Esa noche escribí un poco más de mi libro y a la mañana siguiente me lo llevé al colegio para que Siobhan pudiese leerlo y decirme si había cometido errores de ortografía y gramática.
Siobhan leyó el libro durante el recreo de la mañana, cuando se toma una taza de café y se sienta en un extremo del patio con los demás profesores.
Después del recreo de la mañana vino a sentarse a mi lado y dijo que había leído la parte de mi conversación con la señora Alexander.
Me preguntó:
– ¿Le has hablado a tu padre de eso?
Y yo contesté:
– No.
Y ella dijo:
– ¿Vas a hablarle a tu padre de eso?
Y yo dije:
– No.
Y ella dijo:
– Bien. Creo que es una buena idea, Christopher.
Y entonces dijo:
– ¿Te sentiste triste al descubrirlo?
Y yo dije:
– ¿Descubrir qué?
Y ella dijo:
– ¿Te disgustaste al descubrir que tu madre y el señor Shears tuvieron una aventura?
– No -dije yo.
Y ella dijo:
– ¿Me estás diciendo la verdad, Christopher?
– Yo siempre digo la verdad -dije yo entonces.
Y ella dijo:
– Ya sé que lo haces, Christopher. Pero a veces nos ponemos tristes por algo y no nos gusta decirles a los demás que estamos tristes por eso. Preferimos guardar el secreto. O a veces estamos tristes pero en realidad no sabemos que estamos tristes. Así que decimos que no estamos tristes. Pero en realidad lo estamos.
– Yo no estoy triste -dije.
Y ella dijo:
– Si esto te hiciera sentir triste, quiero que sepas que puedes venir a hablarme de ello. Porque creo que hablar conmigo te ayudará a sentirte menos triste. Y si no estás triste pero sencillamente quieres hablarme de ello, también me parecerá bien. ¿Lo comprendes?
Y yo dije:
– Sí, lo entiendo.
Y ella dijo:
– Bien.
– Pero no estoy triste -dije yo-. Porque Madre está muerta. Y porque el señor Shears ya no anda por aquí. O sea que estaría poniéndome triste por algo que no es real y no existe. Y eso sería estúpido.
Y entonces hice prácticas de matemáticas durante el resto de la mañana y a la hora de comer no me tomé la quiche porque era amarilla, pero sí me comí las zanahorias y los guisantes y un montón de ketchup. Y de postre me comí un poco de tarta de mora y manzana, pero no el glaseado porque era amarillo, y pedí a la señora Davis que me quitara el glaseado antes de servírmela en el plato porque no importa que las distintas clases de comida se toquen antes de llegar a tu plato.
Entonces, después de comer, me pasé la tarde haciendo plástica con la señora Peters y pinté algunos dibujos de extraterrestres que eran así