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ES NECESARIO MANTENER EL DIÁLOGO

La esposa del rabino Jacobo era considerada por todos sus amigos como una mujer muy difícil: por cualquier pretexto iniciaba una discusión.

Jacobo, sin embargo, nunca respondía a las provocaciones.

Hasta que en el casamiento de su hijo Ismael, mientras centenares de personas festejaban alegremente, el rabino comenzó a ofender a su mujer de tal forma y manera que todos en la fiesta se dieron cuenta.

– ¿Qué pasó? -preguntó un amigo de Jacobo, cuando los ánimos se serenaron. -¿Por qué abandonó usted la costumbre de no responder nunca a las provocaciones?

– Mire cómo ella está más contenta -susurró el rabino.

De hecho, la mujer parecía divertirse mucho con la fiesta.

– ¡Ustedes se pelearon en público! ¡No entiendo su reacción ni la de ella! -insistió el amigo.

– Hace algunos días entendí que lo que más le molestaba a mi mujer era que yo me quedara mirándola en silencio. Haciendo ésto, yo parecía ignorarla, distanciarme con pensamientos virtuosos y hacerla sentir mezquina e inferior. Como la amo tanto, decidí fingir que perdía la cabeza frente a todo el mundo. Ella vió que yo comprendía sus emociones, que era igual que ella, y que todavía quiero mantener el diálogo.

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