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EL JOVEN NO RESPETA LA SABIDURÍA

El viejo cazador de zorros -considerado el mejor de la región-decidió por fin jubilarse. Juntó sus pertenencias y decidió partir rumbo al sur del país, donde el clima era más templado.

Sin embargo, antes de que terminara de empaquetar sus cosas, recibió la visita de un joven.

– Quiero aprender sus técnicas -dijo el recién llegado. -A cambio, le compro su tienda de campaña y su licencia de cazador, y además le pagaré por todos los secretos que usted conoce.

El viejo estuvo de acuerdo: firmaron el contrato, y le enseñó al joven todos los secretos de la cacería del zorro. Con el dinero recibido, compró una hermosa casa en el sur, donde pasó todo el invierno sin tener que preocuparse por juntar leña para la calefacción, puesto que el clima era muy agradable.

En la primavera, sintió nostalgia por su aldea, y decidió regresar para ver a sus amigos.

Cuando llegó, se cruzó en medio del camino con el joven que pocos meses atrás, decidiera pagarle una fortuna por sus secretos.

– ¿Y entonces? -preguntó. -¿Cómo anduvo la temporada de caza?

– No pude cazar ni un solo zorro.

El viejo se quedó sorprendido y confuso:

– ¿Pero has seguido mis consejos?

Con los ojos fijos en el suelo, el joven respondió:

– Bueno, la verdad es que no los seguí. Me dí cuenta que sus métodos eran demasiado anticuados y terminé descubriendo -por mí mismo-una manera mejor de cazar zorros.

CÓMO PROBAR QUE EL TODO ESTÁ EN TODAS PARTES

Cuando Ketu cumplió doce años de edad, fue enviado con un maestro, con quien estudió hasta cumplir veinticuatro. Al terminar su aprendizaje, regresó a su casa, lleno de orgullo.

Su padre le dijo:

– ¿Cómo podemos conocer aquello que no vemos? ¿Cómo podemos saber que Dios, el Todopoderoso, está en todas partes?

El joven comenzó a recitar las sagradas escrituras, pero el padre lo interrumpió:

– Eso es muy complicado; ¿no existe una manera más simple de aprender sobre la existencia de Dios?

– No que yo sepa, padre mío. Hoy en día soy un hombre culto, y esta cultura me es necesaria para explicar los misterios de la sabiduría divina.

– Perdí mi tiempo y mi dinero enviando mi hijo al monasterio -se lamentó el padre.

Y tomando a Ketu de la mano lo llevó a la cocina. Allí, llenó un vaso con agua y le agregó un poco de sal. Después, se fueron a pasear por la ciudad.

Cuando regresaron a la casa, el padre le pidió a Ketu:

– Trae la sal que puse en el vaso.

Ketu buscó la sal, pero no la encontró, porque ya se había disuelto en el agua.

– ¿Entonces ya no ves la sal? -preguntó su padre.

– No, La sal se hizo invisible.

– Entonces, prueba un poco del agua de la parte superior del vaso. ¿Cómo la encuentras?

– Salada.

– Prueba ahora un poco de agua del medio: ¿cómo está?

– Tan salada como la de la parte de arriba.

– Ahora prueba el agua del fondo del vaso, y díme qué gusto tiene.

Ketu probó, y el gusto siguió siendo el mismo que experimentara antes.

– Tú has estudiado muchos años, y no puedes explicar con sencillez cómo el Dios Invisible está en todas partes -dijo el padre. -Usando un vaso de agua, y llamando "sal" a Dios, yo podría hacer que cualquier campesino comprendiera esto. Por favor, hijo mío, olvida la sabiduría que nos aparta de los hombres, y busca nuevamente la Inspiración, que nos acerca a ellos.

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