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Ahora el horizonte se había quedado inmóvil, muy próximo, curvado, una línea exacta dividiendo el gris y el blanco incandescente de las rocas de la negrura sin estrellas del cielo.

Piensan entonces, pero ninguno de los dos lo dice, y no hay sensores que registren o puedan descifrar el secreto de los pensamientos: "Y si los motores del despegue se han averiado y no llegan a encenderse, y si nos quedamos encallados como náufragos en la superficie estéril de la Luna".

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