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– ¿Xypher? -Simone respiró-. Estoy asustada.

Acheron le tomó la otra mano.

– No lo estés. Tus poderes están siendo liberados. Eso es todo lo que pasa. Sé que duele, asusta y sacude. Pero no luches. Sólo respira profundamente, y deja que el poder fluya a través de ti.

Eso sólo hizo que Xypher se enojara más.

– Es fácil para ti decirlo. No tienes ni la menor idea de lo que está atravesando.

Acheron rió amargamente.

– Sí, a diferencia de ti, sé exactamente cómo se siente. Era humano cuando mis poderes divinos fueron liberados. Créeme, no fue agradable y tampoco lo será esto.

Eso le hizo olvidar su ira.

– ¿Qué puedo hacer?

– No la dejes sola. Necesitará a alguien que le enseñe cómo utilizar sus sentidos de demonio. Tú creciste con tus poderes, pero sabes cuan diferentes son de la funcionalidad humana normal. Eres el mejor maestro que ella podría tener.

Xypher maldijo al pensar en tener a alguien dependiendo de él. Él no era confiable. No sabía cómo funcionar así. Le espantó que quizás la corrompiera o la dañara a causa de su propia ignorancia. Necesitaba a un maestro mejor que él. Todo lo que conocía era el dolor y la traición. Cómo utilizar sus poderes para dañar a otros. Simone no era así. Ella era la bondad.

¿Cómo podría un animal como él enseñarle lo que necesitaba saber? Pero nunca lo admitiría ante nadie.

– Tengo mi propio orden del día aquí, Acheron. No puedo estar atado a ella.

– Tienes tres semanas para lograrlo. Por una vez, Xypher, piensa en alguien además de en ti mismo.

Curvó el labio ante las palabras de Acheron. Pensaba en otra persona, pero otra vez, nunca admitiría eso en voz alta.

– Preocuparme por alguien más es lo que consiguió maldecirme. Es un error que no quiero repetir.

Esos ojos de plata quemaron con una sabiduría antigua.

– Sabes que a veces repitiendo nuestros errores es como nos damos cuenta de qué falló la primera vez. Sabiendo eso, podemos arreglar el error y seguir adelante.

Xypher se burló de eso.

– Correcto, y la definición de la estupidez básica es seguir haciendo la misma cosa una y otra vez esperando un resultado diferente. No soy estúpido.

– No dije seguir haciéndolo -Acheron echó un vistazo al brazo del Xypher donde su voto fue marcado-. Sigue adelante con un propósito. Examina lo que falló y corrige ese error.

¿Por qué seguía volviendo a una sola frase?

Sigue con un propósito…

– Ayúdala, Xypher. En este momento ella te necesita más de lo que tú necesitas matar a Satara -Y con eso, desapareció.

Xypher se sentó en el suelo con las palabras de Ash sonando en su cabeza. Había verdad allí, pero la necesidad de venganza era tan fuerte…

Entonces recordó la manera en que Simone lo había tocado más temprano esa mañana cuando se había apiadado de su dolor. No le había pedido nada cambio.

Nada.

Xypher la recogió en sus brazos y la sujetó cerca.

– Estoy aquí para ti, Simone.

Simone apenas podía entender esas palabras mientras su cuerpo continuaba quemándola. Todo alrededor se sentía amplificado. Los colores, los olores, los sonidos… experimentó el mundo de una forma completamente nueva.

– ¿Cómo está? -La voz de Liza pareció venir de muy lejos.

Tipo O positivo. Ese era el tipo de sangre de Liza. Ella también tenía un leve murmullo en el corazón.

Y Jesse…

Supo sus debilidades, también. Los podía oler y probar, y una diminuta parte de ella quiso explotar esas debilidades. Eso la espantó por encima de todo.

– ¿Qué significa ser un demonio, Xypher?

– Tú no eres un demonio.

Levantó el brazo y miró fijamente su mano. Se parecía a su mano, mas sentía como si pudiera aplastar acero con ella. ¿Podía?

– Me siento tan poderosa.

– Es una ilusión.

¿Lo era? Pareció suficientemente verdadero. El pensamiento apenas se había completado antes de que sintiera un tirón en su estómago. Asió el cubo de Liza y vació el contenido de su estómago en el.

Cuándo terminó, ya no se sentía fuerte. Se sentía débil y sin valor.

– Quiero ir a casa.

Xypher cabeceó. Se detuvo para mirar a Liza.

– ¿Puedo quedarme otra vez con el amuleto? Aún tengo que entregarlo a Jaden o él tendrá mi trasero.

La renuencia se mostró en sus ojos cuando se lo quitó una vez más.

– Espero que esto no sea un error.

– Yo también -él estuvo de acuerdo.

Después de ponerlo en su bolsillo, Xypher tiró de Simone contra su pecho, y lo próximo que ella supo fue que estaba en su casa, en su cama. Él estaba todavía a su lado.

– Debes descansar.

– ¿Me sostendrás? -Xypher quiso maldecir por la ternura que esas palabras despertaban dentro de él. Debía ignorarla y a su conciencia.

Si solamente pudiera.

En vez de eso, se acostó al lado de ella en la cama y la atrajo hacia si.

– Descansa.

Ella se acurrucó contra él antes de cerrar los ojos y hacer lo que le sugería. No le tomó mucho tiempo caer en un sueño profundo y tranquilo.

Yaciendo así con ella, casi se sentía humano. ¿Cuán ridículo era eso? Ellos eran dos demonios ahora yaciendo juntos. Miró la foto de sus padres y se preguntó por lo que los habría unido para que intentaran vivir una vida humana normal.

En el retrato, se parecían a cualquier otra familia. Nadie habría adivinado jamás el secreto que escondieron.

Era un secreto que aún le podía costar la vida a su hija.

CAPÍTULO 11

Al anochecer, Xypher se paseaba por el pequeño apartamento, preguntándose si estaba cometiendo un error al quedarse con Simone. Por lo que sabía, su presencia aquí era una amenaza aún mayor para ella de lo que sería un baño de plomo.

Sintió el aire calmarse un instante antes de que Jaden apareciera. Sus ojos impíos eran una sombra peculiarmente vibrante de verde y marrón.

– Lo tienes. -Era una constatación del hecho, como si pudiera sentir el amuleto.

Xypher lo sacó del bolsillo y lo sostuvo en la mano. Su tamaño no era más grande que el de un cuarto de dólar, parecía una pieza de turquesa verde con una delicada filigrana en plata a su alrededor. Parecía tan inofensivo. Era difícil imaginar este objeto derribando a un dios, pero por otro lado, la sal era una sustancia completamente inocua que tenía el suficiente poder como para rechazar a un ejército de demonios.

– Lo tengo.

Jaden extendió la mano y esperó.

Xypher dejó caer el amuleto en la palma.

Inspirando profundamente, Jaden cerró la mano y lo sostuvo con reverencia. Cuando abrió los ojos, eran rojo sangre.

– Gracias.

El brazalete de oro cayó abierto y golpeó el suelo a los pies de Xypher.

– ¿Cómo lo hiciste?

Él se mofó:

– Como si fuera a explicarte la fuente de mis poderes a ti, demonio. Simplemente estate agradecido de haber realizado tu parte del trato.

Xypher podía sentir sus poderes creciendo con cada palabra que Jaden decía. Esto era lo que necesitaba. Lo que debía tener.

Echando la cabeza hacia atrás, Xypher se rió. Por primera vez en siglos, se sentía como el dios que era. Y con aquellos poderes llegó la lucidez repentina.

– Conocías la ascendencia de Simone…

Jaden se encogió de hombros.

– Por supuesto que la conocía. ¿Con quién piensas que negoció su padre para protegerla? Tomé su alma a cambio de ocultar sus poderes del resto del mundo.

Un temblor le bajó por la columna vertebral.

– Lo traicionaste al darle la ocasión de ser convertida.

Una pincelada de rojo veló los ojos de Jaden cuando lo fulminó con la mirada.

– No traicioné nada. Se expuso ella misma. Al ser mordida, deshizo el trato de su padre. En su momento, lo informé sobre los inconvenientes de mi protección. Él nunca pensó que entraría en contacto con otros demonios.

Pobre bastardo. Debería haber sabido que su hija encontraría el camino.

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