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Simone lo puso en su bolsillo trasero.

– ¿Crees que responderá?

– No lo dudes.

Lo obligó a detenerse sobre la acera,

– ¿Necesitas ser tan hosco cada vez que respondes?

– ¿Y tú necesitas ser tan condenadamente alegre? Era demasiado pedir que me encadenaran a una muda depresiva o a alguna de esas tías que visten de negro y escriben patética poesía.

En su vida la habían ofendido tanto.

– ¿Qué es lo que pasa contigo?

Sus ojos centellaron en la oscuridad.

– Agradece humana, que jamás podrás entenderlo.

¿Entender qué? ¿Qué él era un imbécil? No había excusa para eso.

– ¿Sabes? no eres el único con problemas en esta ecuación. Resulta que yo tengo una vida y un trabajo. Lo último que necesito es cargar con un gorila de ciento cuarenta kilos con un resentimiento tan grande sobre sus hombros, que es un misterio que no le haya salido una joroba.

– No peso ciento cuarenta kilos.

Ella enarcó una ceja antes su respuesta.

– ¿No niegas la parte del gorila?

– No.

Eso le quitó gran parte de su bravuconería. Era difícil atacarlo cuando parecía tan contento con el hecho de ser un monstruo.

– Eh, ¿Simone? -Había una nota de pánico en la voz de Jesse.

Ella se volvió a mirarlo.

– ¿Si?

– ¿Qué es eso?

Miró en la dirección que le señalaba. Alto y ágil, con ojos rojos que destellaban en la oscuridad.

Y se dirigía hacia ellos.

CAPÍTULO 3

Xypher la empujó hacia Jesse.

– Vosotros dos quedaos detrás.

Simone no pretendía discutir, teniendo en cuenta el tamaño de la criatura que se aproximaba y el hecho de que su piel parecía estar hirviendo y echando humo.

Vistiendo una capa negra que flotaba a su alrededor, ensombreciéndolo completamente, excepto por esos espeluznantes ojos rojos, fue por Xypher tan rápido que ella apenas pudo distinguirlo.

Arremetieron uno contra el otro.

Xypher hizo girar al demonio, que rodó y le disparó una bola de fuego. Él esquivó el fuego, luego echó su mano adelante, para reenviárselo a Smokey, el Demonio.

No funcionó.

El demonio se echó a reír.

– Pobre Xypher. ¿Tienes problemas?

– ¿Para patearte el trasero, Kaiaphas? Nunca.

La capa se desvaneció. En la oscuridad, la piel hirviente del demonio se articuló como si fuera cuero. Su rostro mutó al de una gárgola, mientras que el algodón de su vestimenta se convertía en una lustrosa armadura negra, que se ajustaba a los musculosos contornos de su cuerpo. Sus ojos aún destellaban como brasas brillantes en el fuego.

Kaiaphas sacó una corta espada y la hizo girar alrededor de su cuerpo antes de atacar a Xypher, que esquivó la cuchilla. Una muñequera plateada apareció en su brazo, que no tenía el brazalete. Xypher la usó para desasir la cuchilla de las manos del demonio. Pero antes de que pudiera capturarla, Kaiaphas la atrapó en su mano izquierda e intentó apuñalarlo una vez más.

Girando sobre sus talones, Xypher empujó al demonio. Kaiaphas trastabilló, reincorporándose de inmediato.

Kaiaphas se echó a reír.

– Has mejorado.

– Sí, los críos crecen eventualmente. -Xypher le lanzó un puntapié, pero Kaiaphas atrapó su pierna y le dio un tirón.

Xypher dio una voltereta en el aire para aterrizar de pie. Echó a correr tras el demonio y lo cogió a la altura de la cintura. Ambos cayeron hacia atrás, aún luchando.

Simone quería correr, pero recordó, que mientras llevara el brazalete no podría alejarse demasiado sin provocar la muerte de ambos.

– Busca un arma -le susurró fuerte a Jesse, al tiempo que se ponía a buscar una rama de árbol o algo que le sirviera para ayudar a Xypher a acabar con el demonio.

De pronto, Jesse maldijo.

Simone se giró a mirar a los combatientes, para ver que había causado tal reacción en Jesse. En un abrir y cerrar de ojos, Kaiaphas hizo girar la espada en su mano y apuñaló a Xypher en el abdomen, atravesándolo de lado a lado.

Xypher emitió un jadeo. La sangre se juntaba alrededor de la empuñadura de la espada, fluyendo sobre la mano de Kaiaphas.

El demonio se rió.

– Parece que tus habilidades no han mejorado lo suficiente, ¿eh? -Luego le dio un cabezazo a Xypher. El golpe hizo tambalear hacia atrás a Xypher, y la espada salió despedida de su cuerpo.

Cayó al suelo de rodillas, mientras Kaiaphas elevaba su espada para el golpe de gracia.

Simone apretó los dientes, mientras revivía en su mente las muertes de su madre y su hermano menor. Un sentimiento de ira infundada la sobrecogió, impidiéndole pensar racionalmente.

En ese momento, el demonio se convirtió en el foco de veinte años de frustración y desesperanza, a causa de un sistema legal que le había fallado. Y una rabia tan amarga, que casi podía saborearla.

Pensando sólo en salvar a Xypher, Simone cogió el spray pimienta del bolsillo de su abrigo y echó a correr hacia el demonio. Apartándolo de un empellón con toda su fuerza, contuvo el aliento y lo roció con el spray.

Kaiaphas tosía y escupía. Echando chispas por los ojos, corrió tras ella.

Simone se preparó para el ataque, pretendiendo defenderse sólo con sus manos. Pero antes de que la cogiera, algo lo apartó de un empellón.

Un destello de cabellos rubios le confirmó que se trataba de Julián, que traía un arma consigo. Interponiéndose en su camino, forzó al demonio a alejarse de ella y de Jesse.

Mientras él se ocupaba del demonio, ella corrió hacia Xypher, que yacía en el suelo cubierto de sangre. Su rostro estaba pálido y temblaba visiblemente. La sangre brotaba a borbotones entre sus manos.

– Shh -le dijo Simone, apartándole la mano para poder verle la irregular herida-. Te tengo Xypher. No te preocupes. -Se giró para mirar sobre el hombro-. Jesse, ve al camión y tráeme mi maletín de emergencia.

Jesse se apresuró hacia el vehículo mientras ella examinaba la herida en el vientre de Xypher. Se veía espantosa. Y en cuanto lo tocó, el maldijo. Sus fosas nasales se dilataron y estaba segura de que la habría golpeado.

Afortunadamente, se desmayó antes de llevar a cabo la no pronunciada amenaza.

Ella elevó la mirada para ver a Julián envuelto en una impresionante lucha de espadas. Se movían tan de prisa, que sólo podía ver las chispas que centellaban cada vez que sus espadas chocaban. El sonido de metal contra metal era ensordecedor y envolvía todo excepto sus gruñidos e insultos.

De repente, en un movimiento fluido, Julián eludió al demonio y lo hizo a un lado antes de apuñalarlo en las costillas.

Tambaleándose hacia atrás, el demonio siseó, mostrando un juego completo de afilados dientes, antes de disolverse en la oscuridad. Todo lo que quedó atrás fue el hedor a sulfuro y algo que le recordaba a la melaza.

Julián estiró el cuello, como intentando percibir algo. Se giró hacia ella al tiempo que Jesse le alcanzaba el maletín. Ella se concentró en detener la hemorragia de Xypher. No le resultaba fácil, especialmente, cuando empezó a sentir que se mareaba.

– ¿Estás bien? -Le preguntó Jesse.

– No estoy segura.

Julián se arrodilló a su lado.

– Necesitamos sacarlo del punto de mira, si entiendes a que me refiero.

Ella ciertamente lo hacía. Habían sido afortunados, de que ningún coche circulara cerca durante la lucha… o peor aún, que el perro del vecino no hubiera necesitado un paseo.

– No podría estar más de acuerdo.

Un segundo después, estaban en la casa de Julián, en una habitación del segundo piso que estaba decorada en tonos verdes y cremas, y equipada con bonitas antigüedades Victorianas.

Ella y Julián se quedaron de pie junto al lecho de tamaño Queen mientras que Xypher yacía sobre el mismo.

Jesse apareció un segundo después y arrugó la nariz.

– Esa es una herida repugnante. Debe doler.

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