Una de esas muchas fechas que ya no me dicen nada. A dónde fui ese día, qué hice, no lo sé. Si en los alrededores se hubiera cometido un crimen, no tendría coartada. El sol brilló y se apagó sin que yo me diera cuenta. La tierra giró y no lo mencioné en mi diario. Preferiría pensar que morí brevemente, y no que nada recuerdo, aunque viví sin pausa. Pues si no fui ningún fantasma: respiré y comí, di pasos que se oían y las huellas de mis dedos tuvieron que haber quedado en las puertas. Me reflejé en el espejo. Llevaba puesto algo de algún color. Y seguro que hubo gente que me vio. Quizá ese día encontré algo que había perdido antes. Quizá perdí algo que encontré después. Me embargaron sensaciones, sentimientos. Ahora todo eso es como puntos entre paréntesis. En dónde me metí, en dónde me enterré, en verdad no es un mal truco perderse a una misma de vista. Agito mi memoria, tal vez algo en sus ramas, adormecido por años, salga de pronto volando. No. Evidentemente exijo demasiado: tanto como un segundo. De "Fin y principio", 1993 |