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– Está bien. Es lo primero que vamos a hacer. Pero antes, inmediatamente, tenemos que reunir algunas cosas que tengo aquí en una lista.

Víctor se instala frente a su computadora, y se pone a leer.

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RIGHT NOW DON'T FORGET

gato Anillo

cinta métrica Huellas carretilla

guantes de goma Borrar listas computer

toallones Quemar página impresa

lona barb. Quemar ropas

alcohol Rastrillar cenizas

Jeans anchos Perder reloj de V.

tijeras Borrar hidden text (A)

cable eléctrico Mucama, jardinero. freezer

pinza

peluca

espejuelos oscuros

billetes de dólares

esparadrapo

medicinas y un líquido potable

agujas, hilo

pañoleta

vestido ancho

horquillas

sandalias

cinto (bolso de A.)

NEXT DAYS

ACTIONS

Escoger hotel (V)

Buscar o crear escondite texto n° 3 cerca hotel escogido (V)

Reservar habitación adecuada con ventana que se abra (A)

Redactar textos para maletín, bib. y escondite (V)

Ejercicios para desfigurar la voz (A)

MATERIALS

Maletín adecuado (Alicia consigue y sitúa en Miramar = AcseM)

Papel carbón (Acsem)

Plumón negro de punta gruesa (AcseM)

Pintura roja en tubo (AcseM).

maleta grande (AcseM)

cadena (AcseM)

destornillador (V)

tornillos (V)

equipo para pesca mayor (A)

tubo que le sirve de sostén (A)

stick adhesivo (seM) (A)

gancho especial (seM) (V)

binoculares (seM) (V)

esponjas de baño (finca) (A)

juego de roldanas (finca) (V)

rollo de soga de c ñamo (finca) (V)

soga de nylon gruesa (finca) (V)

Entre las 10:20 y las 11:30 elaboran el guión circunstanciado de lo que se proponen acometer ese día; más un esquema provisional, que perfeccionar n sobre la marcha, para las acciones de los próximos días. Una vez de acuerdo, sólo se quedan con la lista de utilería.

Han trabajado como para una película. Y como los buenos guionistas, han comenzado por el final. Ante todo, quieren una película con desenlace feliz.

En la casa del estanque, el freezer está montado sobre una armazón de hierro con cuatro rueditas. Alicia trae el gato del descapotable, pero no cabe por debajo. Víctor va por el suyo, un hidráulico alemán a modo de pala. Y ese sí, cabe. Resuelto el primer punto.

Lo segundo es medir el freezer. En el cobertizo, en una caja de herramientas, encuentran un metro de carpintero. Por fuera, el freezer de Alicia mide ciento cuarenta por setenta centímetros y tiene noventa de alto. Víctor calcula que por dentro, las tres dimensiones deben reducirse en unos diez centímetros.

Cuando terminan las mediciones, cambian el freezer de lugar. Lo ubican de modo que con la puerta de la cocina abierta, no se lo pueda ver desde la sala.

Se trasladan a la casa donde está el cadáver y lo miden. Estatura: ciento sesenta y cuatro centímetros. Desde las corvas a los talones, cuarenta y tres centímetros. Cabrá perfectamente. Alicia hace una señal en su lista.

– ¿Qué sigue en el guión? -pregunta Víctor.

Alicia mira su lista.

– Ponernos guantes de goma.

– Bien: ¡acción! -ordena Víctor hacia una cámara imaginaria.

– ¡Toma uno! -grita ella, en papel de script-girl.

Ambos tratan de atenuar la sordidez de lo que están haciendo con un poco de humor negro. Intercambian una primera sonrisa. Ella lo besa en el cuello. Él le acaricia las nalgas. El cadáver los incita a abrazarse, a sentir el calor, la sangre, la vida en sus cuerpos.

Alicia busca en la cocina y encuentra varios guantes de goma. Se pone un par; y al ver que Víctor manipula los suyos con torpeza, lo ayuda a ponérselos.

Víctor sale al patio, se dirige al cobertizo, empuja la puerta y entra. Regresa con la carretilla del jardinero. La lleva hasta la sala. Cargan el cadáver tal como está, con peluca y maquillaje.

Lo tapan con dos toallones y Víctor se lo lleva en la carretilla. Alicia lo sigue.

Al salir nuevamente al descubierto, inspecciona el mundo circundante. Sabe que nadie puede verlos. Sólamente quien se trepara a alguna de las palmas reales que bordean la carretera. Y para ver algo, tendría que usar binoculares. A los que pudieran fisgonear desde un edificio de tres pisos, a unos doscientos metros, el propio Rieks les ha vedado la vista hacia las dos viviendas: un año antes había mandado construir la cancha de squash, con tres muros de ocho metros.

No, nadie puede verlos.

– Y por si nos observan desde un satélite ruso -había bromeado Víctor al discutir el traslado-, lo llevaremos bien tapado.

En realidad, le repele ver el cadáver de Rieks con sus pintarrajos de mulata. No es culpable de su muerte; pero desde que ha comenzado a manipularlo como un mero bulto, se siente sucio. Se repite que no es culpable, que ya no puede flaquear, ni dar marcha atrás, y que no es un miserable carroñero; se persuade de que simplemente, está tomando lo que el destino ha puesto en sus manos.

Le sorprenden el aplomo y serenidad de Alicia.

Antes de introducir el cadáver en la otra casa, Víctor se detiene junto a la barbecue y descuelga una lona que sirve de quitasol. Huele a humo, pero está limpia. Luego entra a la caseta anexa, agarra un saco de carbón y una botella con alcohol. Ella reúne con el rastrillo un poco de hojarasca. Víctor derrama casi medio saco de carbón y vacía todo el alcohol encima. Cuando logran una llama fuerte, de casi un metro, se alejan con el cadáver hacia la casa.

Entran la carretilla a la sala. Alicia quita los toallones y los tiende sobre el piso. Víctor alza los brazos de la carretilla y ella coge al cadáver por los tobillos. Lo deslizan hacia el piso con un cuidado culpable.

De la parte superior del freezer, quitan primero cinco recipientes con cubitos de hielo. Siguen varias cajas de Camembert, media docena de pollos, dos grandes bolsas de nylon con camarones, una pierna de jamón, embutidos de diverso tamaño, bandejas de carne, sesos, colas de langosta, cajas de almejas, de osteones, mariscos varios. Pegados al fondo, hay dos pargos grandes y algunas ruedas de aguja.

– El reloj -dice Víctor, y sale de la cocina.

Cuando Alicia intenta cerrar la tapa del freezer, no lo consigue. Reorganiza la disposición de las vituallas y por fin cierra. El congelador está lleno hasta el tope.

Sobre la mesa quedan algunos quesos, cajones de langostinos y botellas que no caben.

Víctor entra descalzo y en calzoncillos, con el pelo húmedo y desgreñado. Le está dando cuerda a un reloj despertador.

– Te llevas todo eso a tu casa, hoy mismo.

Víctor hace girar las manecillas para poner el reloj en hora.

– ¿Qué haces?

Mientras manipula el reloj a la altura del ombligo:

– Hay que acordarse de avisar a la sirvienta que debe tomar sus vacaciones mañana mismo.

De repente una mano blanca con sortija de esmeralda le aprisiona vidamente la entrepierna.

Alicia de perfil, suspira y le mordisquea el torso.

– ¡Qué extraño! Me excita saber que te gustan los hombres.

– No siempre. Sólo a veces…

Él también comienza a jadear y a lamerle el cuello. Ella se quita el sujetador. Él le besa los senos. Luego la coge por la cintura y la alza.

– ¡Ven!

Alicia se abalanza, lo derrumba sobre el piso, lo besa, lo mordisquea por todo el cuerpo, y por fin lo monta.

– ¡Cuentero! ¡Bugarrón! -Se le sacude encima con violencia-. ¿Por qué me tienen que gustar los hijueputas, eh? ¿Por qué coño no me enamoro de un tipo decente?

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