Noah seguía con los ojos cerrados, de modo que Jordan podía contemplarlo sin problemas. No se daría cuenta. Era tan atractivo, tan fuerte. Se obligó a desviar la mirada. Se dijo que eso no llegaría a ninguna parte. Pero lo deseaba. Se advirtió a sí misma que le rompería el corazón y la dejaría destrozada. No, gracias.
No era ninguna fan. Desde luego que no. Lo cierto era que ya había superado esa fase. Y se estaba enamorando.
Aterrada de repente, se levantó con rapidez de la cama, recogió los documentos y los llevó a la mesa. Los dejó junto al maletín y regresó a la cama.
– ¿Noah? -susurró mientras le daba un golpecito con un dedo en el hombro-. No te me duermas. -Como él no le respondió, volvió a pincharle con el dedo-. Quiero irme a dormir.
Cuando iba a darle un empujoncito más fuerte, Noah alargó la mano y le sujetó la muñeca. Antes de que pudiera reaccionar, tiró de ella hacia él, le rodeó el cuerpo con los brazos y giró con ella para dejarla boca arriba. Le separó las piernas con la rodilla y se situó entre sus muslos a la vez que se apoyaba en los codos para observarle la cara sonrojada.
A Jordan se le aceleró el corazón. Se quedó totalmente quieta y esperó a ver qué hacía Noah.
«No me sueltes», pensó, frenética.
– No me sueltes.
– No lo haré, cariño.
Cerró los ojos con fuerza y gimió.
– Lo he dicho en voz alta, ¿verdad?
Noah le quitó con cuidado las gafas, y al inclinarse para dejarlas en la mesita de noche, junto a su arma, le rozó los pechos con el tórax. Cuando empezó a acariciarle un lado del cuello con la boca, Jordan sintió que una serie de escalofríos le recorría los brazos y las piernas. Notaba el aliento dulce y cálido de Noah en su piel, y cuando le tiró del lóbulo de la oreja, sintió que el deseo la invadía por completo.
– No es una buena idea -susurró mientras volvía la cabeza para facilitar el acceso de Noah a su cuello. Alargó la mano, le acarició la nuca y jugó con su pelo. Quería que la besara en los labios.
– ¿Quieres que pare? -Noah había levantado la cabeza para preguntárselo.
Jordan fingió plantearse vivamente qué hacer.
– No -contestó, y tras incorporarse un poco para besarle el mentón, añadió-. Sólo digo que no es una buena idea.
Lamentó haber dicho nada porque temía que entrara en razón y dejase de tocarla. Deseaba y necesitaba desesperadamente que la abrazara y le hiciese el amor.
– ¿Jordan? -susurró Noah con voz ronca.
Oh, iba a parar. Tragó saliva.
– ¿Sí?
– Abre la boca -pidió, y no se movió a la espera de que se decidiera.
Jordan dejó de sentir culpa o preocupación por las consecuencias de sus actos. Ahora sólo podía pensar en Noah. Miró fijamente sus hermosos ojos azules y tiró despacio de él hacia ella.
Noah no necesitó nada más. Acercó sus labios a los de Jordan para darle un beso tierno, suave y poco exigente. Y maravilloso. Pero pronto dejó de bastarle. Apenas probó la dulzura de sus labios, deseó más. Deslizó la lengua entre ellos para tocar la de Jordan. Exploró despacio su boca hasta que tampoco eso le bastó. La sujetó con más fuerza y el beso se volvió más apasionado.
Era insaciable, y creía que estaba tomando la iniciativa hasta que notó que Jordan le tiraba de la camiseta. ¿Quería que parara? Levantó la cabeza con un gemido.
– Dime qué quieres -dijo con voz ronca.
– Todo -susurró Jordan-. Quítatelo todo.
El brillo cálido en los ojos de Noah la estremeció.
– Tienes buen sabor, ¿lo sabías? -preguntó Noah mientras le pasaba el pulgar por el labio inferior.
– ¿A azúcar?
– Mejor aún -masculló él.
Tiró de la camiseta de Jordan a la vez que de la suya, pero sus codos y sus manos se interpusieron en el camino de las prendas. De repente estaba ansioso y excitado como si fuera su primera vez. Sabía cómo complacer a una mujer, puesto que había perfeccionado su técnica a lo largo de los años, pero aquello era distinto. Jordan era distinta. La necesidad de estar con ella le causaba dolor. No se había sentido nunca así.
Su camiseta salió primero, pero la de Jordan la siguió enseguida. Jordan no se mostraba tímida ni dubitativa con él. Le acariciaba la espalda, los hombros, los brazos. Notaba cómo el corazón de Jordan latía con fuerza, y cuando le tocó los pechos, observó que arqueaba la espalda y gemía en voz baja.
Les piernas de Jordan se movían, inquietas, contra las suyas. Noah le besó el cuello y descendió despacio para provocarla, para atormentarla. Le acarició la clavícula con la lengua y, cuando por fin llegó a sus pechos, notó cómo todo el cuerpo de Jordan se tensaba.
Empezó a volverla loca. Jordan no tenía ni idea de que sus pechos fueran tan sensibles, pero cada caricia que le daba Noah con la lengua le hacía perder un poco más el control.
Él también estaba perdiendo el control. Inspiró hondo, se estremeció y la besó apasionadamente. Le temblaban las manos. Volvió a besarla, con rapidez, con fuerza, y se separó de ella.
– Enseguida vuelvo. -Un beso rápido y se levantó-. Quiero protegerte.
A Jordan, el corazón le latía a toda velocidad. En cuanto Noah se marchó, tomó la almohada y la estrechó contra su pecho. La había derretido con un solo beso. Suspiró. No había duda de que sabía besar. Ningún otro hombre le había hecho sentirse así.
La cama se hundió cuando Noah volvió a su lado. Le apartó la almohada y ella no se lo impidió. Al contrario, se volvió boca arriba con los ojos puestos en los de Noah. Éste alargó las manos hacia su cintura, le quitó lentamente el pantalón corto y lo lanzó fuera de la cama. Él ya se había quitado los pantalones y, cuando se situó sobre ella, entre sus muslos, el contacto de su piel hizo que Jordan se olvidara de respirar.
Jordan le acarició la espalda con mucha suavidad hasta que él volvió a besarla. Entonces, sus caricias se volvieron más desesperadas. Le sujetó con fuerza los hombros para que dejara de atormentarla.
– Noah. -No sabía si había gritado o suspirado su nombre. Noah le había puesto la mano entre los muslos y la estaba enloqueciendo. Sabía dónde tocar y cuánta presión ejercer exactamente. Y ella se retorcía en sus brazos, suplicándole que la hiciera suya.
Ansiaba sentir todo el cuerpo de Noah, envolverse en su calidez. Oía cómo a Noah le costaba cada vez más respirar, y eso la excitaba más todavía. Se moriría si seguía atormentándola.
Noah lo prolongó todo lo que pudo, para darle el mismo placer que ella le proporcionaba. Pero su reacción le impidió esperar más. Sabía que estaba preparada. Le marcaba la espalda con las uñas y arqueaba el cuerpo hacia él. Acercó los labios a los de ella mientras se deslizaba entre sus muslos y la penetraba despacio. Su cuerpo era tan terso, tan cálido, que gimió de placer. Noah se quedó totalmente inmóvil y jadeante dentro de ella mientras susurraba su nombre.
Cuando la hizo suya, Jordan gritó extasiada.
– ¡Ah, Jordan! -exclamó Noah-. Mierda.
Jordan no quería dejarlo respirar. Todos los nervios de su cuerpo ansiaban llegar al clímax. Levantó las rodillas para aumentar la profundidad de su contacto y empezó a moverse.
Quería complacerlo, enloquecerlo tanto como él a ella. Le mordió el hombro, le besó los labios y, después, el cuello. Jadeaba. Noah se retiró y volvió a penetrarla, y a ella se le saltaron las lágrimas, anonadada por la intensidad de lo que sentía. Los movimientos de Noah se volvieron cada vez más impetuosos, más apasionados, más exigentes. Era delicioso.
Incluso en los momentos de mayor intensidad, Noah había podido dominar sus reacciones, marcar su ritmo. Pero ya no podía controlar más lo que le ocurría. Empujaba su cuerpo contra el de Jordan una y otra vez, incapaz de contenerse.
Jordan era tan apasionada como él. La tensión fue creciendo en su interior hasta que parecía estar a punto de estallar.
Sintió una oleada de placer tras otra. Jamás había vivido nada igual. Se dejó llevar, como si estuviera en una montaña rusa y descendiera veloz hacia el suelo con todos los nervios a flor de piel mientras una inmensa sensación de placer le recorría todo el cuerpo.