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Era la 1.12 de la madrugada cuando Padre llegó a la comisaría. Yo no lo vi hasta la 1.28 pero supe que había llegado porque lo oí.

Gritaba: «Quiero ver a mi hijo» y «¿Por qué demonios lo han encerrado?» y «Por supuesto que estoy enfadado, no te jode».

Entonces oí que un policía le decía que se calmara. Entonces no oí nada durante un buen rato.

A la 1.28 un policía abrió la puerta de la celda y me dijo que tenía visita.

Salí. Padre estaba de pie en el pasillo. Levantó la mano derecha y abrió los dedos formando un abanico. Yo levanté la mano izquierda y abrí los dedos formando un abanico e hicimos que nuestros dedos se tocaran. Hacemos eso porque a veces Padre quiere abrazarme, pero como a mí no me gustan los abrazos, hacemos eso en su lugar, y así me dice que me quiere.

Entonces el policía nos dijo que lo siguiéramos por el pasillo hasta otra habitación. En la habitación había una mesa y tres sillas. Nos dijo que nos sentáramos a un lado de la mesa y él se sentó al otro lado. Había una grabadora sobre la mesa y le pregunté si iba a interrogarme y a grabar el interrogatorio.

Dijo:

– No creo que eso sea necesario.

Era un inspector. Lo supe porque no llevaba uniforme. Tenía muchos pelos en la nariz. Parecía que hubiese dos ratones muy pequeños ocultos en sus fosas nasales [2] .

– He hablado con tu padre y dice que no era tu intención pegarle al agente.

Yo no dije nada porque eso no era una pregunta.

– ¿Era tu intención pegarle al agente?

Dije:

– Sí.

Hizo una mueca y dijo:

– Pero no pretendías hacerle daño al agente, ¿no?

Pensé sobre eso y dije:

– No. No pretendía hacerle daño al agente. Sólo quería que dejara de tocarme.

Entonces me dijo:

– Sabes que no está bien pegarle a un policía, ¿verdad?

– Sí, lo sé -dije.

Se quedó callado unos segundos y luego preguntó:

– ¿Mataste tú al perro, Christopher?

Yo dije:

– Yo no maté al perro.

Y él dijo:

– ¿Sabes que no está bien mentirle a un policía y que puedes meterte en un buen lío si lo haces?

– Sí -dije.

– Bien -dijo él-, ¿sabes quién mató al perro?

– No -dije.

– ¿Estás diciendo la verdad? -preguntó.

– Sí -dije-. Yo siempre digo la verdad.

Y él dijo:

– De acuerdo. Voy a darte una amonestación.

– ¿Será una hoja escrita, como un certificado que me pueda llevar? -pregunté.

– No -dijo él-, una amonestación significa que vamos a tomar nota de lo que has hecho, que golpeaste a un policía pero fue un accidente y no pretendías hacerle daño al agente.

Yo dije:

– Pero no fue un accidente.

Y Padre dijo:

– Christopher, por favor.

El policía cerró la boca, respiró ruidosamente por la nariz y dijo:

– Si te metes en más líos, cuando saquemos tu expediente y veamos que ya se te ha dado una amonestación, nos tomaremos las cosas mucho más en serio. ¿Entiendes lo que te digo?

Dije que lo entendía.

Entonces dijo que podíamos irnos y se levantó y abrió la puerta y recorrimos el pasillo para volver al mostrador de la entrada, donde recogí mi navaja del Ejército Suizo y mi pedazo de cordel y la pieza del rompecabezas de madera y las 3 bolitas de comida de rata para Toby y mi 1 libra con 47 peniques y el sujetapapeles y la llave de la puerta de casa, que estaban en una pequeña bolsa de plástico, y salimos hacia el coche de Padre, que estaba aparcado fuera, y nos fuimos a casa.

[2] . Esto no es una metáfora, es un símil, que significa que en efecto parecía que hubiese dos ratones muy pequeños ocultos en sus fosas nasales, y si uno se forma la imagen de la cabeza de un hombre con dos ratones muy pequeños ocultos en las fosas nasales sabrá qué aspecto tenía el inspector de policía. Y un símil no es una mentira, a menos que sea un símil malo.


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