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– No quiero ir a la morgue, Simone -dijo Jesse entre dientes-. No me gusta.

Ciertamente lo podía entender inmediatamente después de la oficina de proctología (estudio de las alteraciones del ano y recto).

Le dedico a Jesse una mirada compasiva, pero ambos sabían que ella no tendría otra opción salvo ir. No había nada que ella no hiciera para llevar ante la ley a un asesino y eso incluía frecuentar la escalofriante morgue de la ciudad en vez de su laboratorio en Tulane.

– ¿Así cuál es la parte más extraña sobre estos asesinatos? -Preguntó, tratando de distraer a Jesse de repetir una perorata acalorada con la que estaba más que familiarizada.

Además, él podía irse a casa sin ella, solo que no le gustaba estar en casa cuando ella no estaba allí. Jesse podía ser un fantasma muy necesitado algunas veces.

Tate le robó otra patata frita antes de contestar.

– El hecho de que aquí la Srta. Gloria se levantó y se marchó de la mesa de examen.

Simone se atragantó con la Coca-Cola que bebía.

– ¿Discúlpame?

– Escuchaste bien. Nialls está ahora con una camisa de fuerza por eso. Se volvió tan loco que tuvimos que llamar al psiquiátrico.

Ella tosió dos veces para aclararse la voz antes de hablar de nuevo.

– ¿La víctima estaba en coma?

– La víctima estaba muerta como una piedra. Como vistes en las fotos, le habían arrancado la garganta y Nialls acababa de abrirle el pecho para la autopsia. Tenía su corazón en las manos cuando ella empezó a respirar.

– Uh-huh… -fue la única respuesta que pudo dar durante un momento-. Y se levantó y se marchó…

Él asintió desanimadamente.

– Bienvenido a mi mundo. Oh, espera, bienvenida a tu mundo. El tuyo es aun más extraño que el mío. Al menos no vivo con un fantasma que tiene su propio dormitorio en mi casa -echó un vistazo alrededor de la mesa, luego bajó la voz-. ¿Jesse está aquí?

Simone inclinó su cabeza en dirección a su amigo que estaba sentado y la miraba con el ceño severamente fruncido.

– Por favor explícame cómo se levantó mientras él sostenía su corazón -dijo lentamente.

– Eso es lo que quiero que me digas. Mira, trato con… bien, la mayoría de los días, la extraña mierda paranormal. Eres la reina de lo extraño. Necesito a la reina en esto antes de que tenga que empezar a contratar a un nuevo médico forense que no se vuelva loco cuándo los muertos se escapen de las mesas. ¿Sabes dónde puedo encontrar algunas de estas insólitas personas? Sé que pasas el tiempo con ellos.

– Gracias, Tate. Siempre espero estas palabras de aliento que sostiene nuestro ego.

– Sí, pero al menos sabes que te quiero.

– Al igual que un agujero en el zapato.

Se rió.

– No es verdad. Eres la mejor maldita médico forense que alguna vez he visto y lo sabes. Si pudiera conseguir que te fueras de Tulane y contratar tu culo para la ciudad, me encantaría hacerlo en un segundo. El hecho de que eres la única con la que puedo hablar sobre las muertes paranormales es una gran ventaja para mí. Algún otro me tendría en un cuarto al lado de Nialls.

Simone trató de alcanzar su pepinillo.

– Es cierto que me dijeron que tienen drogas increíbles para ayudar a reprimir esas alucinaciones.

– Entonces contrátame. Definitivamente las podría usar.

Precisamente podría usarlas, pero eso era otra historia. No obstante, su vida entera era lo suficientemente extraña para considerarla una alucinación masiva.

Si sólo lo fuera.

Simone hizo una pausa mientras recibía una absurda sensación extraña en el estómago de nuevo. Recorrió con la mirada el oscuro restaurante, seguidamente por la ventana a la izquierda que exhibía el tráfico en Decateur Street. Nada parecía fuera de lo normal, pero todavía la sensación persistía.

– ¿Hay algún problema? -Preguntó Jesse.

– He tenido esa sensación de nuevo.

Tate la miró con ceño.

– ¿Qué sensación?

Su cara se acaloro con la pregunta.

– Sé que suena loco.

– Acabo de tener un cuerpo escapándose de la mesa en mitad de una autopsia ¿Y crees que tu historia es chiflada? Claro, Boo…

Eso era lo que más le gustaba sobre Tate. La hacía sentir casi normal. Sin mencionar que era la única persona además de ella que sabía de Jesse. Claro que ella era también la única persona fuera de un puñado pequeño que sabía que Tate era un Escudero de los Dark-Hunters, un grupo de guerreros inmortales que perseguían y ejecutaban a los vampiros Daimons que vivían de las almas humanas.

Bravo, su vida era todo menos normal.

Así que… ¿Por qué debería preocuparse, por el hecho de sentir como si algo malo la estuviera vigilando? Probablemente lo estuvieran haciendo. Y desafortunadamente, no sería la primera vez. Sólo quería asegurarse de que no fuera la última.

– ¿Sabes de dónde viene? -Preguntó Jesse.

– No, no lo puedo localizar con toda precisión. Todo lo que sé es que me pone la piel de gallina.

Tate se reclinó en la silla para mirarla a los ojos.

– Realmente desearía poder oír a Jesse. Es tan desconcertante cuando los dos estáis hablando. Me pregunto si no está sentado ahí, burlándose de mí.

Ella sonrió.

– Jesse solo se burla de mí.

– Eso no es verdad.

Miró a Jesse.

– Sí que lo es.

– No, no lo es -insertó Tate.

Simone lo miró ceñudamente.

– ¿Sabes lo que estas discutiendo?

– No realmente. Simplemente parecía natural añadir eso.

Se rió.

– Cómo conseguí mezclarme con vosotros dos, nunca lo sabré. -Pero eso no era cierto. Jesse había venido a ella durante la hora más oscura de su vida y había estado con ella desde entonces.

Tate… había estado allí cuando había llegado a estar más cerca que nunca de capturar al asesino de su madre y su hermano.

Lamentablemente, su corazonada no había salido bien y la evidencia aunque les dio una pista del asesino de su madre, había estado demasiado corrompida para usarla. Aun así, Tate había luchado por ella a brazo partido aún cuando él no la conocía en aquella época. Eso significaba más que nada para ella y habían sido amigos desde entonces.

No había nada que no hiciera por él y él lo sabía.

Tate, LaShonda, y Jesse eran la única familia que tenía.

Él se inclino hacia atrás y esperó a que la camarera le pusiera el plato sobre la mesa y se fuera antes de hablar otra vez.

– ¿Estás segura de que no es uno de los fantasmas que ves observándote de cerca?

Negó con la cabeza.

– No. Nunca son así de sutiles. Generalmente saltan a lo, “Ey tú, zorra, hazme una oferta”. Esto… esto es otra cosa.

– El mal viene hacia ti -dijo Jesse con una voz sombría, resonante.

Simone entrecerró los ojos en él.

– Odio cuando haces eso.

Tate se echó hacia atrás como si estuviera ofendido.

– ¿Qué hice?

Ella le sonrió.

– No es a ti. Jesse. Usa su voz de fantasma para mí. Es sumamente inquietante.

– Sí, pero todavía me quieres -Jesse le guiñó el ojo.

– Por supuesto que sí. Pero ahórrate la voz fantasmagórica.

– Lo haría si cualquier otro me pudiera oír. ¿Tienes alguna idea de lo que jode? No, porque todo el mundo te escucha cuando hablas. -Se levanto y bailó en la esquina- ¡Eh, gente! -gritó-. Miren el sorprendente baile de los fantasmas. -Agitó sus brazos alrededor y sacudió el cuerpo-. Soy malo. Soy malo. Soy malo. -Se detuvo y miró en torno a la gente que seguía hablando de sus negocios, ajenos a sus excéntricas payasadas-. Ves. Apesta.

Ella fulminó a Jesse con una seca mirada, quien alzó las manos en señal de rendición. Había momentos en que era un extraño cruce entre una madre fastidiosa y una esposa combinada con un hermano loco.

Enfocó su atención en Tate.

– En cualquier caso, volviendo a la muerta… ¿La policía tiene alguna pista?

Tate negó con la cabeza.

– Fue encontrada tirada en un callejón en Warehouse District. Le lastimaron la garganta con algo parecido a una garra. Demasiado grande para ser de un animal y demasiado serrada para ser la marca de un sencillo cuchillo.

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