Y creo que fue entonces cuando me di cuenta de que tú y tu padre probablemente estaríais mejor si yo no vivía en casa. Así él sólo tendría una persona que cuidar en lugar de dos.
Entonces Roger dijo que había pedido un traslado en el banco. Eso significa que les pidió si podían darle un empleo en Londres, y que se marchaba. Me preguntó si quería irme con él. Pensé en ello mucho tiempo, Christopher. De verdad que lo hice. Y me rompió el corazón, pero al final decidí que sería mejor para todos nosotros que yo me fuera. Así que le dije que sí.
Pretendía decirte adiós. Iba a volver a recoger un poco de ropa cuando tú regresaras del colegio. Y entonces te explicaría lo que estaba haciendo y te diría que iría a verte tan a menudo como pudiese y que tú podrías venir a Londres de vez en cuando para quedarte con nosotros. Pero cuando llamé a tu padre me dijo que no podía volver. Estaba enfadado de verdad. No me dejó hablar contigo. Yo no sabía qué hacer. Tu padre dijo que era una egoísta y que nunca volvería a poner los pies en esa casa. Así que no lo he hecho. Pero en cambio te he escrito todas estas cartas.
Me pregunto si entiendes lo que te estoy contando. Sé que debe de resultarte difícil. Pero confío en que puedas entenderlo un poquito.
Christopher, nunca he pretendido hacerte daño. Pensé que lo que hacía era lo mejor para todos nosotros. Confío en que lo sea. Y quiero que sepas que nada de esto es culpa tuya.
Solía soñar que las cosas serían mejores. ¿Te acuerdas de que tú solías decir que querías ser astronauta? Bueno, pues yo solía soñar que, en efecto, eras un astronauta y que salías en la tele y yo pensaba: «Ése es mi hijo». Me pregunto si ahora sigues queriendo serlo. ¿O quieres ser otra cosa? ¿Todavía sigues con las matemáticas? Espero que sí.
Por favor, Christopher, escríbeme alguna vez, o llámame por teléfono. El número está al principio de la carta.
Muchos besos,
Tu madre
XXXXXX
Entonces abrí un tercer sobre. Ésta es la carta que había dentro
18 de septiembre
312 Lausanne Road, primer piso
Londres N8
0208 756 4321
Querido Christopher:
Bueno, te dije que te escribiría cada semana, y lo he hecho. En realidad ésta es la segunda carta de esta semana, así que lo estoy haciendo incluso mejor de lo que te dije.
¡Tengo un empleo! Estoy trabajando en Camden, en Perkin y Rashid, que son peritos jurados. Eso significa que van por ahí mirando casas y deciden cuánto costarían y qué obras habría que hacer en ellas y cuánto costarían esas obras. Y también deciden cuánto costaría construir nuevas casas, oficinas y fábricas.
Es una oficina agradable. La otra secretaria es Angie. Su escritorio está cubierto de ositos y animalitos de peluche y fotografías de sus hijos (así que he puesto una foto tuya en un marco sobre mi escritorio). Es realmente simpática y siempre salimos juntas a almorzar.
No sé cuánto tiempo permaneceré aquí, sin embargo. Tengo que sumar montones de cifras para cuando mandamos facturas a nuestros clientes y yo no soy muy buena con esas cosas (¡tú lo harías mucho mejor que yo!).
La empresa la dirigen dos hombres que se llaman señor Perkin y señor Rashid. El señor Rashid es de Pakistán y es muy severo y siempre quiere que trabajemos más rápido. Y el señor Perkin es raro (Angie lo llama Perkin el Pervertido). Cuando se acerca a mí para preguntarme algo siempre me apoya la mano en el hombro y se agacha, de forma que su cara quede muy cerca de la mía, y puedo olerle la pasta de dientes y eso me pone los pelos de punta. Y el sueldo no es muy bueno, además. O sea, que me buscaré algo mejor en cuanto tenga la oportunidad.
El otro día fui al Alexandra Palace. Es un gran parque que hay justo al volver la esquina desde nuestra casa, y es una enorme colina con un gran centro de congresos en la cima, y me hizo pensar en ti porque si vinieras podríamos ir allí a hacer volar cometas o a ver los aviones llegar al aeropuerto de Heathrow y sé que eso te gustaría.
Ahora tengo que irme, Christopher. Te estoy escribiendo esto en mi hora de almorzar (Angie está de baja con la gripe, así que no podemos comer juntas). Por favor, escríbeme alguna vez y cuéntame cómo estás y qué tal te va en el colegio.
Espero que recibieras el regalo que te mandé. ¿Lo has resuelto ya? Roger y yo lo vimos en una tienda en el mercado de Camden y sé que siempre te han gustado los rompecabezas. Roger trató de separar las dos piezas antes de que lo envolvieran y no lo consiguió. Dijo que si tú conseguías hacerlo es que eras un genio.
Te mando montones y montones de cariño,
Tu madre
XXXXXX
Y ésta era la cuarta carta
23 de agosto
312 Lausanne Road, primer piso
Londres N8
Querido Christopher:
Siento no haberte escrito la semana pasada. Tuve que ir al dentista para que me sacaran dos muelas. Quizá no te acuerdes de cuando tuvimos que llevarte a ti al dentista. No dejabas que nadie te metiera la mano en la boca, así que tuvimos que hacer que te durmieran para que el dentista pudiera quitarte un diente. Bueno, a mí no me durmieron, tan sólo me dieron lo que se llama un anestésico local, que significa que no puedes sentir nada en la boca, lo que a mí ya me estuvo bien, porque tuvieron que serrarme el hueso para poder sacarme la muela. Y no me dolió nada. De hecho me estaba riendo porque el dentista tuvo que dar tantos tirones que a mí me parecía divertido. Pero cuando llegué a casa empezó a despertarse y a dolerme y tuve que tumbarme dos días en el sofá y tomar un montón de analgésicos…
Entonces dejé de leer la carta porque estaba mareado.
Madre no había tenido un ataque al corazón. Madre no se había muerto. Madre había estado viva todo el tiempo. Y Padre me había mentido sobre eso.
Me esforcé mucho en pensar si había otra explicación, pero no se me ocurrió ninguna. Y entonces ya no pude pensar en nada en absoluto porque mi cerebro no estaba funcionando correctamente.
La cabeza me daba vueltas. Era como si la habitación se estuviese meciendo de lado a lado, como si estuviera en lo más alto de un edificio altísimo y un viento muy fuerte balancease el edificio hacia atrás y hacia delante (esto también es un símil). Pero sabía que la habitación no podía estar meciéndose, así que debía de ser algo que estaba pasando dentro de mi cabeza.
Rodé por la cama y me acurruqué hasta hacerme un ovillo.
Me dolía el estómago.
No sé qué pasó entonces porque hay una laguna en mi memoria, como si hubiesen borrado un trocito de la cinta. Pero sé que debió de pasar un montón de tiempo porque más tarde, cuando volví a abrir los ojos, vi que al otro lado de la ventana estaba oscuro. Y había vomitado, porque había vómito por todas partes, encima de la cama y en mis manos y en mis brazos y en mi cara.
Pero antes de eso oí que Padre entraba en la casa y me llamaba, que es otra razón por la que sé que había pasado un montón de tiempo.
Y era extraño porque él me llamaba «¿Christopher…? ¿Christopher…?» y yo veía mi nombre escrito a medida que él lo pronunciaba. Con frecuencia veo escrito lo que alguien dice como si apareciera en una pantalla de ordenador, en especial si está en otra habitación. Pero eso no era en una pantalla de ordenador. Podía verlo escrito muy grande, como si estuviera en un gran anuncio en el lateral de un autobús. Y estaba escrito con la letra de mi madre, así
Y entonces oí que Padre subía por la escalera y entraba en la habitación. Dijo:
– Christopher, ¿qué demonios estás haciendo?
Y supe que estaba en la habitación, pero su voz sonaba débil y lejana, como suenan a veces las voces de la gente cuando yo estoy gimiendo y no quiero que estén cerca de mí. Y Padre dijo:
– ¿Qué coño estás…? Ése es mi armario, Christopher. Ésas son… no, mierda… Mierda, mierda, mierda.
Entonces no dijo nada durante un rato.
Entonces me puso una mano en el hombro y me volvió sobre un costado y dijo:
– Santo Dios.
Pero no me dolió cuando me tocó, como me pasa normalmente. Le vi tocarme, como si estuviese viendo una película que pasaba en la habitación, pero apenas sentía su mano. Era como sentir el viento en la piel.
Y entonces volvió a quedarse callado un rato. Entonces dijo:
– Lo siento, Christopher. Lo siento mucho, muchísimo.
Y entonces me di cuenta de que había vomitado, porque sentía algo húmedo encima de mí y podía olerlo, como cuando alguien vomita en el colegio.
Entonces Padre dijo:
– Has leído las cartas.
Entonces oí que estaba llorando porque su respiración sonaba como burbujeante y mojada, como suena cuando alguien está resfriado y tiene muchos mocos en la nariz. Entonces dijo:
– Lo hice por tu bien, Christopher. De verdad que sí. Nunca pretendí mentirte. Tan sólo pensé que… Tan sólo pensé que era mejor que no supieras… que… que… Yo no quería… Iba a enseñártelas cuando fueras mayor.
Entonces volvió a quedarse callado. Luego dijo:
– Fue un accidente.
Entonces dijo:
– Yo no sabía qué decir… Estaba tan hecho polvo… Ella dejó una nota y… Entonces llamó por teléfono y… Dije que estaba en el hospital porque… porque no sabía cómo explicártelo. Era todo tan complicado. Tan difícil. Y yo… dije que estaba en el hospital. Y ya sé que no era verdad. Pero una vez dicho eso ya no pude… ya no pude cambiarlo. ¿Lo comprendes… Christopher? ¿Christopher…? Es sólo que… la cosa se me fue de las manos y desearía que…
Entonces se quedó callado un rato realmente largo.
Entonces me tocó en el hombro otra vez y dijo:
– Christopher, vamos a limpiarte un poco, ¿vale?
Me apretó un poquito el hombro, pero yo no me moví. Y él dijo:
– Christopher, voy a ir al cuarto de baño y te voy a llenar una bañera de agua caliente. Entonces voy a volver aquí y a llevarte al baño, ¿de acuerdo? Así podré meter las sábanas en la lavadora.
Entonces oí que se levantaba e iba al baño y abría los grifos. Oí que el agua corría en la bañera. Durante un rato no volvió. Entonces volvió y me tocó en el hombro otra vez y dijo:
– Vamos a hacer esto con muchísimo cuidado, Christopher. Vamos a sentarte y a quitarte la ropa y a meterte en la bañera, ¿de acuerdo? Tendré que tocarte, pero no va a pasar nada.