– Bien -continuó Marta-, he echado un vistazo al lugar. Es interesante lo que se ve. ¿Con cuántos obreros podremos contar?
– Alrededor de cien. Aquí en Safran contamos con unos cincuenta hombres, el resto vendrán de aldeas cercanas.
– Necesitamos más. Es imposible despejar toda esa arena si no tenemos suficientes manos. ¿Aquéllas son las casas que se están levantando para el equipo? -preguntó señalando hacia el frente.
– Sí. Están como a trescientos metros, no demasiado lejos. De manera que viviremos al lado, sin necesidad de coches para desplazarnos -respondió Clara.
– Nosotros traemos tiendas bien acondicionadas. En mi opinión, los obreros deberán terminar lo que estén haciendo para no dejarlo a medias, pero la prioridad es que se pongan a trabajar aquí ya.
El tono de Marta no dejaba lugar a dudas.
– ¿Ya? ¿Antes de que llegue el resto de la expedición? -preguntó sorprendido Fabián.
– Sí. No hay tiempo que perder. Sinceramente, no creo que podamos hacer el trabajo en tan poco tiempo, de manera que pongámonos ya. Comenzaremos mañana. Si os parece, ahora cuando regresemos a la aldea nos reunimos con los hombres para explicarles algunos detalles del trabajo que tienen que realizar. Intentaremos que la zona esté lo más despejada posible para cuando lleguen Yves y el resto del equipo. ¿Os parece bien?
– Tú mandas -respondió Fabián.
– Por mí, de acuerdo -afirmó Clara.
– Bien, os explicaré el plan de trabajo que he ido pensando que podemos empezar a hacer…