– Una cerveza -pidió Jack a la camarera-, y la cuenta.
– ¿Qué tal os ha ido hoy? -les preguntó Lou.
– Bueno, estamos aquí -respondió Jack-, y ése era nuestro principal objetivo. Laurie y los demás fueron a tramitar los visados mientras yo compraba los billetes. -Se dio un par de palmadas en el estómago-. También llevo unos cuantos francos en un cinturón antirrobo. Me dijeron que la moneda más fuerte en esa región de Africa es el franco francés.
– ¿Qué haréis al llegar? -preguntó Lou.
Jack señaló a Esteban.
– Nuestro compañero de viaje nativo se ha hecho cargo de todo. Su primo irá a buscarnos al aeropuerto y la esposa de éste tiene un hotel.
– Así que estaréis muy bien -dijo Lou-. ¿Y cuál es el plan una vez allí?
– El primo de Esteban nos ha conseguido una furgoneta de alquiler -respondió Jack-. Con ella iremos a Cogo.
– ¿Y os presentaréis así, como si tal cosa?
– Esa es la idea -respondió Jack.
– Pues que tengáis suerte -dijo Lou.
– Gracias. Es muy probable que la necesitemos.
Media hora después, todos, salvo Lou, subieron con alegría al 747.
Buscaron sus asientos y guardaron el equipaje de mano.
En cuanto se sentaron, el avión comenzó a moverse sobre la pista. Más tarde, cuando los motores comenzaron a rugir y el avión se preparaba para el despegue, Jack cogió la mano de Laurie y la apretó con fuerza.
– ¿Te encuentras bien? -preguntó ella.
– Jack asintió.
– No me gustan los viajes en avión -dijo Jack.
Laurie comprendió.
– ¡Ya estamos en camino! -exclamó Warren con alegría-.
¡Allá vamos, Africa!