Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Durante horas estuve buscando a un árabe. Parecía que los árabes se hubieran esfumado en el aire. Al final, sin darme cuenta, llegué exactamente al lugar de donde había salido, junto a la piedra amarilla. Era de noche y hacía frío, gracias a Dios, pero no pude dormirme, tenía hambre y ya no me quedaba agua en la cantimplora. ¿Qué hacer?, me dije. ¿Qué puedo hacer yo ahora, Virgen Santa? Desde lejos me llegaba el sonido amortiguado de las máquinas con que los judíos fabricaban sus bombas atómicas. Cuando desperté el hambre era insoportable. En las instalaciones secretas de Beersheba los judíos seguían trabajando, pero yo ya no podía espiarlos sin llevarme al menos un pedazo de pan duro a la boca. Todo el cuerpo me dolía. Tenía quemaduras en el cuello y en los brazos. Desde hacía no sé cuántos días que no cagaba. ¡Pero aún era capaz de caminar! ¡Aún era capaz de dar saltos o de mover los brazos como molinetes! Así que me levanté y mi sombra se levantó conmigo (los dos estábamos arrodillados, rezando) y emprendí la marcha hacia la cafetería del desierto. Creo que me puse a cantar. Yo soy así. Camino. Canto. Cuando desperté estaba en un calabozo. Alguien había recogido mi mochila y la había arrojado junto a mi camastro. Me dolía un ojo, me dolía la mandíbula, me escocían las quemaduras, creo que alguien me había pateado en la tripa, pero la tripa no me dolía.

Agua, dije. El calabozo estaba a oscuras. Traté de escuchar el ruido de las máquinas de los judíos, pero no escuché nada. Agua, dije, tengo sed. Algo se movió en la oscuridad. ¿Un alacrán?, pensé. ¿Un alacrán gigantesco?, pensé. Una mano me cogió de la nuca. Tiró de mí. Luego sentí el borde de un cazo en mis labios y luego el agua. Después me dormí y soñé con la Franz-Josefs -Kai y el puente de Aspern. Cuando abrí los ojos vi al buen Ulises en el catre vecino. Estaba despierto, estaba mirando el techo, estaba pensando. Lo saludé en inglés. Buenos días, le dije. Buenos días, me respondió. ¿Dan de comer en esta prisión?, le dije. Dan de comer, me respondió. Me levanté y busqué mis zapatos. Los tenía puestos. Decidí dar una vuelta por el calabozo. Decidí explorar. El techo era oscuro, ahumado. Humedad u hollín. Puede que ambos. Las paredes eran blancas. Allí vi inscripciones. Dibujos en la pared de mi izquierda y letras en la de mi derecha. ¿El Corán? ¿Mensajes? ¿Noticias de la fábrica subterránea? En la pared del fondo había una ventana. Detrás de la ventana había un patio. Detrás del patio había el desierto. En la cuarta pared había una puerta. La puerta era de rejas y tras las rejas había un pasillo. En el pasillo no había nadie. Me di la vuelta y me acerqué al buen Ulises. Me llamo Heimito, dije, y soy de Viena. Él dijo que se llamaba Ulises Lima y era de México City.

Poco después nos trajeron el desayuno. ¿Dónde estamos?, le pregunté al carcelero. ¿En la fábrica? Pero el carcelero nos dejó la comida y se marchó. Comí con apetito. El buen Ulises me dio la mitad de su desayuno y también me lo comí. Hubiera podido seguir comiendo toda la mañana. Después me puse a reconocer el calabozo. Me puse a reconocer las inscripciones en las paredes. Los dibujos. Todo fue inútil. Los mensajes eran indescifrables. Saqué un bolígrafo de mi mochila y me arrodillé junto a la pared de la derecha. Dibujé a un enano con un pene enorme. Un pene erecto. Después dibujé a otro enano con un pene enorme. Después dibujé una teta. Después escribí: Heimito K. Después me cansé y volví a mi catre. El buen Ulises se había dormido, así que procuré no hacer ruido para no despertarlo. Me acosté y me puse a pensar. Pensé en los subterráneos donde los judíos fabricaban sus bombas atómicas. Pensé en un partido de fútbol. Pensé en una montaña. Estaba nevando y hacía frío. Pensé en los alacranes. Pensé en un plato lleno de salchichas. Pensé en la iglesia que está en los Alpen Garten, junto a la Jacquingasse. Me quedé dormido. Desperté. Volví a quedarme dormido. Hasta que oí la voz del buen Ulises y desperté. Un carcelero nos empujó por los pasillos. Salimos al patio. Creo que el sol me reconoció enseguida. Me dolieron los huesos. Pero no las quemaduras, así que caminé e hice ejercicio. El buen Ulises se sentó apoyado contra la pared y allí se quedó, quieto, mientras yo movía los brazos y levantaba las rodillas. Escuché unas risas. Unos árabes, sentados en el suelo en un rincón, se reían. No les hice caso. Uno dos, uno dos, uno dos. Desentumecí mis articulaciones. Cuando volví a mirar aquel rincón en sombras, los árabes ya no estaban. Me tiré al suelo. Me arrodillé. Por un segundo pensé en quedarme así. De rodillas. Pero luego me tiré al suelo e hice cinco flexiones. Hice diez flexiones. Hice quince flexiones. Me dolía todo el cuerpo. Cuando me levanté vi que los árabes estaban sentados en el suelo alrededor del buen Ulises. Caminé hacia ellos. Despacio. Pensando. Tal vez no le querían hacer daño. Tal vez no eran árabes. Tal vez eran mexicanos perdidos en Beersheba. Cuando el buen Ulises me vio, dijo: que haya paz. Y yo comprendí.

Me senté en el suelo junto a él, la espalda apoyada contra el muro y durante un segundo mis ojos azules se encontraron con los ojos oscuros de los árabes. Resoplé. ¡Resoplé y cerré los ojos! Escuché que el buen Ulises hablaba en inglés, pero no entendí lo que decía. Los árabes hablaron en inglés, pero no entendí lo que decían. El buen Ulises se rió. Los árabes se rieron. Entendí sus risas y dejé de resoplar. Me quedé dormido. Cuando desperté el buen Ulises y yo estábamos solos. Un carcelero nos condujo hasta nuestra celda. Nos dieron de comer. Con mi comida trajeron dos tabletas. Para la fiebre, dijeron. No me las tomé. El buen Ulises dijo que las tirara por el agujero. ¿Pero adonde va a dar ese agujero? A las cloacas, dijo el buen Ulises. ¿Me puedo fiar? ¿Y si va a dar a un almacén? ¿Y si todo acaba en una mesa enorme y húmeda en donde clasifican hasta nuestros más pequeños desechos? Trituré las tabletas con los dedos y arrojé el polvo por la ventana. Dormimos. Cuando desperté el buen Ulises leía. Le pregunté qué libro leía. Los Selected Poems, de Ezra Pound. Léeme algo, le dije. No entendí nada. No insistí. Vinieron a buscarme y me interrogaron. Examinaron mi pasaporte. Me hicieron preguntas. Se rieron. Cuando volví a mi celda me arrodillé e hice flexiones. Tres, nueve, doce. Después me senté en el suelo, junto a la pared de mi derecha, y dibujé un enano con un pene enorme. Cuando acabé dibujé otro. Y después dibujé la leche que salía de uno de los penes. Y después ya no tenía ganas de dibujar y me puse a estudiar las otras inscripciones. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda. No entiendo el árabe. El buen Ulises tampoco. De todas maneras, leí. Encontré algunas palabras. Me rompí la cabeza. Volvieron a dolerme las quemaduras del cuello. Palabras. Palabras. El buen Ulises me dio agua. Sentí su mano bajo la axila, tirando de mí, hacia arriba. Luego me quedé dormido.

Cuando desperté el carcelero nos llevó a las duchas. Nos entregó a cada uno un trozo de jabón y dijo que nos ducháramos. Ese carcelero parecía amigo del buen Ulises. Con él no hablaba en inglés. Hablaba en español. Me mantuve alerta. Los judíos siempre procuran engañarte. Lamenté haberme mantenido alerta, pero era mi deber. Contra el deber no se puede hacer nada. Cuando me lavaba la cabeza hice como que cerraba los ojos. Hice como que me caía. Hice como que hacía ejercicio. Pero en realidad lo único que hice fue mirarle el pene al buen Ulises. No estaba circuncidado. Lamenté mi error, mi desconfianza. Sin embargo no podía hacer otra cosa. Por la noche nos dieron sopa. Y un guiso de verduras. El buen Ulises me dio la mitad de su ración. ¿Por qué no quieres comer?, le dije. Está bueno. Hay que alimentarse. Hay que hacer ejercicio. No tengo hambre, me dijo, come tú. Cuando se apagaron las luces la luna entró en nuestra celda. Me asomé a la ventana. En el desierto, al otro lado del patio de la cárcel, cantaban las hienas. Un grupo pequeño y oscuro y movedizo. Más oscuro que la noche. Y también se reían. Sentí un cosquilleo en las plantas de los pies. No se metan conmigo, pensé.

75
{"b":"100457","o":1}