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– ¿Creéis que nos han visto? -preguntó Jack desde la proa.

– Quién sabe -respuso Kevin.

– Hemos escapado por los pelos -observó Jack.

Para las mujeres, la espera había sido tan angustiosa como para Jack y Warren. Cuando la pequeña canoa se acercó a la piragua, lloraron lágrimas de alivio.

La última preocupación era el motor fuera borda. Jack se ocupó de él, pues había tenido experiencia con ellos en su adolescencia. Mientras lo examinaba, los demás remaron para conducir la canoa río adentro.

Jack bombeó la gasolina y pronunció una pequeña plegaria antes de tirar de la cuerda.

El motor emitió unos cuantos sonidos ahogados y se encendió, rompiendo la quietud del alba. Jack miró a Laurie y le sonrió. Luego aumentó la velocidad y viró hacia el sur, donde Gabón se veía como una línea verde en el horizonte.

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