En el autobús de camino al colegio a la mañana siguiente vi pasar 4 coches rojos seguidos, lo que significaba que era un Día Bueno, así que decidí no estar triste por lo de Wellington.
El señor Jeavons, el psicólogo del colegio, me preguntó una vez por qué 4 coches rojos seguidos hacían que fuese un Día Bueno, y 3 coches rojos seguidos un Día Bastante Bueno, y 5 coches rojos seguidos un Día Súper Bueno, y por qué 4 coches amarillos seguidos hacían que fuese un Día Negro , que es un día en que no hablo con nadie y me siento a leer libros solo y no almuerzo y No Corro Riesgos. Dijo que yo era una persona muy lógica, y que le sorprendía que pensara de esa manera, porque no era muy lógica.
Le dije que me gustaba que las cosas siguieran un orden preciso. Y una manera de que las cosas siguieran un orden preciso era siendo lógico. En especial si esas cosas eran números o un razonamiento. Pero había otras formas de poner las cosas en un orden preciso. Y por eso yo tenía Días Buenos y Días Negros . Le dije que hay personas que trabajan en una oficina y que al salir de casa por la mañana ven que brilla el sol y eso hace que se sientan contentas, o ven que llueve y eso hace que se sientan tristes, pero la única diferencia es el clima, y si trabajan en una oficina el clima no tiene nada que ver con que tengan un buen día o un mal día.
Dije que cuando Padre se levanta por las mañanas siempre se pone los pantalones antes de ponerse los calcetines y que eso no es lógico, pero siempre lo hace así, porque a él también le gusta hacer las cosas en un orden preciso. Además, cuando sube los escalones lo hace siempre de dos en dos y empieza siempre con el pie derecho.
El señor Jeavons dijo que yo era un chico muy listo.
Yo dije que no era listo. Tan sólo advertía cómo son las cosas, y eso no es ser listo. Sólo es ser observador. Ser listo es ver cómo son las cosas y utilizar la información para deducir algo nuevo. Como que el universo está en expansión o que alguien ha cometido un asesinato. O cuando uno ve el nombre de alguien y le da un valor a cada letra del 1 al 26 (a = 1, b = 2 , etc.) y suma los números en la cabeza y descubre que dan un número primo, como Scooby Doo (113), o Sherlock Holmes (163), o Doctor Watson (167).
El señor Jeavons me preguntó si eso me hacía sentirme seguro, eso de que las cosas siempre tuviesen un orden preciso, y le contesté que sí.
Entonces me preguntó si no me gustaba que las cosas cambiaran. Y dije que no me importaría que las cosas cambiaran si yo me convirtiera en un astronauta, por ejemplo, que es uno de los mayores cambios que uno puede imaginar, aparte de convertirse en niña o morirse.
Me preguntó si me gustaría ser astronauta y le dije que sí.
Dijo que era muy difícil llegar a ser astronauta. Yo dije que ya lo sabía. Uno tenía que ser oficial de las fuerzas aéreas y acatar muchas órdenes y estar dispuesto a matar a otros seres humanos, y yo no puedo acatar órdenes. Además, no tengo la visión de 20/20 que se necesita para ser piloto. Pero dije que puedes seguir deseando algo por muy improbable que sea.
Terry, que es el hermano mayor de Francis, que va a la escuela, dijo que yo sólo encontraría trabajo de recogedor de carritos en el supermercado o de limpiador de mierda de burro en una reserva de animales y que a los tarados no les dejaban pilotar cohetes que cuestan billones de libras. Cuando le dije eso a Padre, dijo que Terry tenía celos de que yo fuera más listo que él. Lo cual era una idea estúpida, porque lo nuestro no era una competición. Pero Terry es estúpido, así que quod erat demonstrandum, que en latín quiere decir «Que es la cosa que iba a demostrarse», es decir, «Que prueba lo dicho».
Yo no soy un tarado, y aunque es probable que no me convierta en astronauta, voy a ir a la universidad a estudiar Matemáticas, o Física, o Física y Matemáticas (en una facultad de doble licenciatura), porque las matemáticas y la física me gustan y se me dan muy bien. Pero Terry no irá a la universidad. Padre dice que lo más probable es que Terry acabe en la cárcel.
Terry lleva en el brazo un tatuaje en forma de corazón con un cuchillo que lo atraviesa.
Pero esto es lo que se llama una digresión, y ahora vuelvo a lo de que era un Día Bueno.
Puesto que era un Día Bueno, decidí que intentaría descubrir quién había matado a Wellington, porque un Día Bueno es un día para poner en marcha proyectos y planear cosas.
Cuando le dije eso a Siobhan, me dijo:
– Bueno, hoy se supone que hemos de escribir un relato, así que ¿por qué no escribes lo que pasó cuando encontraste a Wellington y fuiste a la comisaría?
Y entonces empecé a escribir esto.
Y Siobhan dijo que ella me ayudaría con la ortografía, la gramática y las notas a pie de página.