– Esto empieza a tener sentido -dijo Hulan.
David parecía dudar.
– Tenemos los vaqueros y los osos en Montana, ¿no? El asintió.
– Y ahora los específicos -añadió Hulan-, que ya habíamos visto antes.
– Desde luego. Vimos medicinas Panda Brand en la nevera de Cao Hua.
– ¿Era bilis de oso?
– No lo recuerdo. Entonces no me pareció importante. -Se pasó un dedo por el labio inferior mientras meditaba-. También vimos Panda Brand en otro sitio. -David la miró con curiosidad mientras ella seguía dándole vueltas a la cabeza-. ¡Lo tengo! -exclamó Hulan-. Lo vimos en el vestíbulo del edificio de China Land and Economics Corporation. Panda Brand es una de las compañías de Guang Mingyun.
– Aiya -dijo Peter con un gemido. Lo que estaba escuchando no iba a ser bueno para su carrera.
Sin detenerse para barajar esta nueva información, David se volvió hacia Laurie.
– ¿Ha surgido alguna vez el nombre de Guang Mingyun en alguno de tus casos de contrabando? -preguntó. Laurie negó con la cabeza. El suspiró y dijo-: Por mucho que me gustara relacionarle con el Ave Fénix, hasta ahora no hemos conseguido ni una sola prueba.
– Tenemos a los correos -le recordó Hulan.
– Pero jamás conseguiremos procesar a las tríadas con dos cómplices poco dispuestos a cooperar -dijo Laurie.
– Lo que necesitamos es a alguien que nos dé ese vínculo que nos falta -dijo Hulan-. Necesitamos a alguien que se introduzca en el negocio, pase los productos de contrabando y haga algunas preguntas.
– ¿Qué tal el investigador Sun? -sugirió David-. ¿Podría pasar por Wang?
Todas las miradas se volvieron hacia Peter mientras consideraban la posibilidad. El parecía perplejo ante la idea.
– Si algo le ocurriera… -dijo David.
– Ese no es el problema. -Al darse cuenta de lo que parecía haber dicho, Hulan inclinó la cabeza para pedir disculpas-. Perdóneme, investigador Sun. -Se volvió hacia David-. El problema está en que se nota que es del MSP. Se nota que yo soy de MSP. ¿Por qué cree que Wang Yujen salió corriendo en el aeropuerto? Ha reconocido lo que soy. No, necesitamos a alguien diferente. Fíjese en Hu Qichen. Es arrogante. Intenta actuar como un hombre importante, pero no lo es. Y Wang… -la inspectora resopló-. No es más que un correo. No es inteligente ni tiene educación.
David se llevó las manos a la cara y se frotó la frente. De repente se sentía muy cansado. Cuando alzó la vista, todos lo miraban esperando.
– Sé a quién podemos usar.
– A su señor Zhao -dijo Hulan.
– Sí, a mi señor Zhao. -La voz de David sonó ronca al añadir-: Haré que Jack llame a Noel y le pida que lo detenga en su próximo trayecto al almacén.
15
5 de febrero, Café del Jade Verde
A las once de la mañana siguiente, Zhao se hallaba en el centro de la sala de electrónica del FBI, desnudo de cintura para arriba, mientras un técnico sujetaba un cable alrededor del escuálido y lampiño pecho del inmigrante.
Esta vez David tenía poco con lo que negociar. El Ave Fénix había recogido a Zhao tan pronto como éste había abandonado Terminal Island. Le habían proporcionado un trabajo y un lugar donde dormir. Era poco más que un esclavo, pero su vida no corría peligro. Ahora David le pedía que hiciera algo que, cuando menos, era arriesgado, y a cambio de nada. David no podía prometerle un trabajo, ni un lugar donde dormir, ni ropa o comida. Sin embargo, Zhao no había vacilado. David comprendió que su cooperación estaba directamente relacionada con la presencia de los dos agentes del Ministerio de Seguridad Pública. No había preguntado quiénes eran porque, como Hulan no se cansaba de repetir, eran reconocibles. Tampoco preguntó por qué el MSP se hallaba en Estados Unidos. Quizá sencillamente no era capaz. Tal vez aquél no era más que un nuevo ejemplo de cómo saltaba por los aires el sueño americano: uno arriesga la vida para llegar a Estados Unidos con la esperanza de un futuro mejor, y cuando lo consigue, lo único que encuentra es más trabajo duro y al MSP acosándole. Desde su situación, Zhao podía vivir su esclavitud ligado a las tríadas por contrato, o enfrentarse con la ira del MSP. No era una elección a la que David hubiese querido optar.
No por ello le remordía menos la conciencia. Era muy consciente de lo sospechosas que resultaban sus acciones y las de los organismos gubernamentales al no dar explicaciones a Zhao. David sospechaba que los agentes del FBI, igual que él mismo, justificaban los medios con el fin que esperaban obtener: resolver los asesinatos, coger a los contrabandistas y obtener pruebas contra las tríadas. Sin embargo, a David le preocupaba que el Ave Fénix se diera cuenta de que Zhao no era un correo, sino sólo un hombre que les debía el pasaje hasta América. Noel Gardner, que había estado vigilando el taller tranquilizó a David asegurándole que los líderes de la banda no reconocerían una sola cara entre la masa de sus trabajadores. De hecho, por lo que él sabía, nadie importante del Ave Fénix se había acercado siquiera al taller. Zhao se mostró de acuerdo con sus apreciaciones.
Intentaron trabajar con calma y en silencio delante del inmigrante chino, pero todos estaban muy excitados y tenían una opinión sobre lo que Zhao debía o no debía decir, sobre las preguntas que debía o no hacer, y sobre cómo debía responder a las que le hicieran a él.
– Dígales que hemos arrestado a Hu Qichen -dijo David-. A usted le interrogamos, pero no abrimos su olla para arroz ni su termo. Cuando por fin le liberamos, no había nadie esperándole. No sabía qué hacer. Esperó en la terminal.
– Finalmente vio a un compatriota -siguió Hulan-. Se acerco a él y le dijo que se había perdido. Ese hombre fue muy amable. Le dijo que…
– Que cogiera un autobús, y eso hizo. -David pareció confundido-. El dinero. ¿Cómo consigue dinero?
– Wang Yujen llevaba encima unos cincuenta dólares, los cambió en el aeropuerto y luego cogió el autobús.
– Llamaré a la estación de autobuses para preguntar qué auto-buses hay desde el aeropuerto hasta Chinatown -se ofreció Gardner.
– No, espere -dijo David-. Quizá debería ir a Monterey Park. Sabemos que el Ave Fénix tiene negocios en ambos lugares. Pero, ¿dónde acabará Zhao? ¿En casa de alguien? ¿En un cuartel general? No sabemos dónde están esos lugares, pero apuesto a que esos tipos no viven en Chinatown. Seguramente viven en alguna colina sobre Monterey Park aprovechándose del feng shui.
Cuando Gardner fue a hacer la llamada sugerida, David volvió a tomar el hilo de la historia.
– Va a Monterey Park y empieza a hacer preguntas… -David pareció de nuevo desconcertado-. Y luego, y luego… Y luego estará solo.
– Diga que tiene un paquete para Spencer Lee o Yingyee Lee -sugirió Hulan-. Hágase el tonto.
– Y cuando llegue a donde sea, intente decirnos dónde está si puede -pidió Jack Campbell-. Nosotros le estaremos escuchando. Usted no podrá oírnos, pero le prometo que no le dejaremos solo. Si nos necesita, grite. Llegaremos inmediatamente.
– Y una cosa más -dijo Hulan-. Pregunte por Guang Mingyun.
Por primera vez, un estremecimiento sacudió al inmigrante. Sin pronunciar palabra, negó con la cabeza, pero Hulan se mantuvo firme.
– Pregunte cómo está involucrado Guang Mingyun, cuánto dinero hace con este comercio y a quién usa en China para sacar los productos del país.
El colega del MSP había empezado a captar lo que ella sugería. Peter discutió con Hulan en chino, pero ella le cortó en inglés con vehemente resolución.
– Yo me hago responsable. -Luego puso la mano amablemente sobre el hombro huesudo de Zhao-. Pregunte por Guang Mingyun si cree que puede hacerlo.
Viajaron juntos en una furgoneta de vigilancia proporcionada por el FBI. Durante el largo recorrido por la ciudad, Zhao empezó a asimilar la gravedad de su situación. Cuando lo dejaron en un cruce a dos paradas de autobús del centro de Monterey Park, el inmigrante estaba pálido y abatido. Dio unos cuantos pasos, luego se volvió y sonrió valientemente. Noel Gardner le gritó una vez más: