Y entonces Madre dijo:
– Dios mío.
Y entonces ya no dijo nada más durante mucho rato. Y entonces hizo un ruido como el gemido de un animal en un programa sobre la naturaleza en la televisión.
Y a mí no me gustó nada que hiciera eso, porque era un ruido fuerte y dije:
– ¿Por qué haces eso?
Y ella no dijo nada durante un rato, y entonces dijo:
– Oh, Christopher, lo siento tantísimo.
– No es culpa tuya -dije.
Y entonces ella dijo:
– Cabrón. El muy cabrón.
Y entonces, al cabo de un rato, Madre dijo:
– Christopher, déjame cogerte la mano. Sólo por una vez. Hazlo sólo por mí, ¿quieres? No te la cogeré fuerte.
Y tendió su mano.
– A mí no me gusta que la gente me coja la mano -dije.
Entonces ella apartó la mano y dijo:
– No. Vale. Está bien -y entonces dijo-: Vamos a sacarte de la bañera y secarte, ¿vale?
Y yo salí de la bañera y me sequé con la toalla morada. Pero no tenía ningún pijama, así que me puse una camiseta blanca y un par de shorts amarillos que eran de Madre, pero no me importó, porque estaba muy cansado. Y mientras hacía eso, Madre fue a la cocina y me calentó un poco de sopa de tomate, porque era roja.
Y entonces oí que alguien abría la puerta del piso y había una voz de un hombre extraño fuera, así que eché el pestillo de la puerta del baño. Y hubo una discusión fuera y un hombre dijo: «Necesito hablar con él», y Madre dijo: «Ya ha tenido suficiente por un día» y el hombre dijo: «Ya lo sé, pero aun así tengo que hablar con él».
Y Madre llamó a la puerta y dijo que un policía quería hablar conmigo y que tenía que abrir la puerta. Y dijo que ella no dejaría que me llevara con él y me lo prometió. Así que cogí a Toby y abrí la puerta.
Y había un policía fuera y dijo:
– ¿Eres Christopher Boone?
Y yo dije que sí. Y él dijo:
– Tu padre dice que te has escapado. ¿Es cierto eso?
– Sí -dije.
Y él dijo:
– ¿Ésta es tu madre? -Y señaló a Madre.
Y yo dije:
– Sí.
Y él dijo:
– ¿Por qué te has escapado?
Y yo dije:
– Porque Padre mató a Wellington, que es un perro, y yo tenía miedo de él.
Y el policía dijo:
– Eso me han dicho -y entonces dijo-: ¿Quieres volver a Swindon con tu Padre o quieres quedarte aquí?
– Quiero quedarme aquí -dije.
Y él dijo:
– ¿Y qué le parece eso?
Y yo dije:
– Quiero quedarme aquí.
Y el policía dijo:
– Espera. Se lo estaba preguntando a tu madre.
Y Madre dijo:
– Le dijo a Christopher que yo había muerto.
Y el policía dijo:
– Bueno, a ver… No nos metamos ahora en discusiones sobre quién dijo qué. Tan sólo quiero saber si…
Y Madre dijo:
– Por supuesto que puede quedarse.
Y entonces el policía dijo:
– Bueno, creo que eso lo arregla todo, por lo que a mí concierne.
Y yo dije:
– ¿Va a llevarme de vuelta a Swindon?
Y él dijo:
– No.
Y entonces me sentí contento porque podía vivir con Madre.
Y el policía dijo:
– Si su marido aparece y causa problemas, sólo tiene que llamarnos. De no ser así, van a tener que solucionar este asunto entre ustedes.
Y entonces el policía se marchó y el señor Shears amontonó unas cuantas cajas en la habitación de invitados para poder poner un colchón hinchable en el suelo para que yo durmiera, y me fui a dormir.
Entonces me desperté, porque había personas gritando en el piso y eran las 2.31 de la madrugada. Y una de las personas era Padre y tuve miedo. Pero no había pestillo en la puerta de la habitación de invitados.
Y Padre gritó:
– Voy a hablar con él te guste o no, y no vas a ser precisamente tú quien me diga lo que tengo que hacer.
Y Madre gritó:
– Roger. No, no le…
Y el señor Shears gritó:
– No pienso permitir que me hablen de esa manera en mi propia casa.
Y Padre gritó:
– Yo te hablo como me da la santa gana.
Y Madre gritó:
– No tienes derecho a estar aquí.
Y Padre gritó:
– ¿Que no tengo derecho? ¿Que no tengo derecho? Es mi hijo, joder, por si lo habías olvidado.
Y Madre gritó:
– ¿A qué demonios te creías que estabas jugando, diciéndole esas cosas?
Y Padre gritó:
– ¿Que a qué estaba jugando? Fuiste tú la que se largó, maldita sea.
Y Madre gritó:
– ¿Así que decidiste borrarme simplemente de su vida, así, sin más?
Y el señor Shears gritó:
– Bueno, calmémonos todos un poco, ¿de acuerdo?
Y Padre gritó:
– Bueno, ¿no era eso lo que tú querías?
Y Madre gritó:
– Le escribí todas las semanas. Todas las semanas.
Y Padre gritó:
– ¿Escribirle? ¿De qué coño servía escribirle?
Y el señor Shears gritó:
– Eh, eh, eh.
Y Padre gritó:
– Yo le he hecho la comida. Le he lavado la ropa. He cuidado de él todos los fines de semana. Lo he llevado al médico. Me he vuelto loco de preocupación cada vez que se largaba a alguna parte por la noche. He ido al colegio cada vez que se metía en una pelea. ¿Y tú? Tú le escribiste unas jodidas cartas.
Y Madre gritó:
– ¿Así que te pareció bien decirle que su madre había muerto?
Y el señor Shears gritó:
– Ahora no es el momento.
Y Padre gritó:
– Tú, mueve el culo y sal de aquí o…
Y Madre gritó:
– Ed, por el amor de Dios…
Y Padre dijo:
– Voy a verlo. Y si tratas de impedírmelo…
Y entonces Padre entró en mi habitación. Pero yo sostenía la navaja del Ejército Suizo con la hoja de sierra fuera por si me agarraba. Y Madre entró también en la habitación y dijo:
– No pasa nada, Christopher. No dejaré que te haga nada. Tranquilo.
Y Padre se puso de rodillas cerca de la cama y dijo:
– ¿Christopher?
Pero yo no dije nada. Y él dijo:
– Christopher, lo siento, de verdad que lo siento. Todo. Lo de Wellington. Lo de las cartas. Lo de hacer que te escaparas. Yo nunca quise que… Te prometo que nunca volveré a hacer nada parecido. Eh. Vamos, chaval.
Y entonces levantó la mano derecha y abrió los dedos en abanico para que yo pudiese tocarle los dedos, pero no lo hice porque tenía miedo.
Y Padre dijo:
– Mierda. Christopher, por favor.
Y le caían lágrimas por la cara.
Y nadie dijo nada durante un rato.
Y entonces Madre dijo:
– Ahora creo que deberías marcharte.
Pero hablaba con Padre, no conmigo.
Entonces el policía volvió, porque el señor Shears había llamado a la comisaría, y le dijo a Padre que se calmara y se lo llevó del piso.
Y Madre dijo:
– Ahora vuelve a dormirte. Todo va a salir bien. Te lo prometo.
Y entonces volví a dormirme.