En 1976, Hulan se graduó en el colegio y el presidente Mao murió. Sin su protección, la señora Mao y su cohorte (la Banda de los Cuatro) fueron arrestados, juzgados y condenados como cerebros de la Revolución Cultural. Mientras, Hulan se fué a Los Angeles e ingreso en la USC.
– Seguía sin saber nada de mi padre. Dos años más tarde, recibí por fin noticias suyas. Tras seis años en el Campo de Reforma de Pitao, lo habían «rehabilitado» y había vuelto a Pekín.
– Después de todo lo ocurrido, ¿como acabó en el Ministerio de Seguridad Publica? -pregunto David. Hulan se encogio de hombros.
– Encontró a sus viejos amigos, negocio con sus guanxi, y le asignaron un puesto de ínfima categoria en el MSP. -Una vez más, Hulan pareció reacia a continuar y David tuvo que animarla con paciencia.
– ¿Y tu madre?
– No hablaba de ella. Sin embargo, me decía que me quedara donde estaba. -Las lágrimas volvieron a aparecer en los ojos de Hulan-. Todo lo que tenía que hacer era pensar en su rostro la última noche en el hutong para saber que me despreciaba, que no quería verme.
– ¿Y Zai?
– En América decís: «Todo lo que va, vuelve». En China decimos algo similar: ‹Cambian las cosas y cambian las tornas.» Nuevas acusaciones se cernieron sobre la ciudad. Al tío Zai le acusaron de participar con excesivo vigor en la Revolución Cultural y lo enviaron también al Campo de Reforma de Pitao. No sé quién hizo esas acusaciones, pero siempre he creído que fue mi padre. Tuvo seis años para pensar en lo que Zai había hecho a su familia, y quería vengarse. Cuando el señor Zai salió del campo, era un hombre diferente. Nadie quiso ayudarle excepto mi padre.
– Pero por qué le ayudo silo que quería era vengarse?
– Porque entonces mi padre había «trepado» en el escalafón del ministerio. El antiguo jefe se convirtió en el lacayo y mi padre en el nuevo jefe.
– Tu padre no quería perder de vista a Zai.
– Si, claro, pero también era un castigo. Al fin y al cabo, el señor Zai tenia que ver a mi padre todos los días. El abismo entre ellos se ensancho.
– ¿Pero por qué Zai no se lo explico todo a tu padre?
– Porque baba no quería escucharle y porque el señor Zai se sentía culpable.
– Pero lo único de lo que era culpable era de intentar salvar a tu padre.
– Eso lo dices ahora, David, pero tú no estabas en el hutong aquella noche. Si, tíoo Zai lo había planeado todo para que mis padres vivieran en lugar de morir. Pero se había colocado en el medio del circulo y había denunciado a mi madre. Me había hecho gritar las imprecaciones a mi padre para saciar el deseo de violencia de nuestros vecinos.
El quiso replicar, pero ella alzo una mano para hacerle callar.
– No intento justificar mis propias acciones -dijo-. Soy culpable de muchas cosas, de acosar al maestro Zho, que se paso los cinco años siguientes en el establo con las vacas, de crueldad con el líder de nuestro grupo en la granja, que intento suicidarse antes que enfrentarse con una nueva reunión de lucha, de traicionar a mis padres, que tuvieron que pagar un precio tan alto por mis delirios adolescentes.
– Hulan, salvaste a tus padres -le corrigió él-. No es posible que no le hayas contado a tu padre lo que ocurrió aquella noche.
– Lo he intentado, pero no es el modo de ser chino. En América, se habla de todo y se llega hasta el fondo, pero nosotros no. ¿El pasado? ¿Emociones? -Meneó la cabeza.
– Aún así deberías hacerlo.
– Mi padre no siente deseos de revivir aquellos días -dijo Hulan, volviendo a menear la cabeza.
– Tu padre parece… -No sabía como expresarlo.
– ¿Frio? Déjame decirte algo. Mi padre jamás me ha acusado de nada. Me quiere. Siempre está diciendo que quiere verme más a menudo.
– ¿Y así fue como entraste en el ministerio?
– Me estoy adelantando a mi historia, pero si. Mi padre me consiguió el trabajo.!Pero no como inspectora! Me contrato como chica para el té. ¿me imaginas con un vestidito, sonriendo estúpidamente, y sirviendo el té a los hombres todo el día?
– No.
– No tuve más remedio que recurrir a tío Zai a espaldas de mi padre. El se había ocupado de mi desde que era niña. Me había enviado fuera del país para protegerme. Había pagado mi educación de su propio bolsillo. Sabía que era abogado y creía que podía pensar. Cuando baba lo descubrió, era demasiado tarde.
– Aún no es demasiado tarde para decirle a tu padre la verdad -argumento David-. Debería saber que se necesitaba mucho valor para hacer lo que hiciste.
– No, yo fui la auténtica criminal en todo aquello. ¿Y sabes cuál fue mi castigo? Estudié en una magnifica universidad privada. Conseguí un trabajo en un buen bufete de abogados. Te conocí a ti.
Se paso los dedos por los cabellos, apartándose los mechones caídos de la cara.
– Entonces yo era una cáscara vacía. Durante muchos años había disimulado mis emociones. Me había prometido que jamás volvería a tener sentimiento alguno, pero tú hiciste que me enamorara. Ti abriste de nuevo mi corazón a la alegría, la felicidad y el honor. Yo pensé que quizá podría compensar mi pasado. Creía que una manera de conseguirlo era enterrando mis acciones pasadas. Ahora sé que hice bien no contándotelo.
Pero estaba en un error. David pensaba en el precio que ella y él mismo habían tenido que pagar por sus mores y sacrificios. Mientras ella contaba su historia, él pensaba en las oportunidades y los años que habían perdido.
Extendio una mano hacia Hulan, pero ella se apartó con brusquedad.
– iNo me toques! Es que no comprendes que nunca te merecí? Jamas fuí digna de tu amor. Todo fue una horrible equivocación.
– Yo no era digno de ti.
– Muy bien -dijo ella. El cansancio empezaba a notarse en su voz-. Así que quieres saber por qué te dejé. Ya no hay secretos. Ya conoces mis peores pecados.
– Hulan, por favor, no digas eso… -Ella no le dejo hablar.
– Vivíamos en el apartamento junto a la playa, ¿lo recuerdas? -David asintió-. Claro que lo recuerdas. Solíamos pasear por la playa los fines de semana. Solíamos sentarnos en la orilla para planear nuestro futuro. Nos casaríamos, compraríamos una casa, tendríamos hijos, cambiaríamos un poco el mundo. Tengo que confesarte que esto último era un sueño para mi, un modo de reparar mis maldades anteriores. Pero no pasaba un solo día sin que no me preocupara el modo en que el universo me castigaría por lo que había hecho. Entonces llego el sábado en el que me enteré del como.
– Tu padre te pidió que volvieras a casa.
– Me escribió que mi madre había vuelto por fin del hospital. iSe había pasado trece años en Rusia! Dijo que me necesitaba y que había llegado el momento de resarcirla.
– ¿Por qué no me lo dijiste? -Una vez más él pensaba en el tiempo perdido.
– Un millón de veces me he hecho esa pregunta. Supongo que tenía miedo de no poder soportar tu desprecio. Yo, Liu Hulan, a la que habían impuesto el nombre de una valiente revolucionaria, estaba aterrorizada. Así que hice mis preparativos a escondidas, como una ladrona. Compré un billete de avión. Hice una sola maleta. Te di un beso de despedida y te aseguré que volvería al cabo de un par de semanas. Tengo que confesarte también que, cuando cerré la puerta de nuestro apartamento, cerré la puerta a la única felicidad que había experimentado desde que era una niña.
– Cuando volviste aquí, sabías que sería para siempre? Tengo que saberlo, Hulan. Por favor.
– Cuando llegué, no sabía qué podía esperar. Pero cuando ví a mi madre… -Se cubrió los ojos con las manos.
– ¿Qué le había ocurrido?
– Nadie me lo ha dicho. No creo que mi padre lo sepa, y si el tío Zai lo sabe, no lo cuenta. Mi madre era una hermosa bailarina. ¿Te lo conté alguna vez? Tenía tanta gracia, tanta agilidad. iY su voz! Cuando cantaba, todo el mundo lloraba. Decían que tenía voz de angel. Pero cuando volví a verla, estaba en una silla de ruedas y su voz prácticamente había desaparecido. Tenia que quedarme. Lo entiendes, ¿verdad?