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La presión que empezaba a generarse en el interior de Tiel no era de tensión, sino de emoción. Quizá de amor. De acuerdo, de amor. Quería acercarse a él, abrazarle, pero quería también oír lo que tuviera que decir. Más aún, él necesitaba decirlo.

– Regreso. He pasado la última semana en Dallas hablando con algunos médicos e investigadores, con gente nueva que comparte mi enfoque agresivo de la lucha contra esta cosa, médicos que están cansados de tener que pasar por interminables comités y consejos legales para obtener la aprobación de un nuevo tratamiento cuando el paciente está sufriendo y todas las demás alternativas se han agotado. Nos gustaría arrancar la medicina de manos de los abogados y los burócratas y devolverla a los médicos. De modo que hemos formado un grupo, estamos aunando nuestros recursos y especialidades… -La miró-. ¿Estás llorando?

– Es el sol, que me da en los ojos.

– ¡Oh! Bueno. Eso es lo que he venido a decirte.

Económicamente, eficientemente, de la manera más formal que le fue posible, se secó las lágrimas de los ojos.

– Pero no tenías por qué viajar hasta aquí. Podrías haberme enviado un correo electrónico, o llamarme.

– Eso también habría sido cobardía. Necesitaba decírtelo en persona, cara a cara.

– ¿Cómo supiste dónde encontrarme?

– Fui a tus oficinas. Hablé con Gully, quien me pidió también que te transmitiese un mensaje. -Con un pequeño movimiento de la cabeza, ella le indicó que estaba escuchándole-. Dijo: «Dile que no soy estúpido. Que he comprendido lo que quería decir con "se complicó"». ¿Tiene algún sentido?

Ella se echó a reír.

– Sí.

– ¿Te importaría explicármelo?

– Quizá más tarde. Si te quedas.

– Si no te importa mi compañía.

– Creo que podré tolerarla.

Él le devolvió su ancha sonrisa, pero su expresión volvió a ponerse seria.

– Ambos nos tomamos el trabajo con mucha intensidad, Tiel.

– Lo que creo forma parte de nuestra mutua atracción…

– No será fácil.

– Nada que merezca la pena lo es.

– No sabemos adonde nos llevará todo esto.

– Pero sabemos adonde esperamos que nos lleve. Sabemos también que no nos llevará a ninguna parte si no lo intentamos.

– Quise a mi mujer, Tiel, y el amor puede doler.

– No ser amado duele aún más. A lo mejor encontramos una manera de querernos sin que duela.

– Dios, tengo ganas de acariciarte.

– Doc… -murmuró ella. Entonces se echó a reír-. ¿Bradley? ¿Brad? ¿Cómo te llamo?

– Con un simple «ven aquí» bastará por el momento.

Y entonces él cerró la distancia que los separaba.

Sandra Brown

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Sandra Brown es la autora de más de 50 bestsellers del New York Times. Empezó su carrera como escritora en 1981 y, desde entonces, ha publicado 65 novelas. Sus libros han sido traducidos a 30 idiomas, y en la actualidad existen 70 millones de copias de sus novelas por todo el mundo. Antes de embarcarse en su aventura literaria, trabajó como modelo en el Dallas Apparel Mart, así como en televisión, dando el parte meteorológico en la cadena WFAA de Dallas y también en el programa PM Magazine. Ha ganado numerosos premios y pertenece a varias asociaciones de escritores. Está casada con Michael Brown, un productor televisivo. Viven en Arlington, Tejas.

Si bien en Estados Unidos ha publicado bajo diversos seudónimos, Rachel Ryan, Erin St. Claire y Laura Jordan, aquí en España las novelas publicadas bajo esos seudónimos se han publicado bajo el nombre de Sandra Brown…

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