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EL CAMINO DE ROMA

Cuando me encontraba haciendo el camino de Roma, uno de los cuatro caminos sagrados de mi tradición mágica, me dí cuenta -después de casi veinte días de estar prácticamente solo-que estaba mucho peor que cuando lo había iniciado. Con la soledad, empecé a tener sentimientos mezquinos, amargos, innobles.

Busqué a la guía del camino, y le comenté este hecho. Dije que, cuando comencé esa peregrinación, creía que iba a poder acercarme a Dios: sin embargo, después de tres semanas, me sentía mucho peor.

– Usted está mejor, no se preocupe -dijo ella. -La verdad, cuando encendemos la luz interior, la primera cosa que vemos son las telas de araña y el polvo, nuestros puntos flacos. Ya estaban allí, sólo que usted no los veía, porque estaba en la oscuridad. Ahora le va a ser más fácil limpiar su alma.

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