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No le sorprendía que Hades le hubiera dejado perderse por un mes. El Dios del Inframundo había sabido exactamente cuan peor iba a ser el castigo de Xypher después de haber probado la libertad.

Bastardo.

Frunciendo los labios, le quito la ostra de su mano

– No soy un bebé. Puedo alimentarme solo.

Simone inclinó su cabeza irritadamente por su repentino cambio. Por un momento, casi pensó que estaba aprendiendo a ser… bueno agradable.

Debía haber estado alucinando.

– Bien -Dijo apartando sus manos- Como quieras.

Enojada por su brusquedad. Regresó a su asiento y terminó su comida en silencio.

¿Cuál era su problema? Nunca antes había conocido a alguien tan hosco que no podía aceptar ni el más mínimo asomo de amabilidad. Le recodaba a ese horrible Scott Murphy…

Su corazón dio un salto mientras se acordaba del chico que había estado en el hogar de niños con ella cuando tenía once. Hostil y fiero apenas había sido humano. A los 9 años, había sido apartado de sus padres y había pasado por una enorme cantidad de casas de acogida porque ninguna podía hacer nada con él. Finalmente servicios infantiles lo había empezado a enviar a varias casas de acogida que eran igualmente rápidas en echarlo.

Nadie en la casa en la que ella se quedaba, incluyendo el personal, podía soportarlo. Siempre estaba buscando peleas y molestando a todo el mundo, incluso a Simone que trató de ser su amiga. Se rió de ella y después la mordió tan fuerte que necesitó puntos de sutura, todavía tenía la cicatriz en su brazo izquierdo.

Debido a eso, a otras escenas y ataques, él pasaba todo el tiempo castigado hasta que misteriosamente se desvaneció en medio de la noche.

Su cuerpo fue encontrado unos cuantos días después en el sótano de un gimnasio, todavía vestido en sus piyamas. Aparentemente había llegado allí solo y se había cortado su propia muñeca.

Sólo tenía once años.

Simone había estado realmente triste después del horrible suceso, pero cuando escuchó a dos de sus profesores hablar más tarde ese mismo día, la tristeza se convirtió en una pena total por el niño que no debía de haber sido reducido a acabar con su propia vida.

– Es una pena que ese chico haya acabado de esa manera, pero supongo que dado el trauma de su niñez no tenía ninguna esperanza.

– ¿Trauma?

– ¿No lo sabías? Fue separado de sus padres porque su madre era una adicta al crack y su padre un traficante de droga. Scott tuvo varios huesos destrozados ya que una tarde interrumpió a papi cuando estaba haciendo un trato porque estaba hambriento y se atrevió a pedir un sándwich.

– Ahí fue cuando el estado se lo llevó. Su padre ha estado tratando de ganar la custodia desde entonces. Nosotros le dijimos a Scott el día que desapareció que su padre iba a venir la mañana siguiente a llevarlo a casa. Supongo que el pobre chico prefirió estar muerto que volver a cual fuera el infierno que lo estaba esperando…

En ese momento Simone había aprendido una valiosa lección de vida. No juzgues a nadie hasta que no sepas sus circunstancias. No importa cuán malos parezcan a veces, había una razón que justificaba su comportamiento. Claro, que algunas personas simplemente eran malas y corruptas, pero no siempre.

Muchas personas sólo estaban sufriendo, y cuando actuaban de esa manera, estaban tratando de protegerse a sí mismos de ser heridos aun más.

Eso era lo que trataba de enseñarle a sus estudiantes, cada vez que entres a una escena de crimen lo peor que podías hacer por la persona fallecida era juzgarlo. Nublaba tu profesionalidad y agotaba tu trabajo. El trabajo de un examinador médico era el de reportar sin perjuicio.

Tu opinión personal no tenía lugar en una morgue.

Una cosa era decirle a alguien cómo vivir su vida y qué decisiones tomar. Pero era muy diferente ser la persona que tenía que hacerlo y vivir con las consecuencias. Sólo porque tú hubieras hecho algo diferente, no significaba que ellos pudieran. Las personas se levantan y se caen por sus propias experiencias y decisiones. Los errores eran de ellos para hacerlos.

Mientras pensaba en esto, tenía curiosidad sobre Xypher y su pasado. ¿Por qué estaba tan a la defensiva?

¿Quién lo había herido?

– ¿Cómo es la infancia de los dioses?

Xypher alzó la mirada de su tabulé para encontrarse con el par de ojos más sinceros e inocentes que alguna vez hubiera visto.

– ¿Disculpa?

Ella no se acobardó pese a lo mordacidad de su tono.

– Sólo me preguntaba… quiero decir, la mía fue muy típica hasta que mi familia murió. Montaba en mi bicicleta por el vecindario, hacía tartas de barro, tenía fiestas de té con mis amigas y muñecas, y peleaba con mi hermano por los programas de televisión. ¿Qué hacías tú?

Como si él le fuera a contar eso a ella No era su maldito problema.

– ¿A ti qué te importa?

La simpatía de su rostro fue suplantada por una expresión de dolor.

– Realmente odio cuando haces esa pregunta… me importa porque eres la persona a la que estoy atada hasta que logremos sacarnos los brazaletes y me gustaría saber algo sobre ti. ¿Quién sabe? Igual hay alguien enterrado en toda esa hostilidad que me pueda gustar.

Su sangre hervía al pensar en lo que ella realmente quería.

– No vas a encontrar mis debilidades tan fácilmente, nena. No tengo ninguna.

Ella lo miró boquiabierta

– Igualas tus recuerdos de niñez con debilidades. Por dios. ¿Qué te hicieron?

Él sonrió amargamente ante los recuerdos de su pasado. Recuerdos por los que había luchado intensamente en no pensar. Pero uno de ellos estaba más claro que todos los demás, fue la única vez en su vida que se permitió ser débil y era una experiencia que no volvería a repetir.

– Fui encadenado a una valla donde me golpearon y me sacaron el corazón mientras peleaba con ellos. Aunque sólo tenía una mano libre hice un gran impacto en los que me mataron. Basta decir que nunca estaré indefenso otra vez.

Simone quería llorar ante el horror que describía. Por el dolor que ella vio en esos claros y brillantes ojos.

– No te merecías eso.

– No me digas -dijo entre dientes apretados.- Pero lo que uno merece no tiene nada que ver con esto. La vida y la muerte son lo que son. No tienen misericordia por nadie.

Simone miró a Jesse que tenía una expresión que ella estaba segura era igual a la de su cara, las palabras de Xypher le chocaron mientras recordaba a su madre y hermano, ellos tampoco merecían lo que les había sucedido.

No queriendo pensar en ello, trató de no hablar con él mientras terminaba de comer. Era demasiado duro tratar de llegar a alguien que obviamente no quería ser alcanzado.

Cuando él terminó, ella llamó a la camarera y se dirigieron a su condominio.

Apenas habían abandonado el restaurante cuando Tate llamó.

– ¿Cómo te fue con Julián?- Preguntó.

Miró el brazalete en su brazo.

– No de la manera que esperaba. Todavía estamos unidos.

– Realmente lo siento.

– Supongo que podría ser peor, él podría ser tu asesino en serie.

Por la mirada que Xypher le echó, supo que podía oír su conversación.

– Oh, maldición, tengo que atender esta llamada. Tengan cuidado chicos los llamo más tarde. -Tate colgó antes de que pudiera decirle adiós.

Cerrando el teléfono, vio por la comisura de su ojo a Xypher frotando su brazo. Aunque no decía nada, tenía la piel de gallina en ambos brazos.

– ¿Tienes frío?

Él no respondió.

– Si tiene frío, -dijo Jesse. -Está en su aura, la puedo ver, incluso, si tú no puedes.

Xypher le echó una feroz mirada que lo debería haber incendiado.

Simone se detuvo mientras pensaba en donde conseguir ropa para él en el barrio. La mayoría de los lugares eran para mujeres…

O para góticos.

Una lenta sonrisa curvo sus labios. Sip, con su altura y personalidad cáustica, lo gótico se vería realmente bien en él.

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