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LENTA HUMEDAD

Sombra feliz del cabello
que se arrastra cuando el sol va a ponerse,
como juncos abiertos- es ya tarde;
fría humedad lasciva, casi polvo-.
Una ceniza delicada,
la secreta entraña del junco,
esa delicada sierpe sin veneno
cuya mirada verde no lastima.
Adiós. El sol ondea
sus casi rojos, sus casi verdes rayos.
Su tristeza como frente nimbada,
hunde. Frío, humedad; tierra a los labios.

LA VENTANA

Cuánta tristeza en una hoja del otoño,
dudosa siempre en último término si presentarse como cuchillo.
Cuánta vacilación en el color de los ojos
antes de quedar frío como una gota amarilla.
Tu tristeza, minutos antes de morirte,
sólo comparable con la lentitud de una rosa cuando acaba,
esa sed con espinas que suplica a lo que no puede,
gesto de un cuello, dulce carne que tiembla.
Eras hermosa como la dificultad de respirar en cuarto cerrado.
Transparente como la repugnancia a un sol libérrimo,
tibia como ese suelo donde nadie ha pisado,
lenta como el cansancio que rinde al aire quieto.
Tu mano, bajo la cual se veían las cosas,
cristal finísimo que no acarició nunca otra mano,
flor o vidrio que, nunca deshojado,
era verde al reflejo de una luna de hierro.
Tu carne, en que la sangre detenida apenas consentía
una triste burbuja rompiendo entre los dientes,
como la débil palabra que casi ya es redonda
detenida en la lengua dulcemente de noche.
Tu sangre, en que ese limo donde no entra la luz
es como el beso falso de unos polvos o un talco,
un rostro en que destella tenuamente la muerte,
beso dulce que da una cera enfriada.
Oh tú, amoroso poniente que te despides como dos brazos largos
cuando por una ventana ahora abierta a ese frío
una fresca mariposa penetra,
alas, nombre o dolor, pena contra la vida
que se marcha volando con el último rayo.
Oh tú, calor, rubí o ardiente pluma,
pájaros encendidos que son nuncio de la noche,
plumaje con forma de corazón colorado
que en lo negro se extiende como dos alas grandes.
Barcos lejanos, silbo amoroso, velas que no suenan,
silencio como mano que acaricia lo quieto,
beso inmenso del mundo como una boca sola,
como dos bocas fijas que nunca se separan.
¡Oh verdad, oh morir una noche de otoño,
cuerpo largo que viaja hacia la luz del fondo,
agua dulce que sostienes un cuerpo concedido,
verde o frío palor que vistes un desnudo!

LA DICHA

No. ¡Basta!
Basta siempre.
Escapad, escapad; sólo quiero,
sólo quiero tu muerte cotidiana.
El busto erguido, la terrible columna,
el cuello febricente, la convocación de los robles,
las manos que son piedra, luna de piedra sorda
y el vientre que es el sol, el único extinto sol.
¡Hierba seas! Hierba reseca, apretadas raíces,
follaje entre los muslos donde ni gusanos ya viven,
porque la tierra no puede ni ser grata a los labios,
a esos que fueron, sí, caracoles de lo húmedo.
Matarte a ti, pie inmenso, yeso escupido,
pie masticado días y días cuando los ojos sueñan,
cuando hacen un paisaje azul cándido y nuevo
donde una niña entera se baña sin espuma.
Matarte a ti, cuajarón redondo, forma o montículo,
materia vil, vomitadura o escarnio,
palabra que pendiente de unos labios morados
ha colgado en la muerte putrefacta o el beso.
No. ¡No!
Tenerte aquí, corazón que latiste entre mis dientes larguísimos,
en mis dientes o clavos amorosos o dardos,
o temblor de tu carne cuando yacía inerte
como el vivaz lagarto que se besa y se besa.
Tu mentira catarata de números,
catarata de manos de mujer con sortijas,
catarata de dijes donde pelos se guardan,
donde ópalos u ojos están en terciopelos,
donde las mismas uñas se guardan con encajes.
Muere, muere como el clamor de la tierra estéril,
como la tortuga machacada por un pie desnudo,
pie herido cuya sangre, sangre fresca y novísima,
quiere correr y ser como un río naciente.
Canto el cielo feliz, el azul que despunta,
canto la dicha de amar dulces criaturas,
de amar a lo que nace bajo las piedras limpias,
agua, flor, hoja, sed, lámina, río o viento,
amorosa presencia de un día que sé existe.

CADA COSA, CADA COSA

Hoy estoy más contento
porque monto un caballo de veras,
porque los estribos hechos de hierro
aprietan un vientre desnudado.
La dureza del mundo no existe, ni las canciones se osifican.
Las serpientes consiguen ser serpientes y las cintas son cintas.
No es fácil confundir un ojo y una estrella.
A nadie se le ocurriría apellidar a la Luna Señora.
Un bello guante de mimbre,
suave malgré tout
encuentra su empleo precisamente en este día.
Y una cabeza de cartón descolgada
se lamenta de no ser más que eso: elegancia.
Porque todo quiere ser más.
Yo tengo un primo hermano,
un abrazo extremoso,
un reloj hecho de primavera,
una carita de enana que guardo como recuerdo de una excursión al África
[ecuatorial,
cuatro vasos hechos de telas de araña recogidas de
[labios mudos por tres meses.
Tengo muchas cosas.
Pero todas quieren ser más.
Mi prima Rosalía
la linda doncellita que en su niñez fue un cerdito o crujido,
mi enamorada Rosa que se callaba siempre ante el siseo de otras aguas,
más pequeñita que nunca,
se empeñaba siempre en enseñarme cómo deben ser los muslos por los labios.
Recuerdo que un barco,
un pincel,
un saludo por la calle,
una rana cariñosa o sencillamente el bostezo,
todo junto aspiraba también a la política,
a explicarse finalmente por qué las cocinas económicas renunciaron para siempre al
[amor.
Cada cosa debe estar en su sitio.
A mí me gusta dormir sobre un dado.
Una mano, la izquierda, acostumbrada a tomar el mundo para que descanse,
no se acostumbra como yo quiero a ser sólo lo que es: indiferencia.
Por dondequiera ve cabezas,
o planchas calientes,
e inicia saludos y pretende tener una ronca voz y hasta una forma respetable,
y deponer sus quejas ante lirios o canapés o luces que no interrumpan.
Si yo acaricio un escarabajo,
si me rebajo para decir ternezas al águila caudal,
si sello mis labios y me hago impenetrable a las preguntas de los peces fríos,
el Sol se detiene, se alarga, se convierte en escala,
desciende y se entretiene en establecer tiendas de aparatos eléctricos.
¡Oh no! ¡la falsedad no!
Todo de verdad.
No importa que mi reloj de carne se calle siempre
y mienta un lejano pitido dos calles más arriba cuando yo estoy aquí hablando con
[vosotros.
Tampoco importa que un dulce zapato de cristal,
besado por la Cenicienta, sirva diariamente para acarrear cadáveres de sombra o
[ternura.
Todo está bien. Pero está mejor ser de verdad,
ser de verdad lo que es -lo que es sólo.
Por ejemplo, «esperanza».
Por ejemplo, «cuadrado».
Por ejemplo, «estepario».
Todo lo que realmente tiene un sentido.
Buenas noches.
Con este abrigo hecho de pelasan o de ternura o pelagra
– aunque no sé bien lo que es esta palabra-,
me voy a recorrer ahora las diferentes formaciones,
a ver si todo está en orden;
porque me han dicho que falta algún extremo:
ignoro si el que limita al norte con las mesas de billar
o el que al sur linda con las bandas de música.
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