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EL ACRÓBATA

De trapecio en
en trapecio, en silencio tras
tras el redoble de pronto enmudecido, a través
a través del aire sorprendido, más veloz que
que el peso de su cuerpo, que otra vez
otra vez no llegó a tiempo de caer.
Solo. O aún menos que solo,
menos, pues mútilo, pues fáltanle
fáltanle las alas, fáltanle mucho,
una falta que le obliga
a avergonzados revoloteos con una atención
implume, ya sólo desnuda.
Denodadamente ligero,
con paciente agilidad,
con calculada inspiración ¿Ves
cómo se agazapa para el vuelo, sabes
cómo conspira de pies a cabeza
contra quien él es: sabes, ves
cuán arteramente se enhebra en su antigua figura y,
para asir en su puño el mundo mecido,
extiende los brazos recién nacidos de sí?
más hermoso sobre todo en este preciso,
preciso, por lo demás ya pasado, instante.
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