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– No sé si me gusta trabajar con el aliento de la prensa en la nuca.

– Ni a mí tampoco, pero dadas las circunstancias es lo mejor. No estoy del todo seguro de dónde nos metemos.

– ¡No me vengas ahora con eso!

– No me fío de esa gente. Hay algo raro, algo que se me escapa, pero no sé qué.

– ¿A qué te refieres?

– No he logrado conocer a ese misterioso abuelo de Clara Tannenberg. Tampoco me han dicho en qué expedición ni en qué año encontraron esas dos tablillas misteriosas. Son una pareja rara.

– ¿Quiénes? ¿La tal Clara y su marido?

– Sí. Él me parece un tipo solvente, que sabe lo que se trae entre manos.

– Y ella te cayó mal desde el primer día.

– No, no es eso, pero es que hay algo extraño en esa mujer, no sé qué.

– Tengo muchísimas ganas de conocerla. Estoy seguro de que es una mujer mucho más interesante de lo que dices.

– Sí, pero ya te digo que tiene algo raro. En fin, tendrás que entenderte con ella cuando llegues porque ya sabes que su marido me anunció que no participará en la misión. Lo que no sé es por qué.

– Eso sí que me intriga: por qué él se baja del barco justamente ahora.

– No lo sé.

– ¡Ah, se me olvidaba! Llamó Magda, la alumna de quinto que nos ha estado ayudando a reclutar estudiantes. Le han recomendado un chico bosnio, un maestro que ha venido a la Complutense a hacer un curso de español para universitarios extranjeros. Parece que el chico anda corto de dinero y no le importaría acompañarnos para hacer lo que sea. Habla inglés.

– ¿Y su curso de español?

– Ni idea. Te lo digo porque no nos sobra gente, aunque éste no sé si nos puede servir de algo.

– Quizá para ayudar en la intendencia, pero no sé, déjame pensarlo. Tampoco vamos a cargar con gente que no nos sea útil para algo concreto. Lo del croata es distinto, nos viene bien un informático.

– También he pensado que juntar a un croata y a un bosnio podría provocar problemas.

– Ésa es otra, porque hasta hace dos días se han estado matando. No sé, lo pensaré, pero no creo que sea buena idea.

– Tampoco yo estoy convencido, pero le he prometido a Magda que lo consideraríamos.

– Bueno, de los que vienen con nosotros ¿tenemos a alguien que sea un buen fotógrafo?

– ¿Para qué?

– ¡Para lo de la revista! Ellos no van a enviar a nadie.

– ¿No decías que estaban muy interesados?

– Sí, pero ya te he dicho que todo el trabajo lo haremos nosotros. No quieren correr riesgos, no pueden enviar a un equipo a un país en la situación en que está Irak. Una revista como Arqueología no es una revista de actualidad.

– ¡Como si no tuviéramos bastante trabajo!

– Vamos, no protestes, y dime cuándo te vas.

– Si no tengo que pelearme con ningún funcionario más, dentro de tres días. Pero aún faltan algunos papeles, así que tampoco es seguro.

– ¿Quién has decidido que vaya contigo para ayudarte?

– Marta.

– ¡Vaya!

– Oye, que yo no tengo nada con Marta.

– Pero te gustaría, y a mí, y a todos.

– Te equivocas. Nunca has entendido que Marta es una amiga, sólo eso. Nos conocemos desde que estudiábamos en la universidad y, lo creas o no, nunca hemos tenido ningún rollo.

– Pues es la mujer más interesante de cuantas te rodean.

– Sin duda, pero es mi amiga; mi mejor amiga, una amiga como lo eres tú. Y que yo sepa, contigo no me acuesto.

– De acuerdo, Marta me parece inteligente y capaz.

– Lo es, y tiene un don: sabe tratar con todo el mundo, da lo mismo que sea un ministro que un chamarilero.

– Pero aquello es Irak.

– Marta ya ha estado en Irak. Conoce el país, fue hace unos años como arqueóloga invitada con un grupo de profesores subvencionados por una fundación bancaria. Estuvieron un par de meses. Además, habla árabe. Se podrá entender con los funcionarios de la aduana, con el jefe de la aldea, con los obreros, con quien haga falta.

– Tú también chapurreas el árabe.

– Tú lo has dicho: lo chapurreo. Marta y tú lo habláis, yo lo mal hablo. Confío en ella, en su criterio; además de inteligente tiene mucha intuición y siempre encuentra solución a los problemas.

– Vale, me parece bien. Estoy de acuerdo contigo en que es una persona valiosa. Como arqueóloga no la conozco, pero si tú dices que es buena…

– Lo es, en los últimos años ha participado en misiones arqueológicas en Siria y Jordania, conoce la zona de la antigua Jaran donde me has dicho que ese abuelo misterioso encontró las tablillas, de manera que no puede ser más idónea para el trabajo.

– Fabián, te aseguro que me parece bien que te acompañe Marta. En un trabajo como el nuestro es importante hacer equipo y trabajar a gusto, y allí las cosas no van a ser fáciles.

– Va a venir ahora.

– Estupendo, tenemos que ultimar un montón de cosas.

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