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Lágrimas inundaron los ojos de Jesse mientras posaba su mano sobre la de ella. Sollozando mientras las emociones la abrumaban, Simone le empujó a sus brazos y le sostuvo cerca.

– ¡Puedo tocarte!

Xypher cruzó los brazos sobre el pecho mientras la emoción perforaba su corazón como un cuchillo. No tenía razones para estar celoso de un chico fantasma punk y del modo en que ella le tocaba…

Quería arrancarle la cabeza a Jesse.

– Desearía haber podido tocarte así cuando eras pequeña, -suspiró Jess-. Todas esas veces que llorabas, todo lo que podía hacer era mirar y tratar de animarte haciendo muecas.

– Lo sé, Jesse. Lo sé.

Xypher odiaba admitirlo, pero era la manera en que se tocaban el uno al otro, y se dio cuenta de que los celos que sentía no eran porque otro hombre estuviera sosteniendo a Simone. Era el amor entre ellos dos, del uno por el otro.

Eran una familia.

A través de las duras y las maduras. No importa el qué, esos dos habían estado juntos y lo harían durante toda la eternidad. Nunca habría traición. Ninguna traición. Sólo querían amarse y ayudarse mutuamente.

Nadie le había amado nunca así. Y ellos no lo harían.

Ni una sola vez había sido tocado por una mano amante. De repente, se sintió como un intruso. Peor, no se sentía merecedor de ser testigo de algo tan prístino.

Dolorido por dentro, se giró y se encaminó a la cocina.

Simone sintió el aire conmoviéndose. Miró más allá de Jesse para ver a Xypher saliendo de la habitación. Había un aura de tal tristeza a su alrededor que le hizo sentirse dolida por él.

Se apartó de Jesse.

– ¿Va algo mal?

– No estoy segura. -Se alejó de su mano y siguió a Xypher para ver que había pasado.

– ¿Xypher?

Él se detuvo en el mostrador para mirarla. Sus apuestos rasgos eran estoicos, pero ella podía sentir la confusión interior.

– ¿Está todo bien?

Asintió.

– Estupendo. No quería miraros baboseándoos el uno al otro. Arruinaba mi apetito.

Si sólo ella creyera eso. Ahora entendía lo que él había querido decir más temprano sobre sus poderes. Tal incongruencia entre lo que sentía y veía era extremadamente desconcertante.

Se acercó a él.

– ¿Por qué estás herido por dentro?

– No estoy herido, sino hambriento. Deberías aprender a notar la diferencia. -Señaló el frigorífico sobre su hombro con el pulgar-. ¿No es la hora de comer?

Sacudió la cabeza mientras se daba cuenta de que estaba cambiando de tema. Algo le había hecho sentirse incómodo, y en vez de tratar con ello, quería comida.

Bien, podía arreglárselas con eso. Pero no era tonta.

– He dejado algo de ensalada de atún. Podemos hacer sándwiches.

– Me vale.

Simone sacó el pan.

– ¿Por qué no coges el recipiente del frigorífico por mi? Es el contenedor claro con la tapa blanca.

Jesse se les unió mientras ella cortaba las rebanadas de pan.

– ¿Sabías que Gloria estaba estudiando psicología?

Simone sonrió.

– No, ¿Cómo podría saberlo?

– Cierto, has estado fuera haciendo cosas con Xyper… volviéndote una demonio y todo. Actualmente Gloria, es una persona realmente estupenda, una vez que deja de burlarse de mi música.

Simone estaba perpleja por su súbito cambio de carácter hacia Gloria.

– Me burlo de tu música también, Jesse.

– Sí, pero también bailas conmigo. -Adoptó una pose de Michael Jackson-. Just beat it, beat it, beat it -. Sin pensarlo, la golpeó.

– ¡Jesse! -dijo juguetonamente- estoy intentando hacer la comida.

– Está bien, pero después, ven a despertarme antes de irte y “walk like an Egyptian [11]”.

Simone gimió y sonrió al mismo tiempo.

Jesse le sopló un beso.

– Ahora, me voy a ver a mi mujer. -Se marchó lentamente a la parte trasera de la casa.

Simone se rió de él, especialmente desde que Gloria se había convertido ahora en su mujer.

– Jesse, -dijo alegremente-. ¡No eres lo bastante mayor para una cita, chico!

– Soy mayor que tú. Y al menos no voy a citarme con un asaltacunas que es más anticuado que yo por varios siglos -Su incorpórea voz hizo ecos en la cocina.

– Pero recuerda que ahora puedo abofetear tu cabeza…

– Punto para ti, ahora sal y déjame sola. Estamos comparando ectoplasmas.

No quería tocar a alguien con una pieza de ganado de treinta pies. Sacudiendo la cabeza, volvió a preparar sándwiches.

Xypher le dio la ensalada de atún.

– ¿Cómo es?

– ¿Qué?

– Tener a alguien que te conoce tan bien. Alguien con quien puedes bromear y compartir burlas. He visto a la gente hacerlo en sueños, pero nunca tan cerca antes. Hay una calidez dentro de ti cada vez que Jesse está alrededor. Incluso cuando te molesta, te agrada en otro nivel.

Simone se detuvo para mirarle. Pobre Xypher, no tener ni idea de lo que la amistad significaba.

– Es bueno. Hay mucho que decir sobre tener gente a tu alrededor que no están tratando de arruinarte. Gente que sabe como reír y que no están celosos. Desafortunadamente, esas relaciones son algo difíciles de encontrar.

– A veces son imposibles.

Ella asintió.

– La gente es complicada. Las emociones son complicadas. Explícame cómo puedes amar y odiar a alguien al mismo tiempo.

– Odi et Amo.

Ella frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Es un viejo poema latino escrito por Catulo. “Amo y odio”. Habla sobre esas cosas. Lo escribió para una mujer a la que adoraba y despreciaba.

– Sí, ¿ves? Eso justamente está mal, ¿verdad? ¿No amarías u odiarías pero no los dos al mismo tiempo?

– Pero tú y Jesse no os odiáis.

– No, nunca lo haremos. Y estoy agradecida por eso. No es fácil vivir con alguien día sí y día no sin querer estrangularlo. Pero Jesse, nunca me molesta realmente. -Cortó los sándwiches y los colocó en platos.

Xypher miraba la forma en que sus manos se movían mientras trabajaba. Había tanta gracia en ella. Tanta belleza. Él siempre había sido torpe. Pero ella no.

Mientras ella alcanzaba una bolsa de patatas fritas, el teléfono sonó. Le echó una ojeada antes de responder.

– Hey, Tate. ¿Qué pasa? -Le entregó las patatas a Xypher-. Bien, estaremos justo allí. -Cortó la llamada.

– ¿Otro asesinato? -Realmente no quería preguntar ya que había oído la discusión por el teléfono.

Ella asintió.

– ¿Cuánta gente matará una Dimme?

– ¿Honestamente? Ha sido remarcablemente circunspecta.

Simone estaba horrorizada.

– ¿Cómo puedes decir eso? Éste es el tercer cuerpo.

Xypher se encogió de hombros.

– Fueron creados para ser asesinos indiscriminados. El hecho de que no haya cuerpos apilándose por todas partes es un milagro.

– ¿Estás seguro de que es una Dimme, entonces?

– El chico que murió… apostaría mi vida en ello. Gloria… quizás, quizás no.

Simone consideró eso. Si la Dimme no había matado a Gloria, entonces ¿quién lo hizo? No, tenía que ser el mismo asesino. No quería ni siquiera considerar el hecho de que podía haber más de ellos ahí fuera.

– Necesitamos llegar hasta la última víctima. Coge los sándwiches y los comeremos en el coche.

Lo hizo, y rápidamente cogieron los abrigos y salieron de la casa.

Simone maldijo mientras se daba cuenta de que no tenía coche…

Lo habían dejado en Toulouse cuando habían ido a la tienda de Liza.

Estaba volviéndose hacia Xypher cuando captó algo extraño en el viento. Era un ligero olor a almizcle… No era familiar. Levantando la cabeza, inhaló profundamente tratando de identificarlo, luego se avergonzó de lo que había hecho.

– No soy parte perro ahora, ¿verdad?

Xypher rió.

– No, pero tus glándulas olfativas, como todo lo demás, son más sensibles. Puedes oler un espectro más ancho que antes. Por esa razón, querrías evitar Bourbon Street.

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[10] Canción de Michael Jackson

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[11] Titulo de una canción de The Bangles.

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