– He oído hablar de este asunto -comentó Jack.
– Y yo también -añadió Laurie-. Se trataba principalmente de casos de obstetricia y ginecología y de anestesias. Es otra variante de los abogados que se patean los hospitales buscando víctimas de accidentes que deseen plantear una demanda.
– Bueno, no estoy enterado de los detalles, pero aquí viene lo más interesante: el caso es que, durante los últimos años, ha habido un movimiento encaminado a hacer que las compañías sanitarias puedan ser demandadas por práctica negligente, lo cual, dicho sea de paso, me parece de lo más razonable.
– Lo que es razonable no tiene mucho que ver con las decisiones que se toman en este país en el terreno de la sanidad -terció Jack-. Aquí las decisiones se toman en función de intereses adquiridos.
– Bueno -prosiguió Lou-, el caso es que debido a un curioso giro del destino, las compañías sanitarias y los abogados especialistas en demandas por negligencia profesional se encontraron de repente en el mismo bando a la hora de intentar que no se hiciera efectiva la nueva reforma legislativa en materia de negligencia. A ver si me explico, sus objetivos eran ligeramente distintos en el sentido de que las empresas de sanidad no querían que las cosas cambiaran y de repente pudieran demandarlas; en cuanto a los bufetes de abogados, entre otras cosas lo que no querían eran cambios que pudieran restringir las compensaciones por sufrimientos indebidos o eliminar las primas por contingencia. Ambos grupos recurrieron a los grupos de presión para evitar que los cambios en la ley se llevaran a efecto, lo cual los puso del mismo lado. Así pues, esa circunstancia ha determinado un extraño maridaje entre ambos grupos. Lo que nadie sabe es cómo sucedió, pero alguien en AmeriCare debió de comprender que podían aprovechar los servicios de Hawthorne dado que al menos parte de sus contactos eran… ¿cómo decirlo?…, psicópatas o sociópatas capaces de asesinar sin que les remordiera la conciencia.
– El término de moda es «trastorno antisocial» -ironizó Laurie.
– El que sea -dijo Lou-. El caso es que a algunos burócratas de AmeriCare les interesó la posibilidad de echar un vistazo a la lista de soplones que los bufetes tenían infiltrados en los hospitales para que les ayudaran a mantener vivo, y perdonad la ironía, el negocio. La intención de esa gente era organizar un plan de eliminación de los pacientes de alto riesgo porque sabía que ellos eran los que podían costarles millones en cuidados especializados y por lo tanto presionar al alza el precio de las primas sanitarias. Ya veis como en cierto y perverso sentido, el asunto tiene su lógica.
– ¡Santo cielo! -exclamó Jack-. Esto se parece a lo que yo me temía, solo que a una escala aún mayor.
– ¡Déjame acabar! -dijo Lou después de asegurarse de que nadie los escuchaba-. Por el momento desconocemos si hubo alguna colaboración posterior entre las empresas sanitarias y los bufetes, por ejemplo, ofreciendo a los parientes que demandaran a los médicos implicados. Hasta la fecha, solo nos consta una demanda contra un médico del St. Francis.
– Pero, ahora que existe la sospecha de que se trató de un asesinato, la demanda no prosperará, ¿no? -preguntó Jack.
– Puede que no -repuso Lou-, pero yo no estaría tan seguro, puesto que el autor era un empleado del hospital.
– Así pues -intervino Laurie-, ¿cuál es el estado de la investigación en estos momentos?
– Se está llevando a cabo una búsqueda exhaustiva de posibles Jasmine Rakoczi en otras instituciones hospitalarias donde se han producido casos similares. La esperanza reside en echar el guante a una para que pueda aportar pruebas. Si eso ocurre, es posible que todo el entramado se venga abajo.
– ¿Y no ha habido ningún procesamiento a raíz de las declaraciones de ese sicario, el tal Rosenkrantz? -preguntó Laurie.
– Solo el de Robert Hawthorne, que no suelta prenda y que en realidad ha quedado en libertad tras pagar una cuantiosa fianza. Lo único que Rosenkrantz sabía era que su jefe era un visitante asiduo del bufete, pero al parecer no tiene ni idea de a quién veía ni de con quién hablaba.
– ¿Y no hay nadie en las altas esferas de AmeriCare que haya sido llamado a declarar? -preguntó Jack en tono quejoso.
– Todavía no -reconoció Lou-, pero mantenemos los dedos cruzados.
– ¡Menuda pesadilla! -dijo Laurie con un estremecimiento, acordándose del calvario sufrido en el hospital.
– ¡Eh! -exclamó Lou mirando las burbujas que subían en la estrecha copa que tenía al lado del vaso de agua y como si fuera la primera vez que las veía-. Esto es champán. -Cogió la botella de la cubitera y comentó-: No sé por qué lo miro. No sabría distinguir una marca de otra. -A continuación dejó la botella en el hielo-. Bueno, y esto ¿qué es? -preguntó-, ¿una especie de celebración?
– Más o menos -repuso Laurie sonriendo y mirando a Jack, que alzó las cejas como si se tratara de un secreto.
– De acuerdo, soltadlo ya -ordenó Lou mirando a uno y otro.
– Bueno, no es gran cosa -dijo Laurie-. Hoy me han hecho unas pruebas, que debo añadir que no han sido especialmente agradables, pero cuyo resultado ha sido tranquilizador. Según parece, la razón de que sufriera un embarazo ectópico se debió a que tenía un oviducto deformado. Las pruebas que me han hecho hoy demuestran que el que me queda se halla en perfectas condiciones.
– ¡Eso es estupendo! -repuso Lou asintiendo varias veces. Luego, volvió a mirar a sus amigos, que evitaban devolverle la mirada y tenían los ojos bajados mientras hacían girar distraídamente el champán en sus respectivas copas-. Bueno, veamos -añadió el detective-. ¿Ese resultado favorable del que me habláis significa que tenéis intención de poner a prueba de verdad ese oviducto?
Laurie miró a Jack y dijo:
– Por desgracia, en estos momentos solo significa que podría serlo.
– ¡Qué lástima! -protestó Lou-. Bueno, si necesitas algún voluntario para ponerlo a prueba, yo estoy disponible.
Jack se echó a reír y miró primero al detective y después a Laurie.
– ¿Por qué será que tengo la impresión de que vosotros dos me estáis tendiendo una trampa?
– ¡Eh! Que yo solo estoy intentando comportarme como un buen amigo -dijo Lou alzando las manos para subrayar su inocencia.
– Ah, ¿sí? -contestó Jack rodeando a Laurie con el brazo-. Pues, querido amigo, deja que te diga que, en la cuestión de poner a prueba dicho oviducto, Laurie y yo nos las podemos arreglar perfectamente.
– Brindaré por eso -dijo Lou alzando su copa.
– Y yo también -añadió Laurie.
Nota del autor
El anuncio de que se había completado el primer borrador de los 3,2 billones de base par del genoma humano se hizo entre grandes fanfarrias el mes de junio del año 2000, y en él intervinieron dos jefes de Estado, el presidente Bill Clinton y el primer ministro Tony Blair. Aunque el interés de los medios se pudo medir por la cobertura que dieron al asunto en los telediarios de la noche y en el prominente espacio que le reservaron al día siguiente en los titulares de los diarios, el público recibió la noticia con moderado interés, una pizca de asombro y distintos grados de indiferencia; luego, se olvidó rápidamente de ella. A pesar de las deslumbrantes promesas de futuras ventajas, el tema parecía excesivamente esotérico. Puede que, como consecuencia de la reacción del público, los medios de comunicación se olvidaron pronto del asunto a excepción de algunos artículos sobre las coloristas personalidades de los principales científicos de las dos organizaciones en liza que desarrollaron el laborioso trabajo y protagonizaron la carrera, casi como un culebrón, hasta la línea de meta.
El desinterés del público por tan decisivo hallazgo se ha mantenido, a pesar de que las disciplinas científicas involucradas y la tecnología han seguido adelante y dado noticia de hallazgos tan sorprendentes como el hecho de que los humanos solo tenemos aproximadamente unos veinticinco mil genes -una cantidad sensiblemente inferior a la de cientos de miles que los expertos habían predicho-, en realidad no muchos más de los que tiene un organismo tan comparativamente simple como ¡una lombriz intestinal! (Para el desmesurado orgullo de la humanidad, tal descubrimiento también ha supuesto un golpe equivalente a la revelación copernicana de que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés.) En pocas palabras, el desciframiento del genoma humano y la avalancha de investigaciones que se han desarrollado a partir de él han desaparecido de la vista del público en general salvo de los implicados en dos nuevos e interrelacionados campos: la genómica y la bioinformática. La genómica, expresado en términos sencillo, se ocupa del estudio del flujo de información dentro de una célula; mientras que la bioinformática trata de la aplicación de los ordenadores para conseguir dar sentido a la ingente cantidad de información aportada por la genómica.