La importancia de esta resonancia griega es múltiple. Podría tratarse de un problema puramente técnico, pero el hecho es que el verso alejandrino es extremadamente afín al hexámetro, la madre de todas las Musas fue Mnemosina, la Musa de la Memoria, y para que un poema (ya se trate de una poesía breve o de un poema épico) pueda sobrevivir, tiene que ser memorizado. El hexámetro constituía un excelente procedimiento mnemotécnico, aunque sólo fuera porque era tan pesado y tan diferente del habla coloquial de cualquier público, incluida la de Hornero. Así es que, haciendo referencia a este vehículo de la memoria dentro de otro -es decir, dentro del verso alejandrino-, Mandelstam, al mismo tiempo que produce una sensación casi física de túnel del tiempo, crea el efecto de un movimiento dentro de otro, de una cesura dentro de una cesura, de una pausa dentro de una pausa, lo que, después de todo, es una forma de tiempo, por no decir su significado: si esto no consigue detener el tiempo, por lo menos lo enfoca.
No es que Mandelstam haga esto de una manera consciente, deliberada, ni que éste sea su propósito básico al escribir un poema, sino que lo hace de una forma espontánea, en las oraciones subordinadas, mientras escribe (a menudo acerca de otra cosa), nunca escribiendo para sentar este principio. La suya no es una poesía tópica. La poesía rusa no es, en conjunto, excesivamente tópica. Su técnica básica consiste en dar un rodeo, en enfocar el tema partiendo de diferentes ángulos. El tratamiento escueto del tema, tan característico de la poesía en inglés, por lo general se ejercita en uno u otro verso, después de lo cual un poeta pasa a ocuparse de otra cosa; rara vez persiste en todo un poema. Los tópicos y conceptos, prescindiendo de La importancia que puedan tener, no son sino material, como palabras, y están siempre presentes. La lengua tiene nombres para todos ellos y el poeta, ya se sabe, domina la lengua. Grecia estuvo siempre presente, al igual que Roma, la Ju-dea bíblica y la Cristiandad. Las piedras angulares de nuestra civilización son vistas en la poesía de Mandelstam aproximadamente de la misma manera que las ha tratado el tiempo: como una unidad y dentro de su unidad. Declarar a Mandelstam adepto de cualquiera de estas ideologías (y de manera especial de la última) no sólo es reducirlo a miniatura sino distorsionar su perspectiva histórica o, mejor, su paisaje histórico. Desde el punto de vista temático, la poesía de Mandelstam repite el desarrollo de nuestra civilización: fluye hacia el norte, pero desde su mismo inicio hay en esta corriente ríos paralelos que mezclan sus aguas. Hacia los años veinte, los temas romanos van sustituyendo las referencias griegas y bíblicas, en gran medida como resultado de la creciente identificación del poeta con el predicamento arquetípico de «un poeta contra un imperio». Sin embargo, lo que dio origen a este tipo de actitud, dejando aparte los aspectos puramente políticos de la situación que reinaba en Rusia en aquella época, fue la estimación que hizo Mandelstam de la relación entre su propia obra y el resto de la literatura contemporánea, así como con el ambiente moral y las preocupaciones intelectuales del resto de la nación. La degradación moral y mental de esta última fue lo que dio pie a ese propósito imperial. Y en cambio sólo fue una manera de dar alcance a algo, nunca una ocupación del poder. Incluso en Tristia, el más romano de sus poemas, donde el autor bebe evidentemente del exiliado Ovidio, se puede descubrir una cierta nota patriarcal hesiódica, dando a entender que toda la empresa es vista a través de un prisma griego.
TRISTIA
I've mastered the great craft of separation
amidst the bare unbrained pleas of nigbt,
those lingerings while oxen cbew their radon,
the watcbful town's last eyelid's shutting tight.
And I reveré that midnight rooster's descant
when shouldering the wayfarer'i sack of wrong
eyes stained with tears were peering at the distance
and women's wailings were the Muses' song.
Who is to tell when heanng «separation»
what kind of parting this may resánate,
foreshadowed hy a rooster's exclamation
as canales twist the temple's colonnade;
why at the dawn of some new Ufe, new era
when oxen chew their ration in the stall
that wakeful rooster, a new life's towncner,
flaps its torn wings atop the city wall.
And I adore the worsted yarn's behavior:
the shuttle bustles and the spindle hums;
look how young Delia, barefooted, braver
than down of swans, glides straight into your arms!
Oh, our Ufe 's lamentable coarse fabric,
how poor the language of our joy indeed.
What happened once, becomes a. worn-out matnx.
Yet, recognition is intensely sweet!
So be it thus: a small translucent figure
spreads like a squirrel pelt across a clean
clay píate; a girl bends over it, her eager
gaze scrutinizes what the wax may mean.
To ponder Erebus, that's not for our acumen.
To women, wax is as to men steel's shine.
Our lot is drawn only in war; to women
it's given to meet death while they divine.1
(Traducido al inglés por Joseph Brodsky)
1. «He dominado el gran arte de la separación / entre las desnudas y destrenzadas súplicas nocturnas, / persistentes mientras los bueyes mascan su ración, / y el último párpado de la ciudad desvelada se cierra hermético. / Y reverencio el canto del gallo en mitad de la noche / cuando llevaba en hombros el caminante el saco de erróneos / ojos manchados de lágrimas que miraban fijos a distancia / y los lamentos de las mujeres eran la canción de las Musas. / Quién puede decir al oír «separación» / qué desprendimiento puede significar / anunciado por el grito de un gallo / como los cirios tuercen la columnata del templo; por qué en el alba de una nueva vida, una nueva era / cuando los bueyes mascan su ración en el establo / aquel gallo insomne, pregonero de una nueva vida, / agita sus alas rotas sobre los muros de la ciudad. / Y adoro el proceder de la hebra de estambre: / la lanzadera va y viene y el huso zumba. / mira la joven Delia, descalza, más espléndida / que el plumón del cisne, corre a deslizarse en tus brazos. / Oh, la lamentable y burda tela de nuestra vida, / qué pobre es la lengua de nuestra alegría. / Lo que ocurrió una vez se transforma en matriz gastada. / ¡Pero el reconocimiento es intensamente dulce! / Que sea así, pues: una figurilla translúcida / se despliega como la piel de una ardilla sobre una limpia bandeja de greda; / una muchacha se inclina sobre ella, su ávida / mirada escudriña qué puede significar la cera. / ¡Meditar sobre Erebo no es para nuestro ingenio! / Para las mujeres, la cera es lo que a los hombres el brillo del acero. / Lo nuestro sólo es desenvainado en tiempo de guerra; las mujeres / lo reciben para encontrar a la muerte mientras hacen presagios.»