Calloway mantuvo su distancia profesional y fue el primero en tomar la palabra.
– El sheriff Montez dice que ese tal Doc es un hombre alto y musculoso. ¿No podría doblegar a Ronnie y hacerse con el arma?
– ¿Y arriesgarse a tener otro herido? -cuestionó ella, de forma retórica-. Hace poco rato dos de los hombres intentaron utilizar la fuerza. Y acabó con derramamiento de sangre. Creo que puedo descartar esta idea en nombre de Doc. Está intentando convencer a Ronnie para que esto termine de forma pacífica. Si de pronto intentara saltar sobre el chico, perdería todo lo que pudiera haber ganado con él.
Calloway se pasó la mano por su escaso cabello mientras observaba cómo se elevaba el helicóptero con la doctora Garrett y la recién nacida.
– ¿Corren algún riesgo los rehenes? -preguntó.
– No creo. Aunque entre Ronnie y el agente Cain o los mexicanos no queda nada de amor.
Todos intercambiaron una mirada de incomodidad, pero antes de que Tiel pudiera preguntar qué auguraba, dijo Calloway:
– En resumen, Ronnie y Sabra ponen a cambio su propia vida.
– Exactamente, señor Calloway. Me han enviado para decirle que dispone de media hora para darles una respuesta.
– ¿Sobre qué?
– Clemencia, y libertad para seguir su propio camino.
– Eso es imposible.
– Entonces tendrá en sus manos la responsabilidad de la muerte de dos niños.
– Usted es una persona razonable, señorita McCoy. Sabe que no puedo hacer este tipo de pacto de silencio con un supuesto criminal.
Tiel se sintió inundada por la desesperación y la derrota.
– Lo sé, y, sinceramente, comprendo su postura, señor Calloway. Soy sólo la mensajera. Le digo lo que Ronnie me ha dicho. Intuyo que habla en serio y que hará lo que dice. Aunque él esté marcándose un farol, Sabra no.
Miró directamente a Dendy.
– Si no puede tener a Ronnie, vivir libremente con él, está dispuesta a quitarse la vida. Si es que antes no muere desangrada. -Y dirigiéndose de nuevo a Calloway, añadió-: Desgraciadamente para usted, mi intuición no es la que cuenta. La decisión no es mía, sino suya.
– No lo es del todo -declaró Dendy-. Yo también tengo algo que decir en todo esto. Calloway, por el amor de Dios, prométale cualquier cosa al chico. Simplemente saque a mi hija de ahí.
Calloway consultó el reloj.
– Media hora -dijo rápidamente-. Poco tiempo, y tengo que realizar algunas llamadas. -Se volvieron al unísono hacia la camioneta estacionada en el aparcamiento del establecimiento.
Gully fue el primero en darse cuenta de que Tiel no seguía el paso de todos ellos. Se volvió y la miró con curiosidad.
– ¿Tiel?
Caminaba en dirección contraria.
– Regreso allí.
– ¿No lo dirás en serio? -Gully habló por boca de todos, que la miraban con pura consternación.
– No puedo abandonar a Sabra.
– Pero…
Ella negó enérgicamente con la cabeza, hasta terminar con las protestas de Gully. Mientras desandaba sus pasos y ampliaba la distancia entre ellos, dijo:
– Estaremos esperando su decisión, señor Calloway.
Capítulo 14
Tiel se quedó frente a la puerta del establecimiento durante un buen minuto y medio antes de que se escuchara el pestillo. Cuando volvió a entrar, Ronnie la miró con cautela.
Disipó enseguida sus sospechas.
– No llevo ningún arma escondida, Ronnie.
– ¿Qué ha dicho Calloway?
– Se lo está pensando. Ha dicho que tenía que hacer algunas llamadas.
– ¿A quién? ¿Para qué?
– Me imagino que no tiene autoridad para garantizarte la clemencia.
Ronnie se mordió el labio inferior, que estaba ya en carne viva.
– Está bien. ¿Pero por qué ha regresado?
– Para hacerte saber que Katherine está en buenas manos. -Le explicó que la había dejado con la doctora Emily Garrett.
– Cuénteselo a Sabra. Le gustará saberlo.
La joven madre tenía los ojos entrecerrados. Respiraba de forma superficial. Tiel no estaba segura de que estuviera totalmente consciente y escuchándola, pero despues de describirle a la especialista en neonatos, Sabra susurró:
– ¿Es agradable?
– Mucho. Ya lo verás cuando la conozcas. -Tiel miró de reojo a Doc, que estaba tomándole la tensión arterial a Sabra con las cejas casi juntas, formando una mueca que Tiel empezaba ya a reconocer-. Ahí fuera hay otro médico muy agradable que está esperando ocuparse de ti. Se llama doctor Giles. No tendrás miedo a volar en helicóptero, ¿verdad?
– Lo hice una vez. Con mi padre. Estuvo bien.
– El doctor Giles te espera fuera para trasladarte enseguida al hospital de Midland. Katherine se alegrará de verte cuando llegues. Seguramente estará hambrienta.
Sabra sonrió y luego cerró los ojos.
Por acuerdo tácito, Tiel y Doc se retiraron a sus ya conocidos puestos. Sentados en el suelo, con la espalda apoyada en el cajón congelador, las piernas estiradas, observando cómo el minutero del reloj iba acercándose al límite de tiempo impuesto por Ronnie, era el momento ideal para que Doc formulara la pregunta que Tiel esperaba de él.
– ¿Por qué ha vuelto?
Incluso asumiendo que se lo preguntaría, no tenía una respuesta clara preparada.
Pasaron unos momentos. Vio que una barba incipiente empezaba a ensombrecerle la mandíbula, pues debían de haber transcurrido ya veinticuatro horas desde su último afeitado. Las arrugas en torno a sus ojos parecían más definidas que antes, un signo inequívoco de cansancio. Su ropa, igual que la de ella, estaba sucia y manchada de sangre.
Se dio cuenta de que la sangre era un agente cohesivo. No era necesariamente la mezcla de la sangre de dos personas lo que formaba un vínculo irrevocable y casi místico entre ellas. Podía ser sangre derramada por cualquiera lo que unía a la gente.
Basta con pensar en los supervivientes de accidentes aéreos, choques de tren, desastres naturales y ataques terroristas, que han desarrollado amistades duraderas debido al trauma que compartieron. Los veteranos de una misma guerra que hablan entre ellos un idioma incomprensible para aquellos que no estuvieron allí ni experimentaron horrores similares. La sangre derramada en la explosión de Oklahoma City, en los tiroteos de la escuela pública, y en otros sucesos impensables que han unido a desconocidos de manera tan sólida que son relaciones que nunca se cortarán.
Los supervivientes compartían un territorio común. Su conexión era especial y única, a veces mal interpretada e incomprendida, pero casi siempre inexplicable para aquellos que no habían experimentado miedos idénticos.
Tiel tardaba tanto en responder que Doc repitió la pregunta:
– ¿Por qué ha vuelto?
– Por Sabra -respondió ella-. Yo era la única mujer que quedaba. He pensado que podría necesitarme. Y…
Él levantó las rodillas, apoyó en ellas sus antebrazos y la miró, esperando impaciente que completara su frase.
– Y odio empezar las cosas y no terminarlas. Yo estaba aquí cuando todo empezó, de modo que pensé que debería quedarme hasta que todo estuviera acabado.
No era tan sencillo como eso. Los motivos de su regreso eran más complejos, pero estaba confusa sobre cómo explicar a Doc unas motivaciones tan diversas que ni siquiera ella tenía claras. ¿Por qué no estaba allí fuera realizando un reportaje en directo, aprovechando el profundo conocimiento que tenía de la historia? ¿Por qué no estaba poniendo voz a las dramáticas imágenes que Kip estaba registrando con su cámara?
– ¿Qué estaba haciendo aquí?
La pregunta de Doc la despertó de sus ensoñaciones.
– ¿En Rojo Flats? -Se echó a reír-. Estaba de vacaciones. -Le explicó que iba camino de Nuevo México cuando escuchó en la radio la noticia del supuesto secuestro-. Llamé a Gully, quien me asignó el trabajo de entrevistar a Cole Davison. Me perdí de camino a Hera. Me detuve aquí para ir al lavabo y llamar a Gully para que me indicase las direcciones.