Литмир - Электронная Библиотека

Capítulo 14

– Vámonos -le digo, moviendo la boca sin hablar, mientras lo empujo hacia la puerta de la biblioteca.

Una lámina de cristal de seguridad hace las veces de pequeña ventana en el panel. Nos asomamos a la oscuridad de la habitación.

Hay una sombra moviéndose en una de las mesas privadas. El rayo de luz de una linterna flota sobre la superficie. Alcanzo a distinguir una mano que se pierde en uno de los cajones.

– Ése es el escritorio de Bill -susurra Paul.

Su voz se desplaza por el hueco de la escalera. La trayectoria de la luz de la linterna se paraliza y enseguida se mueve en nuestra dirección.

Empujo a Paul y nos agachamos debajo de la ventana.

– ¿Quién es? -pregunto.

– No he podido verlo.

Escuchamos el ruido de pasos. Cuando oigo que se alejan, me asomo de nuevo a la ventana. La habitación está vacía.

Paul empuja la puerta. El área entera está sumida en las largas sombras de los anaqueles. La luz de la luna se refleja en los cristales de las ventanas que dan al norte. Los cajones del escritorio de Stein siguen abiertos.

– ¿Hay otra salida? -digo en susurros mientras nos acercamos.

Paul asiente y señala un punto detrás de una serie de estanterías que se alzan hasta el techo.

De repente, ahí están de nuevo los pasos, arrastrándose en dirección a la salida, seguidos de un clic. El pestillo de la puerta se cierra suavemente.

Me muevo hacia el sonido.

– ¿Qué haces? -susurra Paul. Me hace señas de que vuelva a su lado, junto al escritorio.

Escudriño el hueco de la escalera a través del cristal de seguridad, pero no logro distinguir nada.

Paul ya ha empezado a hurgar en los papeles de Stein, esparciendo la luz de su linterna de bolsillo sobre un amasijo de notas y cartas. Señala con el dedo un cajón cerrado con llave que ha sido forzado. Los archivos que contenía están fuera, desparramados sobre el escritorio y los bordes de los papeles se doblan como hierba descuidada. Parece haber una carpeta para cada profesor del departamento de Historia.

recomendación: presidente worthington

rec (a-m): baum, cárter, godfrey, li

rec (n-z): newman, rossini, sackler, worthington

(antes de presidencia)

rec (otros departamentos): conner, delfosse,

lutke, masón, quinn

correspondencia antigua: hargrave/williams,

OXFORD

CORRESPONDENCIA ANTIGUA: APPLETON, HARVARD

Para mí, aquello no tiene significado alguno, pero Paul no puede quitarle los ojos de encima.

– ¿Pasa algo?

Paul recorre la superficie del escritorio con su linterna.

– ¿Para qué necesita todas estas recomendaciones?

Hay otros dos archivos abiertos. Uno se titula rec/correspondencia: taft. El otro es influencias/posibilidades.

La carta de Taft ha sido relegada a una esquina. Paul se cubre los dedos con la manga de la camisa y empuja el papel hasta que queda a la vista.

William Stein es un joven competente. Ha trabajado bajo mi supervisión durante cinco años, y me ha sido de utilidad sobre todo en cuestiones administrativas y de oficina. Estoy seguro de que podrá realizar trabajos similares dondequiera que vaya.

– Dios mío -susurra Paul-, Vincent lo traicionó. -Lee la carta de nuevo-. Bill parece un secretario.

Cuando desdobla la esquina de la página, encontramos una fecha del mes pasado. Levanta la carta y vemos una posdata manuscrita.

Bill: escribo esto para ti a pesar de todo. Mereces menos todavía. -Vincent.

– Hijo de puta -susurra Paul-. Bill estaba intentando alejarse de ti.

Con la luz de la linterna recorre la carpeta influencias/posibilidades. Lo primero es una serie de borradores de una carta de Stein, cada uno escrito con un bolígrafo distinto. Hay líneas interpoladas y eliminadas, de manera que es difícil seguir el texto. Mientras Paul lo lee, veo que la linterna empieza a temblarle en la mano.

Profesor Hargrave [comienza la carta]:

Me place informarle de que mi investigación sobre la Hypnerotomachia Poliphili está terminada se aproxima a su finalización. Tendré los resultados disponibles para finales de abril, o acaso antes. Le aseguro que la espera ha valido la pena. Ya que no he tenido noticias suyas ni del profesor Williams desde mi carta del 17 de enero, por favor confirme que la cátedra el empleo del que hablamos continúa disponible. Mi corazón está en Oxford, pero puede que me sea imposible descartar otras universidades cuando mi artículo se publique y tenga otras ofertas.

Paul pasa a la página siguiente. Ahora oigo su respiración.

Presidente Appleton:

Le escribo con buenas noticias. Mi trabajo en la Hypnerotomachia se acerca satisfactoriamente a su fin. Como le he prometido; Los resultados opacarán cualquier otra cosa en el campo de los estudios sobre el Renacimiento -o sobre cualquier otra época histórica- durante este año y el siguiente. Antes de publicar mis resultados, quiero confirmar que el puesto de profesor asistente sigue disponible. Mi corazón está en Harvard, pero puede que me sea imposible descartar otras tentaciones cuando mi artículo se publique y tenga otras ofertas.

Paul la lee por segunda vez, luego por tercera.

– Iba a tratar de robármelo -susurra débilmente, apartándose del escritorio para apoyarse en la pared.

– Pero ¿cómo es posible?

– Tal vez pensó que nadie creería que era el trabajo de un estudiante.

Vuelvo a concentrarme en la carta.

– ¿Cuándo se ofreció a mecanografiar tu tesina?

– El mes pasado.

– ¿Y durante todo este tiempo su intención ha sido robártela?

Paul me mira intensamente y mueve la mano por el escritorio.

– Por supuesto. Ha estado escribiéndole a esta gente desde enero.

Cuando deja las cartas sobre el escritorio, asoma una última página debajo de las cartas a Oxford y Harvard. Al ver un extremo de la hoja, Paul la saca de un tirón.

Richard [comienza]:

Espero que esta carta te encuentre bien. Tal vez hayas tenido mejor suerte en Italia que en Nueva York. Si no ha sido así, ambos sabemos en qué situación te encuentras. Ambos, también, conocemos a Vincent. Creo que podemos decir que Vincent tiene sus propios planes con respecto a todo lo que salga de esto. Por lo tanto, tengo una propuesta que hacerte. Aquí hay más que suficiente para satisfacernos a ambos y he diseñado una división del trabajo que creo te parecerá justa. Por favor contáctame pronto para discutirlo. Déjame tu número de teléfono en Florencia y también en Roma: el correo allá es poco fiable, y prefiero arreglar esto tan pronto como sea posible. -B.

La respuesta, en otra tinta y otra caligrafía, está escrita en la parte inferior de la misma carta. Hay dos números de teléfono, uno precedido de la letra F, el otro de la R. Después se añade una nota final:

Solicitud atendida. Llama después del trabajo, hora italiana. ¿Y de Paul qué? -Richard.

Paul se ha quedado sin habla. Escarba nuevamente entre los papeles, pero no hay nada más. Cuando trato de consolarlo, me indica que me aparte.

– Deberíamos explicárselo al Decano -le digo al fin.

– ¿Explicarle qué? ¿Que hemos estado husmeando en las cosas de Bill?

De repente, un reflejo luminoso traza una curva en la pared de enfrente, seguido de luces de colores que relampaguean a través de las láminas de cristal de las ventanas. Un coche de policía ha llegado con la sirena apagada al patio que hay frente al museo. Dos agentes salen de él. Las luces rojas y azules se apagan justo cuando llega un segundo coche y aparecen otros dos agentes.

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