiendo zapatos, camisas y calcetines. Un gran número de indigentes vagaban por el lugar, sin ningún lugar adonde ir, ni prisa por llegar a ninguna parte.

Cerré el coche, me dirigí hacia la estructura de ladrillo rojo de baja altura y atravesé las puertas acristaladas. Después de saludar a las mujeres que estaban en la mesa del vestíbulo me presenté ante Tim Larabee, el forense del condado de Mecklenburg. Me llevó a un ordenador que procesaba los datos de víctimas de accidentes y busqué el caso número 387. Probablemente estaba violando los términos de mi proscripción, pero debía correr el riesgo.

Las pruebas de ADN se estaban realizando en el laboratorio criminal de Charlotte-Mecklenburg y los resultados todavía no estaban disponibles. Pero la histología estaba lista. Las muestras que había cortado de los huesos del tobillo y el pie habían sido rebanadas en astillas de menos de una centésima de micra de grosor, procesadas, teñidas y colocadas en platinas. Las encontré y las coloqué bajo la lente de un microscopio.

El hueso es un universo en miniatura en el cual el nacimiento y la muerte se producen constantemente. La unidad básica es el osteón, compuesto de lazos concéntricos de hueso, un cartal, osteocitos, vasos y nervios. En el tejido vivo los osteones nacen, se alimentan y finalmente son reemplazados por nuevas unidades.

Cuando se los amplía y examina bajo una luz polarizada, los osteones parecen diminutos volcanes, conos ovoides con cráteres centrales y laderas que se extienden hacia llanuras de hueso primario. La cantidad de volcanes aumenta con la edad, al igual que el número de calderas abandonadas. Al determinar la densidad de estos rasgos uno llega a una estimación de la edad del hueso.

Primero busqué signos de anormalidad. En el corte transversal de un hueso largo, el adelgazamiento del tallo, la ondulación de los bordes internos o externos, o la deposición anormal de hueso tramado pueden indicar problemas, incluyendo la cicatrización de una fractura o una reconstrucción inusualmente rápida. No encontré ninguna de esas anomalías.

Satisfecha de que fuese factible realizar una estimación realista de la edad, aumenté la ampliación de la lente a cien y a continuación inserté en el ocular un micrómetro regulado. La cuadrícula contenía cien cuadrados, cuyos lados medían un milímetro al nivel de la sección. Moviéndome de una platina a otra examiné los paisajes en miniatura, contando y registrando con sumo cuidado los caracteres dentro de cada cuadrícula. Cuando hube terminado y volcado los totales en la fórmula adecuada, obtuve mi respuesta.

La persona a la que había pertenecido ese pie tenía alrededor de sesenta y cinco años, aunque probablemente estaba más cerca de los setenta.

Me recliné en la silla y consideré ese dato. Ninguno de los pasajeros se acercaba a esa edad. ¿Cuáles eran las opciones?

Uno. A bordo del avión viajaba un pasajero que no constaba en la lista. ¿Un viajero sin cargo septuagenario? ¿Un respetable ciudadano mayor de polizón? Improbable.

Dos. Uno de los pasajeros había subido el pie a bordo. Ryan dijo que no habían encontrado a nadie cuyo perfil sugiriese un interés en las partes del cuerpo humano.

Tres. El pie no guardaba relación alguna con el vuelo 228 de TransSouth Air.

¿De dónde procedía entonces?

Busqué una tarjeta en el bolso, comprobé el número y llamé.

– Departamento del Sheriff del Condado de Swain.

– Lucy Crowe, por favor.

– ¿Quién la llama?

Di mi nombre y esperé. Un momento más tarde se escuchó la voz grave y ronca.

– Tal vez no debería estar hablando con usted.

– ¿Lo ha oído?

– Lo he oído.

– Podría intentar explicárselo pero creo que ni yo misma entiendo la situación.

– No la conozco lo suficiente como para juzgarla.

– ¿Por qué está hablando conmigo?

– Instinto.

– Estoy intentando aclarar todo este asunto.

– Eso estaría bien. Los tiene a todos bastante nerviosos.

– ¿Qué quiere decir?

– Acabo de recibir una llamada de Parker Davenport.

– ¿El vicegobernador?

– El mismo. Me ordenó que la mantuviese alejada del lugar del accidente.

– ¿No tiene nada mejor de qué preocuparse?

– Aparentemente usted es un fastidio. Uno de mis ayudantes atendió una llamada esta mañana. El tío quería saber dónde vive y dónde se alojó mientras estuvo aquí.

– ¿Quién era?

– No quiso dar su nombre y colgó cuando mi ayudante insistió.

– ¿Era alguien de la prensa?

– Somos muy buenos descubriendo a los tíos de la prensa.

– Sheriff, hay algo que puede hacer por mí.

Percibí el sonido del aire a larga distancia.

– ¿Sheriff? ' -

– La escucho.

Describí el pie y mis razones para dudar de que tuviese alguna relación con el accidente aéreo.

– ¿Podría comprobarlo en la lista de personas desaparecidas en Swain y los condados vecinos?

– ¿Tiene algún otro dato aparte de la edad?

– Metro sesenta y cinco de altura con pies en mal estado. Cuando reciba los resultados de la prueba del ADN sabré cuál era el sexo de su propietario.

– ¿Período de búsqueda?

– Un año.

– Aquí en Swain tenemos algunos casos. Echaré un vistazo. Y supongo que no hay nada de malo si hago algunas averiguaciones.

Cuando colgamos, cerré herméticamente el estuche con las platinas y se lo devolví al técnico del laboratorio. Mientras conducía de regreso a casa un montón de nuevas preguntas se amontonaron en mi cabeza, alimentadas por sentimientos de ira y humillación.

¿Por qué no me defendía Larke Tyrell? Él sabía perfectamente el compromiso que yo siempre asumía con mi trabajo, sabía que jamás pondría en peligro ninguna investigación.

¿Acaso Parker Davenport era la «gente poderosa» que había mencionado Tyrell? Larke era un oficial designado. ¿Podía el vicegobernador presionar a su forense jefe? ¿Por qué?

¿Podía ser justa la reacción de Lucy Crowe ante Davenport? ¿Estaba el vicegobernador preocupado por su imagen y planeaba utilizarme a mí con propósitos publicitarios?

Recordé su presencia en el lugar del desastre, la boca cubierta con un pañuelo inmaculado y los ojos bajos para evitar la carnicería que nos rodeaba.

¿O era a mí a quien quería evitar? Una sensación desagradable creció dentro de mí y traté de borrar la imagen. No tuve éxito. Mi mente era como un ordenador sin la tecla de suprimir.

Pensé en el consejo de Ryan. En el de Pete. Ambos decían lo mismo.

Marqué el número de Información y luego hice una llamada.

El teléfono sonó dos veces antes de que Ruby contestara.

Me identifiqué y le pregunté si la habitación Magnolia estaba libre.

– La habitación está vacía pero se la he ofrecido a uno de los huéspedes de la planta baja.

– Me gustaría volver a alojarme allí.

– Me dijeron que se había marchado para siempre. Pagado la cuenta.

– Le pagaré una semana por adelantado.

– Debe de ser la voluntad del Señor que el otro huésped aún no se haya mudado a la habitación de arriba.

– Sí -contesté con un entusiasmo que no sentía en absoluto-. La voluntad del Señor.


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