Xypher esperó a que ella se moviera, así que cuando lo tomó en su boca, aquello fue todo lo que pudo hacer para no gritar. Los escalofríos estallaron por todo su cuerpo cuando ella lo lamió poco a poco. Apretó los dientes ante la exquisita tortura mientras permanecía perfectamente quieto para ella.
La lengua lo lamía y se movía mientras su mano acariciaba su saco. Nada se había sentido mejor, jamás. Se inclinó hacia delante para apuntalar un brazo contra la cómoda de detrás de Simone y bajó la mirada hasta ella mientras le daba placer. Sus rizos marrón oscuro saltaban con cada movimiento de su cabeza
Pero lo que más le impactó fue el gozo en su cara…
Simone gimió ante lo bien que sabía. Ella podía sentir sus músculos tensándose y apretándose cuando él luchaba consigo mismo. Su respiración salía en entrecortados jadeos mientras le acariciaba suavemente el pelo con una mano.
Ella podía sentir literalmente cuanto significaba esto para él.
Cuanta felicidad le estaba dando por hacer ese acto tan sencillo.
Entonces con un fiero gruñido se corrió en su boca.
Xypher estuvo temporalmente ciego cuando un inimaginable placer lo inundó. Tuvo que inclinarse con ambas manos contra la cómoda para evitar caerse.
Mirando hacia abajo, vio a Simone mirarle con un atisbo de sonrisa en sus labios
– ¿Estás bien?
– No -farfulló él-. Estoy en éxtasis. Pasé volando el “bien” en el momento en que me tocaste.
Riendo, se levantó frente a él, forzándolo a apartarse de la cómoda.
Él la cogió en sus brazos y apoyó la cabeza contra la curva de su cuello de modo que pudiera inhalar la dulzura de su piel. Simone cerró los ojos cuando le pasó los brazos alrededor de sus anchos hombros y lo sostuvo cerca. Estaba tan calmado y apacible de esa manera… una completa contradicción con la bestia que la había empujado en el coche y después amenazado su vida.
Ella sintió sus manos en los muslos, levantando su falda hasta la cintura. Su lengua jugueteó con su piel mientras zambullía una mano bajo el elástico de sus bragas para separar suavemente los pliegues de su cuerpo. En el momento en que sus dedos la rozaron, gimió y tembló.
Pegándose a él, echó la cabeza hacia atrás cuando sus dedos la acariciaron y tomaron. Cuando deslizó uno dentro de ella, todo lo que pudo hacer fue quedarse en esa posición
Era extremadamente hábil con sus manos. Honestamente, había pasado al menos un año desde que había estado con un hombre. Había olvidado lo buena que era esa sensación.
– Córrete para mí, Simone -le susurró Xypher al oído-. Quiero ver tu placer.
Esas palabras la enviaron al límite. Incapaz de contenerse, se mordió el labio y gritó. Aún así, él continuó acariciándola y jugando con ella hasta que hubo exprimido la última pizca de su gozo. Con respiración entrecortada, no estaba segura de cómo sus temblorosas piernas podían sostenerla.
– Gracias -le susurró él al oído.
– No tienes que agradecérmelo, Xypher.
– Créeme, por esto, sí. -Le acarició la mejilla con los dedos-. Nadie ha tenido jamás piedad de mí, ¿por qué tú sí?
– Sé que vas a encontrar esto difícil de creer, pero por alguna razón que no entiendo, realmente me gustas… la mayor parte del tiempo.
Él sacudió la cabeza como si el mero pensamiento fuese incomprensible.
– Bueno, tú también quieres a Jesse. Obviamente tu gusto por los hombres deja mucho que desear.
– Obviamente -le sonrió ella, hasta que el reloj de pared dio la hora. Esto la hizo volver a la realidad-. Ahora, si no te importa, tengo una clase para enseñar en menos de una hora y necesito que te arregles para venir conmigo.
Él se rió con fuerza.
– Señora, ahora mismo podrías pedirme que me lanzara bajo un autobús para hacerte feliz y yo te obligaría.
Ella se unió a su risa.
– Entonces es una buena opción que yo no use mis recién descubiertos poderes para el mal, ¿huh?
– Para mí, lo es. -La besó en la nariz antes de ponerse los pantalones y cerrar la cremallera. Se detuvo ante la puerta para volver a mirarla con una tierna expresión en la cara que la quemó completamente-. ¿Me sigues?
Ella asintió antes de ir con él al baño.
– Sabes -dijo él, indicando la bañera con el pulgar-, no soy tímido. Si quieres entrar, siéntete libre.
Simone todavía podía saborearle en los labios mientras consideraba su invitación. No lo hagas. Tienes que impartir una clase. Pero antes de que pudiera detenerse, estaba en el baño con él, observando cómo se desnudaba.
Ella dejó escapar el aire lentamente ante la vista de toda esa musculosa y leonada piel. Se le hacía la boca agua.
Él le disparó una diabólica sonrisa antes de meterse en la bañera.
– Puedes unirte a mí siempre que quieras.
Y lo haría, ése era el problema.
– Está bien, realmente necesito darme prisa para no llegar tarde.
Se apartó de la silueta de la cortina y se cepilló los dientes. Cuando lo hizo, una extraña sensación la atravesó.
Otra vez se sentía como si alguien la estuviera observando. Enjuagándose la boca, se dio la vuelta. Xypher estaba ocupado duchándose, y no había nadie más en la habitación.
– ¿Qué me está sucediendo?
– ¿Simone? -preguntó Xypher.
Elevó la voz para responder.
– Nada. Sólo estaba hablando conmigo misma.
Él salió de la ducha para comprobarlo.
– ¿Estás segura?
– Claro. Es sólo… ¿No tienes la sensación como si nos estuvieran observando?
– ¿Una sensación cómo?
Se encogió de hombros.
– No lo sé. Es igual que si hubiera algo ahí fuera.
Él cerró el agua. Abrió la cortina y alcanzó una toalla.
A pesar de la agradable estampa que presentaba, su preocupación era tal que ella apenas advirtió su cuerpo mojado, y eso decía cuan escalofriante era la sensación. Él envolvió la toalla alrededor de sus delgadas caderas.
– ¿Cuándo empezó?
– Hace un par de días. Es igual que si algo se estuviera arrastrando sobre mi piel, y no sé qué es. -Dejó escapar un suspiro sonoro-. Los demonios no pueden salir a la luz del día, ¿verdad?
– Los Daimons no pueden, pero los demonios sí. Sólo que no son tan fuertes durante el día.
– Oh, eso apesta. ¿Qué hay de ti? ¿Eres más débil?
– No soy como un demonio. Algunas veces es bueno ser un dios híbrido.
Bueno para él, pero no para su salud.
– Bien, entonces. Lo que quiera que sea, sólo me está observando. No hace otra cosa, así que ignorémoslo.
Xypher la observó cuando ella volvió al dormitorio. La siguió, pero él no lo iba a olvidar tan rápido. Algo que sabía, y que no había mencionado, era que cuando algo observaba a alguien, rara vez era bueno.
De hecho, estaba esperando el momento perfecto para abalanzarse.
CAPÍTULO 9
Después de haberla visto enseñar a sus estudiantes, Xypher estaba aún más impresionado con Simone de lo que había estado antes.
– Es bueno que no seas un demonio.
– ¿Por qué?
Cogió sus portafolios y libros mientras ella abandonaba el laboratorio y se los llevó de vuelta a su despacho.
– Con tu conocimiento de la anatomía humana, serías aterradora… y mortal.
Ella se burló:
– Soy bastante inocua.
– Si, no cuadra con lo que vi. Me parece recordar que lanzaste a ese Daimon al suelo y le hiciste sentirlo. Por cierto ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
– Clases de defensa personal. Tate insistió, y estuve de acuerdo. Si vas a hacer mi trabajo, necesitas ser capaz de manejarte alrededor de criaturas dominantes.
Puso los ojos en blanco ante su evidente ataque. Lo extraño era, que en realidad no le importaba. Se iba acostumbrando a sus bromas, y de hecho, las disfrutaba.
– Ya sabes… pensándolo bien, hay un par de demonios a los que estaría encantado de ver como les diseccionas.
– Si uno de ellos es tu hermano, estoy de acuerdo. Es un ogro repugnante.