– ¿En tu caso de hoy tampoco has encontrado coágulos ni anomalías cardíacas evidentes?
– Absolutamente ninguna. ¡Estaba limpio! Sí, había algunas fibrosidades uterinas, pero eso fue todo. Al igual que McGillin, hacía menos de veinticuatro horas que la habían operado con anestesia general. Al igual que McGillin, se había mantenido completamente estable y sin complicaciones y entonces… ¡paf, sufre una crisis y no la pueden reanimar! -Laurie hizo chasquear los dedos para dar énfasis a sus palabras.
Cruzaron la sala de comunicaciones. Las secretarias estaban reunidas, charlando. Por el momento, los teléfonos estaban tranquilos. Tras el barullo matutino de la gente que iba a trabajar, la muerte solía tomarse un respiro.
– Dos casos no hacen una serie -declaró Jack, confundido por la sugerencia de Laurie de un asesino múltiple.
– Creo que tenemos cuatro casos, no dos -dijo Laurie-, y eso son demasiados para tratarse de una coincidencia.
Mientras se servían de la cafetera colectiva, Laurie le describió las conversaciones que había mantenido con Kevin y George.
Mientras hablaba, ella y Jack se acomodaron en las mismas butacas de vinilo marrón que antes habían ocupado Kevin y Arnold.
– ¿Y qué dice Toxicología? -preguntó Jack-. Si resulta que no hay patología evidente ni histología, entonces la respuesta tiene que venir de Toxicología, haya habido algo raro o no.
– George me dijo que todavía está pendiente de recibir los resultados de su caso. Está claro que yo tendré que esperar los de los míos; pero, sea como fuere, nos enfrentamos a un cúmulo de curiosas circunstancias.
Jack y Laurie tomaron un sorbo de sus respectivas tazas mirándose por encima del borde. Ambos estaban al tanto de lo que pensaba el otro con respecto a la teoría del asesino de Laurie. La expresión de Laurie era desafiante, mientras que la de Jack reflejaba su opinión de que no venía a cuento.
– Si quieres mi opinión -dijo Jack finalmente-, creo que estás dando rienda suelta a tu imaginación. Puede que estés alterada por nuestros problemas y estés buscando una especie de pasatiempo.
Laurie notó que la invadía una oleada de indignación. Provenía de la actitud paternalista de Jack y de la posibilidad de que estuviera en lo cierto. Evitó su mirada y respiró profundamente.
– ¿De qué querías que habláramos? Dudo que fuera de nuestros respectivos casos.
– Riva me contó ayer lo de tu madre -dijo Jack-. Estuve tentado de llamarte anoche para preguntar por ella y que le transmitieras mis mejores deseos; pero, dadas las circunstancias, me pareció mejor hacerlo en persona.
– Gracias por tu interés. Se encuentra bien.
– Me alegro. ¿Te parece apropiado que le mande unas flores?
– Eso es decisión tuya.
– Entonces lo haré -dijo Jack. Hizo una pausa, se agitó incómodo y a continuación preguntó vacilante-: No sé si debería preguntar esto acerca de tu madre, pero…
Pues no lo hagas, pensó Laurie. Se sentía decepcionada porque al final había permitido que la alteraran. No deseaba hablar de su madre.
– …pero estoy seguro de que sabes que el cáncer de mama tiene un aspecto hereditario.
– Lo sé -contestó mirando a Jack, exasperada, y preguntándose adónde pretendía llegar con aquella conversación.
– No sé si a tu madre le han hecho las pruebas de marcadores que indican la presencia de mutaciones del gen BRCA-1, pero los resultados tendrían mucha importancia de cara a posibles tratamientos. Y lo que es más importante para ti, serían relevantes en lo que a prevención se refiere. De un modo u otro, creo sinceramente que tú deberías hacerte las pruebas. Me refiero a que no pretendo asustarte, pero me parece que has de ser prudente.
– Mi madre ha dado positivo en cuanto a la mutación del BRCA-1 -reconoció Laurie. Su irritación, pero no su desengaño, se había mitigado al comprender que Jack pretendía mostrarse solícito con respecto a su salud y no solamente por su madre.
– Pues mayor motivo aún para que te hagas las pruebas -repuso Jack-. ¿Lo has pensado ya?
– Lo he pensado -reconoció Laurie-, pero no estoy convencida de que vayan a ser relevantes; al contrario, puede que contribuya a aumentar mi ansiedad. No pienso permitir que me extirpen los senos ni los ovarios.
– La mastectomía o la histerectomía no son las únicas medidas preventivas posibles -comentó Jack-. Anoche estuve mirando en internet y leí un poco del asunto.
Laurie estuvo a punto de sonreír, y se preguntó si ella y Jack habrían estado mirando las mismas páginas.
– Otra opción es hacerse mamografías con más frecuencia -añadió Jack-. Al final puede que incluso consideres la posibilidad de un tratamiento con Nolvadex, pero sería al final de todo. El caso es que tiene sentido que te hagas las pruebas. Me refiero a que si esa información predictiva está disponible, deberías tenerla. La verdad es que me gustaría pedirte que te las hicieras… No, lo retiro. Te pido por favor, te ruego que te las hagas, por mí.
Para sorpresa de Laurie, Jack se inclinó hacia delante y la cogió del brazo con fuerza para subrayar la importancia de su compromiso en el tema.
– ¿Estás convencido de verdad? -preguntó Laurie, maravillada por el «hazlo por mí».
– Desde luego, no hay vuelta de hoja -contestó Jack-; por mucho que el efecto sea que tengas que hacerte chequeos más a menudo. Tendría efectos muy positivos. ¡Por favor, Laurie!
– ¿No es más que un simple análisis de sangre? Es que no tengo ni idea.
– Sí. Un simple análisis. ¿Tienes médico de cabecera en el Manhattan General, ahora que estamos obligados a ir allí?
– Todavía no -admitió Laurie-, pero puedo llamar a Sue Passero, mi antigua compañera de la universidad. Estoy segura de que se podría ocupar de mí.
– Perfecto -contestó Jack. Se frotó las manos-. ¿Te parece mejor que la llame yo para estar seguros de que te lo haces?
Laurie rió.
– Lo haré. Lo haré.
– Hoy.
– ¡De acuerdo, por amor de Dios! ¡Lo haré hoy!
– Gracias -dijo Jack soltándole el brazo-. Ahora que hemos zanjado ese asunto, quiero preguntarte si podemos llegar a algún tipo de compromiso en lo que se refiere a tu marcha.
Por un momento, Laurie se quedó perpleja. Justo cuando creía que no iba a plantear la cuestión de su relación, Jack sacaba el tema.
– Como te he dicho -prosiguió él-, anoche te eché de menos. Y lo que es aún peor, jugué al baloncesto desastrosamente. Todas las defensas que me había preparado con tanto cuidado ante tu ausencia se anularon por un inesperado encuentro con unas medias tuyas.
– ¿Qué medias? -preguntó Laurie poniéndose nuevamente en guardia y evitando a propósito reírse de los agudos sarcasmos de Jack. Para ella no había nada gracioso en su sugerencia de que sus proezas con el baloncesto eran un factor determinante a la hora de que le pidiera que volviera.
– Un par que dejaste en el baño. Pero no te preocupes, están a salvo y guardadas en el cajón.
– ¿A qué te refieres cuando hablas de compromiso? -preguntó Laurie, dubitativa.
Jack se agitó en su asiento. Resultaba evidente que la pregunta lo incomodaba. Laurie le dejó que se tomara su tiempo. Al final, Jack hizo un gesto que denotaba su confusión y se encogió de hombros.
– Podemos empezar acordando que hablaremos del asunto de manera regular.
A Laurie se le encogió el corazón.
– Eso no es ningún tipo de compromiso -dijo en un tono que reflejaba su decepción-. Jack, los dos sabemos a qué nos enfrentamos. En nuestra situación, hablarlo no va a resolver nada. Sé que suena a lo contrario que siempre he dicho acerca de la comunicación. Lo importante de la cuestión es que yo he estado haciendo componendas desde el principio y especialmente durante el último año. Creo haber entendido la carga que arrastras, y te comprendo; eso es lo que me ha mantenido en una circunstancia que no satisfacía mis necesidades. Es tan sencillo como eso. Creo que nos queremos, pero que estamos en una encrucijada. Yo necesito una familia, un compromiso estable. Por utilizar una de tus expresiones, la pelota está en tu alero. Tú decides. Seguir hablando resulta superfluo. Llegados a este punto, no voy a intentar convencerte, que es lo que parecería si empezáramos a hablar. Y hay otra cuestión que quiero aclarar: no me fui por un arrebato del momento. Fue algo que venía de lejos.