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Al día siguiente no fui a ver a Dong Yi. El hecho de que se hubiera enterado de lo de Yang Tao de aquella manera me hacía sentir mal. Al cabo de unos días me lo encontré en el comedor. Noté que mantenía las distancias. Cuando le pregunté qué quería decirme aquella tarde, insistió en que no era nada.

Me imaginé que Dong Yi no me había dicho la verdad. Pero no hice nada al respecto. Tampoco le expliqué lo que había ocurrido entre Yang Tao y yo. En lugar de eso, me concentré en otras cosas. Al tener garantizada una plaza en el curso de posgrado me sentí menos presionada por los estudios y cada vez pasaba más tiempo fuera del campus.

Armado con los dólares norteamericanos que había ganado durante el tiempo que estuvo destinado en el extranjero, Yang Tao me llevó de compras por las boutiques de diseño recién abiertas. Fuimos a restaurantes caros y a bares de hotel; la vida nocturna de Pekín acababa de empezar, pero sólo para los pocos que podían permitírselo. Pronto me convertí en una de las estudiantes mejor vestidas del campus. Creo que la razón por la cual nunca puse objeciones a aquellos regalos fue porque, aunque de vez en cuando seguía viendo a Dong Yi, nuestra relación se había enfriado considerablemente.

No obstante, en mi interior sabía que todavía lo amaba y por ese motivo, para no tener que enfrentarme a mis sentimientos, me sumí en aquel mundo de gratificación instantánea que Yang Tao había creado para mí: dinero, joyas, ropa de diseño, alcohol y sexo.

Una tarde vino Yang Tao y me dijo que le había pedido al representante de la Asociación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Pekín que me vigilara. Me contó que había gente que trataba de reavivar el llamado «debate por la democracia» y suscitar sentimientos antigubernamentales en el campus. No quería que me acercara a esas personas, porque me advirtió que tanto la Asociación de Estudiantes como la Liga de Juventudes estaban siguiendo la situación muy de cerca y conocían nombres y departamentos concretos.

– Si estos estudiantes no se detienen, pronto habrá algún herido.

Me explicó que, como futura esposa de un importante diplomático, debía tener cuidado. Pronto empecé a sentirme como un pájaro encerrado en una jaula de oro. A veces, cuando iba sola al lago Weiming, sentía el vacío en mi interior. En ocasiones soñaba con los días maravillosos que había pasado con Dong Yi y Ning. Y al despertar, mi corazón rebosaba de tristeza y sentimiento de pérdida. Pensaba en Ning: desde que él se fue, nada había sido igual; parecía ser el culpable de mi entonces absurda existencia.

Y mi vida fue yendo cada vez más a la deriva a medida que iba transcurriendo el trimestre. No disfrutaba de ella, de hecho la detestaba, pero no podía escapar. Me deprimí. Sacaba peores notas y me alejé de mis amigos. Asimismo, mi relación con Yang Tao se volvió tempestuosa cuando empezó a insistir en que le rindiera cuentas de todos mis movimientos cuando no estaba con él, y mi frustración iba en aumento. Aunque muchas de mis amigas envidiaban mi estilo de vida, yo estaba desesperada por ponerle fin. Echaba de menos a Dong Yi y a Ning y los días felices que habíamos pasado juntos.

Tres días antes de la fecha en la que tenía que presentarme para el curso de posgrado, de pronto me di cuenta del camino que debía tomar si quería escapar a mi situación. Durante tres noches permanecí despierta en la cama pensando en mi vida. Decidí que, en lugar de hacer el curso de posgrado en la Universidad de Pekín, me iría a estudiar a Estados Unidos, aun cuando ello significara tener que dar más clases de inglés. La tierra dorada de libertad y prosperidad se convirtió en la solución que estaba buscando.

Así pues, cuando llegó el día de la matrícula, no fui a inscribirme. El departamento me mandaba cartas y enviaba a mis compañeros de clase para tratar de localizarme. Cuando les expliqué a los profesores que había decidido renunciar a mi plaza en el curso de posgrado no podían creerlo. Mis padres alucinaron.

– ¿Cómo puedes desperdiciar semejante oportunidad? ¿Qué harás si no consigues irte a Estados Unidos? ¡No es tan fácil como piensas! -me gritó mamá. Pero yo ya estaba decidida. Nadie iba a convencerme de que cambiara de opinión.

Era libre; el pájaro había escapado de la jaula de oro. No sentía ningún arrepentimiento, sólo un irreprimible deseo de volar hacia el cielo que se abría en lo alto.

En el campus me convertí de forma instantánea en una celebridad. Durante el año siguiente, siempre que iba a visitar a los amigos que pasaron al curso de posgrado, la gente acudía a las habitaciones de sus residencias para verme. Me decían que hacía mucho tiempo que oían hablar de mí y querían ver qué aspecto tenía. Supongo que la mayoría pensaba como mis padres y me creía loca.

Cuando decidí no hacer el curso de posgrado y marcharme a Estados Unidos, también fui capaz de poner fin a mi relación con Yang Tao. Para entonces, afortunadamente, Yang Tao volvía a estar destinado en el extranjero, de modo que le escribí y rompí nuestra relación. Y después, una tarde, quedé para cenar con Dong Yi.

Aquella noche el comedor estudiantil número tres estaba lleno. Cientos de personas se aglomeraban en su interior. A voz en grito les leían el menú a sus amigos, que estaba apuntado en unas pizarras que había colgadas en todas las ventanas. Se peleaban por conseguir un lugar en la cola. Saludaban a viejos amigos y a conocidos recientes con el entusiasmo propio de un nuevo curso.

Dong Yi y yo hicimos lo que pudimos para tratar de ponernos al día en medio del estrépito de las cucharas contra los cuencos de aluminio y las conversaciones mantenidas a todo volumen. Le conté a Dong Yi lo que había decidido hacer con mi vida. No pareció sorprendido.

– ¿Cómo han reaccionado tus padres?

– Están furiosos. Piensan que he desaprovechado una cosa segura por algo tan incierto como ir a Estados Unidos. Creen que me he vuelto loca. Por supuesto, sé que es perfectamente posible que no entre en ninguna universidad de Estados Unidos. Pero ello no significa que no deba intentarlo. Por otro lado, se alegraron mucho cuando dejé de ver a tú ya sabes quién. Nunca les había caído bien. Bueno, nunca les ha caído bien ninguno de los chicos con los que he salido. ¿Y tú qué me cuentas? ¿Cómo te fueron las vacaciones de verano? ¿Llenas de acontecimientos? -le pregunté.

– Bueno, podría decirse que sí. En primer lugar, las noticias sobre Liu Gang. ¿Te acuerdas de Liu Gang?

– Claro que sí, fuimos a su fiesta de cumpleaños. Se licenció el año pasado, ¿no?

– Sí, así es, pero ahora está sin trabajo y ha regresado a Pekín. Va a quedarse conmigo una temporada.

La noticia me sorprendió.

– Lo lamento. ¿Qué tal está?

– En el departamento hay mucha gente que lo ayuda, incluida la profesora Li Shuxian y su marido, el profesor Fang Lizhi -dijo Dong Yi.

El profesor Fang Lizhi era un catedrático de física que durante muchos años había sido la figura principal de la oposición en China. En 1987 lo expulsaron del Partido Comunista por apoyar las manifestaciones estudiantiles de 1986. Sus escritos sobre los derechos humanos y la democracia le habían reportado el reconocimiento internacional y un montón de problemas con el Gobierno. Su esposa, la profesora Li Shuxian, le daba clases a Dong Yi y era también una figura prominente en el Movimiento Democrático Chino.

Dong Yi continuó hablando:

– Por cierto, si alguien te pregunta por Liu Gang, no digas nada. Creemos que la policía secreta ha estado en el campus buscándole.

– ¿La policía secreta? ¿Por qué?

– Atrajo su atención cuando era editor de la revista Free Talk. Tras regresar a Pekín, se ha hecho oír más en relación con la reforma política. Ha estado dando discursos en mítines públicos en el campus.

Interrumpí a Dong Yi en cuanto me di cuenta de que él también podría estar en peligro.

– Si la policía secreta vigila a Liu Gang, tú tampoco estás seguro.

– No te preocupes por mí. Yo estoy bien. En serio, estoy bien -sonrió.

– ¿Qué más? Dijiste que ésta era la primera noticia -le pregunté con impaciencia, en parte para cambiar de tema y en parte para satisfacer mi curiosidad. Quería averiguarlo todo sobre él lo antes posible para así poder empezar a contarle mis planes de futuro.

– Me casé.

Aquella vez su voz era tranquila, como si estuviera contándome que se acababa de comprar una camisa nueva o de cambiar el calendario de la pared.

– ¿Qué? -Me quedé anonadada, no sabía qué pensar. Me sentí como si me hubieran drenado la vida-. ¿Lo tenías planeado hacía tiempo? ¿Por qué no me dijiste nada?

– No, no lo planeé. Ni siquiera sabía que iba a suceder. Cuando estuve en casa, todos los miembros de nuestras respectivas familias querían que nos casáramos. Al principio pensé que se trataba simplemente de otra muestra del espectáculo que montan cada vez que vuelvo a casa. Pero esta vez fue distinto. ¿Recuerdas aquella tarde del año pasado cuando acababa de regresar de Taiyuan? Fui a verte. Quería decirte que estaba pensando en dejar a Lan. Durante el verano había pensado mucho en ti y en lo que deseaba en la vida.

Al oír aquellas palabras me quedé atónita y la sorpresa me dejó la lengua paralizada. Aunque con frecuencia había intentado adivinar lo que quería decirme aquella tarde, nunca se me había ocurrido que dejar a Lan fuera una de las posibilidades.

– Estuve pensando en lo que dijiste sobre Ana Karenina, lo de la historia de amor condenada al fracaso -continuó diciendo Dong Yi-. Y tampoco sería justo para Lan, creía yo, casarme con ella si no la quería. Vine a contarte todo eso. Pero tú habías vuelto con tu diplomático. ¿Cómo se llama?

– Yang Tao -contesté.

– No podía competir con Yang Tao. Yo no te podía comprar joyas ni me podía permitir llevarte a restaurantes caros. Parecías feliz. Daba la impresión de que habíais arreglado vuestras diferencias.

¿Tan superficial era yo? Sí, lo era. Pero, ¡si él hubiera sabido cómo era en realidad mi relación con Yang Tao! ¡Si hubiera sabido lo sola que me sentía sin él!

– ¿Por qué no me lo dijiste por lo menos? -le pregunté.

¿Por qué no vino a rescatarme? ¿No sabía que yo hubiera dejado todo lo que me importaba si me hubiera llamado para ir al fin del cielo con él?

– Ahora ya no importa. La verdad es que, con cada año que pasaba, cada vez era más difícil terminar la relación. Todo el mundo decía que si no nos casábamos, la reputación de Lan quedaría arruinada. Nunca podría encontrar a alguien para contraer matrimonio.

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