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KHUMBABA

¿CÓMO era el gigante Khumbaba, que guarda la montaña de cedros de la despedazada epopeya babilónica Gilgamesch, quizá la más antigua del mundo? George Burckhardt ha tratado de reconstruirlo (Gilgamesch, Wiesbaden, 1952); he aquí, vertidas al español, sus palabras:

Enkidu derribó con el hacha uno de los cedros. ¿Quién ha Penetrado en el bosque y ha derribado un cedro?, dijo una enorme voz. Los héroes vieron acercarse a Khumbaba. Tenía uñas de león, el cuerpo revestido de ásperas escamas

de bronce, en los pies las garras del buitre, en la frente a los cuernos del toro salvaje, la cola y el órgano de la

generación concluían en cabeza de sierpe.

En el noveno canto de Gilgamesch, hombres-escorpiones -que de la cintura arriba suben al cielo y de la cintura abajo se hunden en los infiernos- custodian, entre las montañas, la puerta por la que sale el sol.

De doce partes, que corresponden a los doce signos zodiacales, consta el poema.

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