Va a ser mi participación más importante en el Festival de Escritores de Melbourne, Australia. Son las diez de la mañana, la sala está colmada. Voy a ser entrevistado por un escritor local, John Felton.
Subo al escenario con la aprensión de siempre. Felton me presenta, y comienza a hacerme preguntas. Antes que yo termine mi razonamiento, me interrumpe y hace una nuevo pregunta. Cuando respondo, dice algo así como "esta respuesta no quedó muy clara". Cinco minutos después, se nota un malestar entre el público -todos perciben que algo anda mal. Confucio viene a mi mente, y hago la única cosa posible:
– ¿A usted le gusta lo que yo escribo? -pregunto.
– Eso no viene al caso -responde. -Soy yo quien está entrevistándolo, y no al revés.
– Pero sí viene al caso. Usted no me deja concluir una idea. Confucio dijo: "siempre que sea posible, se debe ser claro." Vamos a seguir este consejo y a dejar las cosas claras: ¿a usted le gusta lo que escribo?
– No, no me gusta. Sólo leí dos libros, y los detesté.
– OK, entonces podemos continuar.
Los tantos ahora estaban definidos. El público se tranquilizó, el ambiente se cargó de electricidad, la entrevista se volvió un verdadero debate, y todos -Felton incluido-quedaron satisfechos con el resultado.