– Claro -ronroneó Noah.
– Lloyd vio cómo el asesino me ponía el cadáver del profesor en el maletero del coche. ¿Crees que fue eso lo que ocurrió?
– Podría ser.
– No pareces demasiado entusiasmado, pero sé lo que estás pensando. ¿Por qué no mató el asesino a Lloyd de inmediato? ¿Por qué esperó? Creo que no sabía que Lloyd lo había visto, pero si es así, ¿cómo lo descubrió?
Noah no tenía que responder a sus preguntas. Ella misma lo hacía. Planteaba la pregunta, reflexionaba y aportaba lo que consideraba una explicación plausible.
El Jaffee's Bistro estaba casi vacío. Sólo había unos cuantos hombres de negocios tomando un café con hielo o comentando las noticias del día. Uno de ellos era Kyle Heffermint, el hombre al que había conocido en la aseguradora.
– ¿Conoces a alguno de estos hombres? -preguntó Noah cuando pasaron por delante de la ventana del restaurante.
– Sólo a uno -contestó-. Kyle Heffermint. Es una de esas personas que no para de decir los nombres de la gente que conoce.
A Noah no le convencía alguien cuya importancia consistía en conocer a gente importante.
– No me gusta esa clase de personas -comentó mientras le abría la puerta a Jordan.
El grupo dejó de hablar cuando Jordan y Noah pasaron a su lado. Jordan le sonrió a Kyle después de que éste la saludara con la cabeza, y siguió avanzando hacia su mesa en el rincón. Angela les llevó su habitual té helado mientras los hombres continuaban observándolos. La camarera se puso una mano en la cadera, volvió un momento la cabeza y miró de nuevo a Jordan.
– No les hagas caso -dijo Angela-. Están exagerando las noticias del día.
– ¿Por qué no dejan de mirarme? -preguntó Jordan.
– En primer lugar -explicó Angela-, no es extraño que te miren, porque eres muy bonita. Y en segundo lugar, eres la noticia del día. Nos hemos enterado de que encontraste a Lloyd y todo eso.
– He traído una plaga a Serenity.
– Bueno, yo no diría eso. Sólo tienes por costumbre encontrar cadáveres, nada más. Es como esa película. ¿Sabes aquella en que los muertos hablan con el niño? Salvo que a ti no te hablan. ¿Os apetece comer ternera? Jaffee está preparando hamburguesas. También hay estofado de ternera.
Angela regresó a la cocina para pedir sus hamburguesas y, entonces, Kyle se dirigió tranquilamente a su mesa. El reflejo de la luz en su cinturón, grande como la rejilla de un Cadillac, señaló que se acercaba.
– Hola, Jordan.
– Hola, Kyle. Me alegro de volver a verte.
– ¿Quién es tu amigo?
Jordan le presentó a Noah. Y, después de estrecharle la mano, Kyle se dirigió de nuevo a ella:
– Tengo entendido que te quedarás un poco más en el pueblo, Jordan. ¿Crees que podríamos cenar juntos esta noche?
– No, lo siento. Tengo planes con Noah. Pero gracias por pedírmelo.
Esta vez no insistió.
– He oído lo que te pasó, Jordan, y debo decirte que no sé qué haría si encontrase un cadáver en mi coche. Y tú, en cambio, has encontrado dos cadáveres, Jordan. Debe de ser alguna clase de récord, ¿no crees, Jordan? -preguntó con una ceja arqueada.
Mientras Kyle hablaba, Noah había apoyado el brazo en el respaldo de la silla de Jordan y le tiraba de un mechón de pelo cada vez que el hombre decía su nombre.
– Agente Clayborne, puede que tenga información para usted. Resulta que la otra noche pasaba en coche por delante del taller de Lloyd y observé que había luz en su oficina. Pensé que era muy extraño que hubiera alguien en ella tan tarde porque Lloyd no se quedaba nunca pasado el horario de cierre.
– ¿Viste a Lloyd? -preguntó Jordan.
– Vi la sombra de un hombre, Jordan, pero no creo que fuera Lloyd. Sólo lo vi uno o dos segundos. La sombra no parecía ser tan grande como Lloyd. -Arqueó las cejas para preguntar-: ¿Le resulta útil esa información, agente Clayborne?
– Sí, gracias -respondió Noah.
– De verdad que me encantaría volver a verte, Jordan. Hay un…
Noah lo interrumpió antes de que pudiera añadir otra palabra.
– Tiene planes conmigo -sentenció.
– Gracias, Kyle -dijo Jordan para intentar suavizar la rudeza de Noah. Y, en cuanto Kyle se marchó, susurró-. Has sido muy grosero con él. ¿Qué te ha pasado?
– Nada, Jordan. Nada en absoluto, Jordan.
– Ya te había dicho que le encanta decir los nombres de la gente -rio.
– Le gustas -soltó Noah muy serio-. De hecho, parece que le gustas a la mitad de los hombres que has conocido desde que llegaste a Serenity.
Alargó la mano y le apartó un mechón de pelo que le caía sobre la cara de modo que le rozó suavemente la mejilla al hacerlo.
Jordan contuvo el aliento. Apenas la había tocado, y había reaccionado. Siempre se había creído inmune a sus encantos, pero le estaba empezando a preocupar no serlo.
– ¿Yo? -preguntó incrédula-. Tú eres la gran atracción y no yo. En la comisaría de policía, Carrie ya no sabía qué más hacer para llamar tu atención. ¿Y qué me dices de Amelia Ann con sus botellas de cerveza y sus bollos de canela? Está loca por ti.
– Ya lo sé -admitió Noah con una sonrisa de oreja a oreja-, pero creo que tú también.
– Por favor. No todas las mujeres se hincan de rodillas ante ti.
No se dio cuenta de lo que había dicho exactamente hasta que ya era demasiado tarde. Y sabía con certeza que Noah no lo dejaría pasar.
– ¿De veras? Es una bonita fantasía. ¿Crees que tú…?
– Nunca -aseguró sonrojada.
A Noah, su rubor le pareció encantador. Le encantaba avergonzarla porque entonces mostraba otra cara; la cara que era vulnerable, tierna e inocente. Era hermosa, de eso no había ninguna duda, y todos los hombres de Serenity parecían darse cuenta.
¿Por qué le molestaba eso? No era celoso. Y, desde luego, no tenía ningún motivo para estar celoso. Jordan era una buena amiga, nada más. ¿Por qué le inquietaba estar cerca de ella entonces? No tenía respuesta a esa pregunta. ¿Cómo podía explicar lo que no entendía? Pero sabía algo: no le gustaba que otro hombre se acercara a ella.
La deseaba, caray.
Capítulo 19
Mientras almorzaban, Jordan repasó el registro de las llamadas telefónicas del profesor.
– Creía que tenías hambre -comentó Noah-. Apenas has tocado la comida.
– Esta hamburguesa podría alimentar a seis personas. Ya no tengo más apetito. -Cambió de tema para hablar de asuntos más importantes-. Yo llamé al profesor MacKenna cuando llegué al pueblo. Éste no es el número al que llamé. Y recuerdo que Isabel me contó que el profesor y ella hablaban a menudo sobre el clan MacKenna. Su número de teléfono tampoco aparece aquí.
– Me apuesto lo que quieras a que sólo utilizaba desechables -dijo Noah-. Imposibles de rastrear.
– La vida del profesor es imposible de rastrear desde que se mudó a Serenity. -Tomó una patata frita y, cuando iba a darle un mordisco, cambió de opinión. Señaló con ella a Noah-. ¿Y por qué se mudó a Serenity? ¿Por qué eligió este pueblo? ¿Porque está tan aislado? ¿O porque está cerca de algo ilegal en lo que estaba involucrado? Sabemos que lo que estaba haciendo era ilegal. ¿Quién obtiene noventa mil dólares en efectivo? -Noah le quitó la patata frita y se la comió. -Jordan prosiguió-: Es evidente que quienquiera que matara a esos dos hombres está decidido a retenerme aquí -comentó después de valorar las diversas posibilidades-. ¿No te parece? -Antes de que Noah pudiese contestar, dijo-: ¿Por qué, si no, habría puesto los dos cadáveres en mi coche?
A Noah le encantaba observar la cara de Jordan mientras pensaba en voz alta. Se sentía animada, entusiasmada. Sabía que el último par de años se había vuelto muy cínico, pero en su trabajo, curtirse sólo era cuestión de tiempo. Había aprendido a no implicarse demasiado y a no esperar nada, pero todavía no había averiguado cómo desconectar del trabajo.