Capítulo 14
Por fin, la terrible experiencia de Jordan había terminado, y a las siete y media de esa misma tarde habían retirado todos los cargos en su contra. En cuanto el nuevo jefe de policía había recibido la hora oficial de la muerte (con un margen de tres horas de error), y había comprobado su coartada, la había dejado en libertad.
Jordan había explicado dónde había estado cada momento de la noche anterior. Se dio cuenta entonces de la suerte que había tenido de no haber estado nunca sola hasta que se fue a dormir. A esa hora, ya hacía rato que el profesor MacKenna había fallecido.
El alcalde insistió en despedir a Maggie Haden mientras todavía estaba entre rejas. También insistió en que el jefe Davis no dejara salir a la mujer hasta que él se hubiese ido de la comisaría.
Maggie no se tomó bien la noticia de su cese.
– Tendrías que habértelo imaginado -le indicó Davis.
Su reacción fue, como era de esperar, infame, y mientras recogía sus objetos personales y los echaba en una caja de cartón, soltó una diatriba sobre discriminación sexual.
– La gente se ha quejado de mí al Ayuntamiento porque soy mujer. Tú jamás has podido soportar que me dieran a mí el cargo en lugar de a ti. No has parado de pinchar a los concejales para que me despidieran.
– ¿No vas a asumir ninguna responsabilidad por lo sucedido hoy? -preguntó Davis.
– Voy a buscarme un abogado y a denunciaros a todos. No tendréis dónde caeros muertos cuando acabe con vosotros.
– Oye, no deberías amenazarnos. Me ha costado mucho convencer al agente Clayborne para que te retirara el cargo por agresión. Todavía podría cambiar de opinión.
– Era un cargo inventado.
La caja que había llenado ocupaba el centro de la mesa. Bajó los ojos para mirar su contenido, la levantó y la lanzó contra la pared.
– No necesito esta basura -dijo Haden.
– Tienes que irte de aquí. -Davis intentó sujetarle un brazo.
– No te acostumbres demasiado a mi silla -soltó mientras se apartaba de él-. No serás jefe de policía mucho tiempo. Mi abogado obligará a los concejales a devolverme mi puesto. Volveré a llevar la placa y el arma antes de que te des cuenta. Y entonces estarás oficialmente acabado. Lo primero que haré será librarme de ti.
Jordan había llegado hasta el final de la acera con Max para despedirse, pero todavía podía oír perfectamente la voz de Haden. Max le dio a Jordan su tarjeta de visita con todos sus números de teléfono, incluido el móvil particular. Le dijo que lo llamase a cualquier hora, de día o de noche, si tenía cualquier otro problema.
– Te sugiero que te vayas de Serenity lo antes posible -le aconsejó-. Quien puso el cadáver en tu coche lo hizo por algún motivo, Jordan. Yo, en tu lugar, no me quedaría a averiguar por qué. Deja la investigación en manos de la policía local. Si el jefe Davis necesita ayuda, sabe que puede pedírsela a Noah o a tu hermano. -De repente, cambió de tema-. Tengo que irme, pero quería preguntarte algo…
– ¿Sí? -dijo Jordan sin imaginarse por qué vacilaba tanto.
– El mes que viene asistiré a una conferencia en Boston, y si puedes, me encantaría llevarte a cenar.
Noah ya le había dado las gracias al abogado y estaba esperando en la puerta a que Jordan se despidiera de él. Vio cómo la joven le sonreía a Max, pero también captó algo más en su expresión. Le pareció que era sorpresa. Sintió curiosidad y quiso averiguar qué le estaba diciendo Max. Pero el móvil se lo impidió. Habría ignorado la llamada, pero vio el número y cambió de opinión. Era Nick.
Jordan se metió la tarjeta de visita de Max en el bolsillo y observó cómo se iba en su coche. Lo saludó con la mano. Por alguna razón, el gesto le molestó a Noah. Le pareció demasiado… personal, demasiado amistoso. Se preguntó si Max habría intentado ligar con ella y decidió que sí, sin lugar a dudas. Jordan era una mujer hermosa, y Noah había observado que el abogado lo había notado. Eso también le molestaba. No era nada profesional que su abogado mostrara un interés tan personal por el físico de Jordan. Sí, él también se había fijado, claro. Pero eso era distinto.
La puerta se abrió de golpe detrás de Noah, y Maggie Haden salió como una exhalación. Cuando vio a Jordan al final de la acera, se dirigió hacia ella.
Jordan se volvió y vio la rabia en los ojos de Haden, pero no retrocedió ni buscó ayuda. Podía defenderse sola. Se mantuvo firme y esperó a ver qué hacía la mujer enloquecida. Estaba preparada para cualquier cosa.
No tuvo la oportunidad de averiguarlo. Estaba viendo cómo Haden se acercaba a toda velocidad y, de repente, vio la espalda de Noah. No podía imaginar cómo se había colocado delante de ella tan deprisa.
– Esto no se ha acabado aquí -gritó Haden a modo de despedida. Era evidente que la culpaba de todo menos del calor.
– Sí que se ha acabado -aseguró Noah.
Jordan le dio unos golpecitos en el hombro, pero Noah no se volvió hasta que Haden se perdió de vista.
– ¿Sí?
– No era necesario que te pusieses delante de mí. Puedo cuidar de mí misma.
– ¿De veras? -Noah Clayborne le dirigió su famosa sonrisa. Le apartó el cabello del hombro y le acarició la cara-. Si puedes cuidar de ti misma, ¿cómo es que tienes la mejilla hinchada?
Ahí la había pillado.
– Fue un ataque por sorpresa -replicó ella con afán-. No estaba preparada.
Cuando terminó de hablar, se dio cuenta de lo ridícula que sonaba su explicación.
– Comprendo. Así que cuando estás preparada y no es por sorpresa ¿puedes cuidar de ti misma? ¿Con cuánto tiempo de antelación te gusta que te adviertan?
No le pareció necesario contestar el comentario sarcástico. Además, no se le ocurrió nada.
– ¿No te enseñaron a defenderte tus hermanos mayores? -prosiguió Noah.
– Por supuesto que sí. Nos enseñaron a Sidney y a mí a disparar y pelear, y a luchar de forma limpia y de forma sucia -concluyó-. Y un montón de cosas más que no nos interesaban en absoluto.
– ¿Por qué no?
– Porque éramos chicas, y nos gustaban cosas de chicas.
– ¿Es idear un ordenador una cosa de chicas? -preguntó Noah con una sonrisa-. Nick me contó que siempre estabas dibujando y diseñando.
– Hacía cosas de chicas -insistió ella-. Pero, de todas formas, Sidney y yo prestamos atención a lo que nos enseñaban nuestros hermanos. De verdad.
– ¿Tienes hambre? -soltó Noah, que había cambiado de repente de tema.
– Muchísima -aseguró-. Y conozco el restaurante perfecto para llevarte a cenar. Te encantará la comida. ¿Pero podemos irnos sin más? ¿Te ha dicho el jefe Davis…?
– Sabe dónde te alojarás esta noche. Podemos irnos.
El restaurante estaba a un par de manzanas de allí.
– Tengo las gafas en el bolso, y el bolso en el coche de alquiler -comentó Jordan durante el camino-. ¿Crees que Nick me las podría traer cuando vuelva?
– Nick no va a volver a Serenity.
– ¿Por qué no?
Cruzaron la calle y se dirigieron al sur.
– El doctor Morganstern lo llamó porque quiere que se reúna con él en Boston. Nick no sabe por qué.
– ¿Tú también tienes que ir?
– No -contestó-. Tengo órdenes de quedarme contigo.
– No hace falta que lo digas tan contrariado -le recriminó Jordan con un empujón cariñoso en el costado-. ¿Tan pesada soy? -Noah se la quedó mirando. Normalmente, esa situación le habría entusiasmado y no habría dejado escapar la oportunidad de pasar la noche vigilando a una mujer hermosa, pero no era una situación normal, y Jordan no era una mujer normal-. ¿Lo soy? -insistió Jordan al ver que no le contestaba. Y cuando Noah se encogió de hombros a modo de respuesta, añadió-: ¿Por qué te ha pedido Nick que…?
– Nick no me ha pedido que me quede -explicó Noah-. Morganstern me ha ordenado que me quedara contigo.
– ¿Por qué? -Jordan ladeó la cabeza para mirarlo-. Han retirado todos los cargos en mi contra. Sí, ya sé que metieron al profesor en mi coche, y sé lo que estás pensando…