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– ¿Entonces por qué no han venido hasta mí jamás?

– No lo sé. No. Tal vez no han podido.

– Porque no se preocuparon.

– Estoy seguro de que no es así.

Simone quería creerlo, pero era difícil. Y en todos estos años, nunca había compartido sus sentimientos con nadie. Siempre los mantenía reprimidos donde quemaban su alma. Cerrando los ojos con fuerza, se obligó a parar estos pensamientos. Eran contraproducentes.

Lo hecho, hecho estaba

Seguramente Xypher tenía razón y habrían vuelto con ella si hubieran sido capaces. Pero todavía estaba esa parte en su interior que lo dudaba. Aquella parte de ella que sentía como si nadie la hubiera amado jamás.

Al menos Xypher estaba aquí.

Sus brazaletes ya no estaban. Podría marcharse en cualquier momento si quisiera, pero hasta ahora no lo había hecho.

Su estómago se removió por los nervios y la aflicción. Se retiró, asustada por la sensación.

– Todavía me siento enferma. ¿Cuánto va a durar?

– Hasta que te acostumbres a tus poderes. Imagino.

No le gustó como sonó eso. Quería algo concreto a lo que poder echar mano. Algo tangible.

– Puedo oír el latido de tu corazón. Jesse está en su cuarto con Gloria, enseñándole cómo jugar a Atari. Mi vecino de la derecha está peleándose por teléfono con su esposa, y mi vecina más reciente, la mujer de la izquierda, tiene hambre. ¿Cómo sé todo esto?

– Son tus poderes. Serás capaz de sentir a otra gente de una forma que nunca imaginaste.

– ¿Oiré sus pensamientos?

La sonrió afectuosamente.

– Sólo si piensan en voz alta. Pero serás capaz de sentir las emociones que la gente lucha por esconder. Esto te dirá más sobre la gente que cualquier otra cosa.

– ¿Se mitigará alguna vez el enorme dolor de cabeza?

– Con el tiempo.

Asintiendo con la cabeza, bajó la mirada y le tocó la muñeca donde solía estar el brazalete.

– Ahora estás libre de mí.

– Lo sé.

– ¿Entonces por qué estás aquí todavía?

Xypher vaciló. Era algo que se preguntaba. Pero no podía abandonarla. Era vulnerable y estaba sola, y habiendo estado él mismo así, no se sentía con el valor suficiente como para abandonarla.

– Necesitas ayuda.

– Puedo arreglármelas sola. Siempre lo hago.

– No tengo ninguna duda de que puedes. Pero me ayudaste cuando lo necesité. Te devuelvo el favor.

Simone apoyó la cabeza contra su hombro, realmente agradecida por el apoyo.

– Gracias, Xypher.

– No hay problema.

Ella le frotó el brazo mientras el total de los acontecimientos del día se desarrollaban en su mente.

– Puesto que ahora soy un demonio, ¿está Jaden por encima de mí?

– No. Siempre que poseas tu alma y no hagas un trueque con ella, nadie tiene poder sobre ti.

Se apartó para mirarlo.

– ¿Y si alguien toma mi alma?

– Nadie puede tomar tu alma sin tu consentimiento. Las almas no funcionan de ese modo.

Se alegró de saberlo. Si ser un demonio era lo bastante espeluznante, la idea de perder el alma era aún más aterradora. Dios, tenía tanto que aprender. Era como si naciera de nuevo. Había tanto sobre sí misma que no entendía.

Quería aprender la profundidad de sus poderes y qué papel jugaba Jaden en el universo.

– Tengo una pregunta… Si Jaden es tan poderoso, ¿no podrías hacer un trato con él para matar a Satara?

Xypher le apartó el pelo de la cara.

– Jaden no funciona de esa manera. No tomará parte activa en nada. Más bien, proporciona los medios para que cada uno de nosotros realicemos nuestros deseos. Si necesitas más poder, lo encuentra. Si buscas un amuleto o un artefacto, entonces lo llamas. Como él mismo diría, es un medio para un fin, no un perro faldero.

– Entonces, ¿por qué no le has hecho abrir uno de los portales para ella?

– Se negó cuando se lo pedí.

– ¿Se negó? ¿Por qué?

– Puesto que Kalosis está controlado por la diosa Apollymi, supongo que sus poderes no funcionarían allí. Pero no lo sé. Podría ser algo tan simple como que no le gustó lo que yo iba a canjear. Jaden puede ser muy caprichoso a veces.

– No me parece justo.

– Dímelo a mí. -Miró alrededor-. Ahora, no sé tú, pero yo estoy hambriento.

Ella sonrió.

– Famélica. -De repente esa sonrisa se desvaneció-. No voy a beber sangre ahora, ¿verdad?

– Espero que no. Si es así, vamos a tener que aprender a sangrar a Jesse.

Jaden destelló detrás del árbol donde había sido convocado inicialmente. Como pensaba, Kaiaphas lo esperaba.

– Saludos, mi señor -dijo el demonio, inclinándose de modo respetuoso.

Jaden le elogiaría por saber cuándo arrastrarse. Pero el elogio no salvaría su culo.

– Hoy atacaste a tu hermano en campo abierto.

– Mi ama lo exigió.

Jaden lanzó su mano e inmovilizó al bastardo despreciable contra el árbol.

– Y por hacerlo así, deshiciste un trato que había hecho. ¿Sabes en lo que me convierte?

– No, mi señor.

– En un mentiroso. Y esa es una cosa que nunca he sido. -Jaden quería sangre por lo que había pasado hoy. Palackas había dado su vida en vano y esto había llevado a Jaden a un nivel de cabreo con el que no le gustaba actuar.

Pero aquel no era el lugar para exigir satisfacción sobre la muerte del demonio. Frustrado, liberó a Kaiaphas y le dejó que se retorciera en el suelo.

– No quiero a tus vírgenes. Puedes guardártelas.

– ¿Qué entonces, mi señor? Nómbrame tu precio y te lo entregaré.

– Hay un Dimme en esta ciudad. Tráeme su corazón.

– ¿Eso es todo?

– Confía en mí, es bastante.

Kaiaphas parpadeó cuando Jaden desapareció de su vista…

Un Dimme. Era más fácil decirlo que hacerlo. Primero, eran brutales y se rumoreaba que eran invencibles. No estaba seguro de si tenía incluso los poderes para mirar a uno.

Lamiéndose los labios, recordó su lucha del día anterior. La mujer…

Su sangre había mantenido al Dimme en su interior. Estaba seguro.

Quizás si entregaba su corazón a Jaden, sería suficiente. Después de todo, ¿no era un Dimme tan bueno como otro?

Chasqueando los dedos, volvió a Kalosis para preparar una incursión en su próximo ataque. Simone era médico forense…

Sonriendo, pensó en la manera de sacarla definitivamente de su casa.

CAPÍTULO 12

Simone estaba todavía tratando de orientarse mientras volvía a su dormitorio, pero era difícil. Todo parecía tan amplificado ahora. Cada ruido perforaba su oído. Las luces eran increíblemente brillantes, y podía oír el latido del corazón de Xypher compitiendo con el suyo. Era todo muy desconcertante.

Xypher estaba a su lado, y la estaba sujetando. Necesitaba su fuerte brazo para sostenerse. Pero el olor de su piel era obsesivo. También la hacía sentir hambrienta de su sabor, de una manera en la que nunca había querido a un hombre antes. Era casi como si fuera otra parte de ella. Una que era más valiente, más seductora…

Más hambrienta.

– ¡Simone!

Alzó la mirada mientras Jessi venía corriendo a la habitación a través de la pared.

– ¡Estás levantada! ¡Estás levantada! -Corrió hacia ella como un exuberante perrito.

En el pasado cuando solía hacer eso, corría a través de ella. Hoy, golpeó contra ella tan fuerte que Simone tropezó.

– ¿Qué…?

Xypher le echó una mirada entre mitad divertida, mitad diabólica.

– Puntos extra para tus nuevos poderes. Ahora puedes darle una bofetada cuando te ponga de los nervios.

– ¿Puedo tocar a Jesse? -Respiró las palabras, tratando de entenderlas completamente.

Girándose, se encontró con la mirada sorprendida de Jesse. En todos esos días, nunca habían sido capaces de tocarse. La mano le temblaba, la levantó para colocar los dedos contra su frío cuello.

Era sólido.

Jesse era real para ella. Podía tocarle…

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