Mi tren de juguete tenía un pequeño edificio que eran dos habitaciones con un pasillo entre ellas. Una era el mostrador donde comprabas los billetes, y la otra era una sala donde esperabas el tren. Pero la estación de Swindon no era así. Había un túnel y unas escaleras y una tienda y cafetería y una sala de espera, así
Pero éste no es un mapa muy exacto de la estación porque estaba asustado, así que no me daba cuenta muy bien de las cosas, y esto es sólo lo que recuerdo o sea que es una aproximación.
Y era como estar de pie en un precipicio con un viento muy fuerte, porque me hacía sentir aturdido y mareado porque había un montón de gente entrando y saliendo del túnel y resonaba muchísimo y sólo había una forma de entrar y era a través del túnel, y olía a lavabos y a cigarrillos. Así que me apoyé en la pared y me agarré a un letrero que decía Si desea acceder al aparcamiento le rogamos utilice el teléfono de asistencia a la derecha del mostrador de venta de billetes para no caerme y me agaché en el suelo. Y quise irme a casa. Pero tenía miedo de irme a casa y traté de hacer un plan en mi cabeza de lo que debía hacer, pero había demasiadas cosas que ver y oír.
Así que me tapé las orejas con las manos para bloquear el ruido y pensar. Y pensé que tenía que quedarme en la estación para subirme a un tren y que tenía que sentarme en algún sitio y no había ningún sitio en que sentarse cerca de la puerta de la estación así que tenía que pasar por el túnel. Así que me dije a mí mismo, en mi cabeza, no en voz alta: «Voy a pasar por el túnel y a lo mejor hay un sitio para sentarme y podré cerrar los ojos y podré pensar», y pasé por el túnel tratando de concentrarme en el letrero al final del túnel que decía ATENCIÓN circuito cerrado de televisión en funcionamiento. Y fue como cruzar el precipicio caminando sobre una cuerda floja.
Y por fin llegué al final del túnel y había una escalera y subí por la escalera y seguía habiendo un montón de gente y gemí y había una tienda y una habitación con sillas, pero había demasiada gente en la habitación con sillas, así que pasé de largo. Y había letreros que decían Great Western y variedad de cervezas y CUIDADO, SUELO MOJADO y Sus 50 peniques mantendrán con vida 1,8 segundos a un bebé prematuro y transformamos los viajes y Refrescante y diferente y ES DELICIOSO Y CREMOSO Y SÓLO CUESTA 1 libra con 30 CHOCOLATE CALIENTE DE LUJO y 0870 777 7676 y El Limonero y Prohibido Fumar y Té de calidad y había unas mesitas con sillas junto a ellas y en una de las mesas no había nadie sentado y estaba en un rincón y me senté en una de las sillas y cerré los ojos. Y metí las manos en los bolsillos y Toby se me subió a la mano y le di dos bolitas de comida de rata de mi mochila y agarré la navaja del Ejército Suizo con la otra mano, y gemí para tapar el ruido porque me había quitado las manos de las orejas, pero no tan alto como para que la gente me oyera y viniese a hablar conmigo.
Y entonces intenté pensar en lo que tenía que hacer, pero no podía pensar, porque había demasiadas otras cosas en mi cabeza, así que hice un problema de matemáticas para despejarme un poco la cabeza.
Y el problema de matemáticas que hice se llama Los soldados de Conway. En Los soldados de Conway tienes un tablero de ajedrez que continúa hasta el infinito en todas direcciones y cada cuadro por debajo de una línea horizontal está coloreado, así
Puedes mover un cuadro coloreado sólo si puede saltar sobre otro cuadro coloreado horizontal o verticalmente (pero no en diagonal) hacia un cuadro vacío dos cuadros más allá. Y cuando mueves un cuadro coloreado de esa manera tienes que quitar el cuadro coloreado que ése ha saltado, así
Y tienes que intentar llevar los cuadros coloreados lo más arriba posible por encima de la línea horizontal del principio, y empiezas haciendo algo así
Y entonces haces algo así
Y yo sé cuál es la respuesta, porque por mucho que muevas los cuadros coloreados nunca llevarás uno más allá de 4 cuadros por encima de la línea horizontal del principio, pero es un buen problema de mates para hacer cuando no quieres pensar en otra cosa, porque puedes hacerlo tan complicado como lo necesites para llenar tu cerebro, haciendo el tablero tan grande como quieras y los movimientos tan complicados como quieras.
Yo había llegado a
Y entonces levanté la mirada y vi que había un policía de pie delante de mí y que me decía:
– ¿Hay alguien en casa?
Pero yo no sabía qué significaba eso.
Y entonces dijo:
– ¿Te encuentras bien, jovencito?
Lo miré y pensé un momento para contestar correctamente a la pregunta y dije:
– No.
Y él dijo:
– No tienes lo que se dice muy buena pinta.
Llevaba un anillo de oro en uno de sus dedos y tenía unas letras grabadas en él, pero no pude ver qué eran. Entonces dijo:
– La señora de la cafetería dice que llevas aquí 2 horas y 1/2 y que cuando ha tratado de hablar contigo estabas en un absoluto trance.
Entonces dijo:
– ¿Cómo te llamas?
Y yo dije:
– Christopher Boone.
– ¿Dónde vives? -dijo.
Y yo dije:
– En el 36 de la calle Randolph.
Y empecé a sentirme mejor porque me gustan los policías y era una pregunta fácil, y pensé si debía decirle que Padre había matado a Wellington, y si iba a arrestar a Padre. Y él dijo:
– ¿Qué estás haciendo aquí?
Y yo dije:
– Necesitaba sentarme y estar tranquilo y pensar.
– Muy bien, vamos a ponértelo más fácil -dijo-. ¿Qué estás haciendo en la estación?
Y yo dije:
– Me voy a ver a Madre.
– ¿A Madre? -dijo él.
Y yo dije:
– Sí, a Madre.
Y él dijo:
– ¿Cuándo sale tu tren?
– No lo sé -dije-. Vive en Londres. No sé cuándo salen los trenes para Londres.
Y él dijo:
– Así pues, ¿no vives con tu madre?
Y yo dije:
– No, pero voy a hacerlo.
Y entonces se sentó a mi lado y dijo:
– Bueno, ¿dónde vive tu madre?
– En Londres -dije.
Y él dijo:
– Sí, pero ¿en qué sitio de Londres?
Y yo dije:
– 451c Chapter Road, Londres NW2 5NG.
– Dios santo. ¿Qué es eso? -dijo.
Y yo bajé la mirada y dije:
– Es mi rata doméstica, Toby. -Porque asomaba la cabeza de mi bolsillo y miraba al policía.
Y el policía dijo:
– ¿Una rata doméstica?
Y yo dije:
– Sí, una rata doméstica. Es muy limpia y no tiene la peste bubónica.
Y el policía dijo:
– Bueno, tranquiliza saberlo.
– Sí -dije yo.
Y él dijo:
– ¿Tienes billete?
Y yo dije:
– No.
– ¿Tienes dinero para comprar un billete? -dijo él.
Y yo dije:
– No.
Y él dijo:
– Bueno, pues entonces ¿cómo piensas llegar a Londres?
Y entonces no supe qué decir porque tenía la tarjeta del cajero de Padre en el bolsillo y era ilegal robar cosas, pero él era un policía o sea que tenía que decirle la verdad, así que dije:
– Tengo una tarjeta de cajero automático. -Y la saqué del bolsillo y se la enseñé.
Y eso fue una mentira piadosa.
Pero el policía dijo:
– ¿Es tuya esa tarjeta?
Y entonces pensé que podía arrestarme, y dije:
– No, es de Padre.
– ¿De Padre? -dijo.
Y yo dije:
– Sí, de Padre.
Y él dijo:
– Vale -pero lo dijo muy despacio y apretándose la nariz con el pulgar y el índice.
Y yo dije:
– Me dijo el número. -Lo cual era otra mentira piadosa.
Y él dijo:
– Por qué no nos damos tú y yo un paseíto hasta el cajero automático, ¿eh?
Y yo dije:
– No debe tocarme.
– ¿Por qué iba a querer tocarte? -dijo él.
Y yo dije:
– No lo sé.
Y él dijo:
– Bueno, pues yo tampoco.
Y yo dije:
– Porque me dieron una amonestación por pegarle a un policía, pero yo no pretendía hacerle daño, y si lo hago otra vez voy a meterme en problemas aún peores.
Entonces me miró y dijo:
– Hablas en serio, ¿verdad?
– Sí -dije yo.
Y él dijo:
– Ve tú delante.
Y yo dije:
– ¿Adonde?
Y él dijo:
– Detrás de la oficina de venta de billetes. -Y señaló con el pulgar.
Y entonces volvimos a pasar a través del túnel, pero no me dio tanto miedo porque iba un policía conmigo.
Y metí la tarjeta del cajero en la máquina como Padre me había dejado hacer algunas veces cuando íbamos de compras juntos y la máquina dijo INTRODUZCA SU NÚMERO SECRETO y tecleé 3558 y apreté el botón de validar y la máquina dijo POR FAVOR INTRODUZCA EL IMPORTE y había varias opciones
¬ £10 £20 ®
¬ £50 £100 ®
Otro importe
(sólo múltiplos de 10) ®
Y le pregunté al policía:
– ¿Cuánto cuesta sacar un billete a Londres?
Y él me dijo:
– Unas 30 cucas.
Y yo dije:
– ¿Eso son libras?
Y él dijo:
– Por todos los santos. -Y se rió. Pero yo no me reí porque a mí no me gusta que la gente se ría de mí, ni siquiera aunque sean policías. Y él dejó de reírse y dijo-: Sí. Son 30 libras.
Así que apreté el botón de £50 y salieron de la máquina cinco billetes de 10 libras, y un recibo, y yo me metí los billetes y el recibo y la tarjeta en el bolsillo.