Tiró de la puerta del vestuario hacía él y la dejó un poco entreabierta para ver cuándo llegaba Jordan en silla de ruedas. Habría algo que lo avisaría antes. Había observado que cuando se pulsaba el botón desde el otro lado de la puerta de vaivén para que se abriera, en ése lado se encendían las luces.
Se le habían adaptado los ojos a la oscuridad. No sabía cuánto rato pasó antes de que se oyeran voces. Un minuto después, las luces parpadearon, y oyó el ruido sordo de la puerta que se abría despacio hacia dentro.
Se tranquilizó para no apresurarse. Tenía que atacar en el momento preciso.
Y ahí estaban. Primero vio a Jordan y, después, al auxiliar que empujaba la silla de ruedas. El guardia los seguía de cerca. Qué suerte había tenido. El guardia iba el último, pero sería el primero en caer.
Con la barra en la mano, Pruitt empujó despacio la puerta y salió. El guardia no le oyó acercarse. Pruitt le sacudió con fuerza en la nuca, y le quitó el arma cuando cayó al suelo.
El auxiliar logró oír el ruido por encima de la música y se volvió, confundido.
– ¿Pero qué…?
Eliminado. La barra le había acertado en la cara, justo encima de la oreja. Ocurrió tan deprisa que no tuvo tiempo de agacharse. El auxiliar cayó sobre Jordan, y la tiró de la silla de ruedas al suelo.
Pruitt dio un puntapié a la silla para apartarla de su camino y levantó el arma. Su mirada era fría y diabólica. Jordan se preguntó si sería lo último que vería antes de morir. Gritó y se acurrucó para intentar protegerse.
De repente, Noah cruzó con estrépito la puerta. Pruitt apenas tuvo tiempo de volver la cabeza antes de que una bala del arma de Noah le atravesara el hombro. Hizo un movimiento para intentar alcanzar a Jordan, pero Noah le disparó entonces en el pecho, y Pruitt cayó al suelo con una expresión de sorpresa en su cara agonizante. Trató de levantar el arma, pero Noah disparó de nuevo. La detonación fue ensordecedora y retumbó por el pasillo vacío.
Jordan se desmayó al oír su eco.
Capítulo 45
Jordan estaba acurrucada en el sofá de la terraza interior, fingiendo que estaba dormida para que su madre dejara de mimarla. Ya la había tapado con una manta de punto y la estaba amenazando con ir a buscar otra de más abrigo.
Las ventanas estaban abiertas y una encantadora brisa refrescaba el ambiente. Oía el bonito rumor de las olas en la playa. La residencia de sus padres en Nathan's Bay estaba rodeada de agua por tres partes. En invierno, el cristal de las ventanas estaba recubierto por una capa de hielo. En verano, una brisa fresca del mar permitía sobrellevar mejor los escasos días húmedos o calurosos.
Le encantaba estar allí de visita, pero ya estaba lista para volver a su casa. Tenía la impresión de ser motivo de constante preocupación para su madre. Y extrañaba su cama. Extrañaba su asiento junto a la ventana.
Y, sobre todo, extrañaba a Noah. Lo había extrañado desde aquella terrible noche en el hospital, cuando la había cargado en brazos para llevarla a su habitación.
Él y Nick estaban trabajando en un caso fuera de la ciudad. Laurant le había dicho a Jordan que Nick la había llamado todas las noches. Se había marchado hacía cuatro días y tenía previsto regresar al día siguiente. Jordan no le preguntó por Noah. Eso se había terminado, y él había vuelto a su vida normal. Lo que había pasado en Serenity…
Suspiró. Si no se levantaba e intentaba hacer algo, se echaría a llorar. Era lo último que le faltaría a su madre. Entonces la mandaría a la cama y contrataría a una enfermera para que la cuidara las veinticuatro horas del día.
Todavía le dolían las costillas, e hizo una mueca al levantarse. El ama de llaves, Leah, preparaba platos en la cocina.
– Ya lo haré yo -se ofreció Jordan.
– No, no. Usted descanse.
– Leah, sé que tiene buenas intenciones, pero estoy harta de que me digan que descanse.
– Perdió mucha sangre. La señora Buchanan dijo que no debía cansarse demasiado.
Jordan se fijó en la cantidad de platos que había preparado Leah y la siguió al comedor. La mesa rectangular ocupaba la mayor parte del espacio, con seis sillas a cada lado y dos en cada extremo.
– Vamos a ver. Vendrán Laurant y Nick -contó Leah-. Con la pequeña -añadió-. Traeré la trona después de haberla limpiado bien. Y Michael estará en casa. Y Zachary, claro. Alec y Regan vendrán el fin de semana que viene.
– ¿Sólo estará la familia? -quiso saber Jordan.
– Como Zachary siempre trae a alguien de la universidad a casa, tengo por costumbre poner platos de más en la mesa.
Jordan preguntó otra vez qué podía hacer para ayudar, y cuando Leah se la quitó de encima, subió a su antiguo cuarto. En la actualidad, sus padres lo utilizaban como habitación de invitados.
Había tenido noticias de Kate y Dylan. Habían vuelto a Carolina del Sur, y Kate quería que Jordan fuera allí a recuperarse. Jordan todavía no había decidido si iría o no. Se sentía mal e inquieta.
Se pasó lo que quedaba de tarde en su antiguo cuarto, leyendo. Afortunadamente, la policía había encontrado intactas, en el asiento trasero del coche de alquiler de Pruitt, las páginas de la investigación del profesor MacKenna que había fotocopiado en Serenity. Y ahora que tenía acceso a las fuentes de la investigación, podría comprobar la validez de las historias del profesor.
Al atardecer, Michael subió a buscarla. De hecho, sugirió bajarla en brazos.
– Mi periodo de recuperación ha terminado oficialmente -anunció durante la cena-. Y ya no quiero que me miméis más.
– Muy bien, cielo -dijo su madre con voz suave-. ¿Has comido suficiente?
– Sí, gracias -se burló Jordan.
– Nick está en la terraza interior. ¿Por qué no vas a saludarlo?
Se dirigió hacía allí, pero se detuvo al oír unas carcajadas. Conocía esa risa. Noah estaba con su hermano.
Retrocedió, se detuvo, reflexionó un instante y dio otro paso hacia atrás. De repente, se percató de lo silencioso que se había quedado el comedor. No era de extrañar. Cuando se volvió, vio que todos los miembros de su familia estaban inclinados hacia delante para observarla atentamente. Tendría que entrar en la terraza interior a saludar. Inspiró hondo.
Nick estaba tumbado en el sofá. Noah, sentado en un sillón. Los dos bebían cerveza.
– Hola, Nick. Hola, Noah.
– Hola -la saludó Nick.
– Hola, Jordan. ¿Cómo estás? -dijo Noah.
– Bien. Estoy bien. Supongo que ya nos veremos. -Se volvió para irse.
– ¿Jordan? -soltó Noah.
– ¿Sí? -preguntó ella tras girarse de nuevo.
Noah dejó la cerveza en la mesa de centro, se levantó y se dirigió hacia Jordan.
– ¿Recuerdas nuestro acuerdo?
– Sí, por supuesto.
– ¿Qué acuerdo? -quiso enterarse Nick.
– No importa -respondió Jordan-. ¿Qué pasa con el acuerdo? -le preguntó a Noah.
– ¿Qué acuerdo? -repitió Nick.
– Cuando nos fuimos de Serenity, Jordan y yo acordamos seguir caminos distintos -contestó Noah.
– ¿Tenías que contárselo? -dijo Jordan, contrariada.
– Sí, bueno, lo ha preguntado.
– Si me perdonáis -se excusó Jordan, que empezó a volverse de nuevo.
– Jordan -soltó Noah.
– ¿Sí? -Se había detenido una vez más.
– Como te estaba diciendo… -explicó Noah, que seguía acercándose despacio a ella-. Sobre ese acuerdo… -Se detuvo delante de ella-. No se va a poder mantener.
Jordan abrió la boca para replicar, pero no sabía qué decir.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó por fin.
– Que no hay acuerdo, eso quiero decir. Que no seguiremos caminos distintos.
– Será mejor que me vaya -comentó Nick a la vez que se levantaba del sofá.
– No es necesario -insistió Jordan.
– Sí lo es -la contradijo Noah.
– ¿Por qué?